domingo, 20 de diciembre de 2009

Ahora

He despertado contra mi cama. Nadie al otro lado. Nadie en el mío. Sigo esperando o quizá dejé de hacerlo. ¿Cuánto falta para la vida?

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Una paloma

Hoy, en el centro de Sevilla,
una bella ciclista
ha atropellado a una paloma.
Y tú estabas allí.

Mientras ella se aleja, indiferente,
contemplas la paloma y piensas:
no hay hogar
que sea demasiado humilde
para alojar
a la belleza y a la muerte.
Tampoco tú,
oh atropellado corazón.
No aguardes al mañana
mientras, indiferente, el hoy se aleja.
Antes de dar por muerto al mundo,
deja que sea el mundo
el que te dé la vida a ti.
El mundo sigue y permanece
incluso cuando tu latido cesa.
Alójalo. Resguarda la paloma.
Alójala.

martes, 15 de diciembre de 2009

Morir

de no decir.
Contigo
lo he vivido.
Morir
de no decirte
eso que sin decir
te digo.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Escultura de sí

Hombre de piedra, todo te resbala
(lluvia, solana, el viento que nos lleva)
y lento te destruye mientras tanto.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Desafortunado en el juego...

ACTO ÚNICO. ESCENA ÚNICA.

Sube rápida, perentoriamente, el telón.

(Dos amigos charlan, sentados frente a frente.)

Amigo 1: ¿Sabes lo que dicen? A los hombres se nos conoce en el juego; a las mujeres, en la cama.

Amigo 2: Pues yo no juego nunca.

Amigo 1: ¡Vaya! Así que eres un cobarde...

Amigo 2: No sé... Es que prefiero estar en la cama, conociendo a las mujeres.

Baja lenta, elocuentemente, el telón.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Renuncia

Renunciarás a algo hermoso y deseable sólo para aspirar a un bien mayor. ¿Y si no encuentras ese bien más alto? En ese caso, te corresponde formularlo.

Pido

Amor mío, respetemos el miedo de la carne, acariciémonos con precauciones recíprocas.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Experiencia

Vida, caminas siempre en delantera.
Sólo tenemos experiencia
para lo ya vivido;
ante lo nuevo, estamos vírgenes
a todos los errores,
desnudos bajo el rayo.

Acción de gracias

(Para ti, que has descubierto que no sólo amas a los gatos. Pide a los Reyes con prudencia.)

Poder brillar al fin en el te amo como brilla la luz en el llanto del recién nacido.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Rincones

Jirón fugaz de la felicidad que perseguimos bajo la tormenta, cada uno te encuentra, de improviso, en un rincón dispar del universo. En éste, tú y yo nos encontramos. Tempestad de jirones convergiendo y tempestad de manos atrapándolos, queda el lugar. Ojos que arden por agradecer, olor carnal que afiebra la memoria, queda la huella. En esta esquina ahora clausurada, el viento aúlla y brilla cuando pasa.

Tiempo


¿Quién convierte en espinas cuanto amo?

Contrastes





martes, 24 de noviembre de 2009

El alguacil alguacilado

[Doy la palabra a un lector que ha dejado este comentario en el texto Canto en penumbra. Sin duda, no era ése su lugar. Consideré que lo más adecuado era publicarlo en el artículo al que hace referencia; pero allí había dejado "Fernando" un comentario casi idéntico a éste. Lo publico, en fin, en artículo aparte y, por el momento (ando griposo y con entendederas deslucidas), sin comentario personal. Ustedes sabrán qué hacer con él. Yo, gripe A obliga, me lavo las manos.]

FERNANDO

Hola, me llamo Fernando. Es un poco tarde para realizar un comentario de la entrada del martes 9 de octubre de 2007 ("Antología del disparate"),entrada que me he encontrado por casualidad cuando, ignorante yo, no conocía el significado de "oi Lakedaimonioi" y buscaba orientación en internet. La cuestión es que no he podido soportarlo, ¡no sabía que podía existir en el mundo gente tan pedante y desagradable! ¡Y su amiga la comentadora Ana de la Robla es que es para darla de comer a parte! Llama a los chavales de los que usted habla "infelices", "indocumentados"... Dios, ¡cuánta frustración y vulgaridad hay en esas mentes!

No conozco su blog, pero este post rezuma, no "elitismo", pero sí soberbia (RAE, 2.Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás) e ignorancia por todos los lados, hecho bastante preocupante si el que lo escribe es un profesor... así va el sistema educativo.

¿Cómo se puede uno burlar de chavales de 15 años que están en el instituto? ¿Tan ingenuo es que no se da cuenta de que probablemente sean ellos los que se burlan de usted, al escribir esas chorradas en los exámenes, y que lo que pasa es que no les interesa lo más mínimo los contenidos de sus clases? ¿Cómo se atreve a juzgarlos o a burlarse de ellos? En todo caso, la responsabilidad siempre la han de tener los adultos, y los adolescentes han de adquirirla gradualmente. No digo que les haya echado toda la responsabilidad a los chavales encima, pero es evidente que sí que se han echado (usted y los comentaristas) unas risas a costa de ellos, cuando yo, que no hace tanto que era un chaval de esos (ahora tengo 30), recuerdo el sopor y el aburrimiento de las clases del instituto, y como algunos chavales sin interés y completamente desmotivados por una panda de profesores vagos y perezosos, escribían "bromas" de ese tipo en los exámenes.

¿De verdad cree esencial que los chavales sepan el nombre de esos autores que cita, o que se cofundan y crean que fue Platón y no Sócrates quien bebió la cicuta? ¿Lo considera tan relevante y trascendente? Pero, ¿en qué mundo vive usted? ¿De qué árbol se ha caído? Cuánta pedantería dios mio. Seguro que esas niñas conocen un montón de "datos" que usted desconoce. Seguro que conocen grupos de música que usted desconoce, o videojuegos revolucionarios de los que usted no ha oído ni hablar. O seguro que, simplemente, follan mucho más y saben más del sexo que usted.

En fin, existen muchos tipos de inteligencia (parece mentira que un profesor no sepa eso) y, de acuerdo, creo personalmente que es bueno que todos los ciudadanos conocieran en profundidad la historia de la filosofía, sería instructivo, pero el hecho de que eso no sea así no me hace pensar que los demás son tontos, o que el mundo se va a la debacle...

En fin, así nos va, con profesores que sólo se preocupan de conseguir su plaza fija de funcionario, y luego a reírse de la "ignorancia" de los jóvenes. Deberían estudiar los cambios sociales que se están produciendo y las revoluciones (morales, tecnológicas, científicas, económicas, religiosas, etc.) que se están dando en nuestro tiempo y que provocan la obsolescencia de nuestra tradicional educación. Revoluciones de las que ningún profesor o intelectual-resabido-criticón-en-abstracto-del-sistema-educativo-español parece haberse dado cuenta.

Espero y deseo que en los dos años transcurridos desde la publicación de la entrada en cuestión haya usted madurado un poco su "opinión" sobre los jóvenes y sus conocimientos, y haga algo más interesante o productivo que reírse de ellos.

markhaug@hotmail.com

martes, 17 de noviembre de 2009

Canto en penumbra


En la noche congelada, mis manos enfebrecidas de haberte buscado sin hallarte.

***

Mi camisa quedó tan mojada de ti que abrazarla es lloverte, derramar el rocío de la pérdida.

***

Anochecer precipitado, no bastan tus dos manos contra mis ojos. Leal al mediodía, erguido sobre la veleta, el gallo decapitado todavía gruñe.

***

Amantes herederos de la noche -la sombra no lastima vuestros ojos-, prolongadnos, vendimiad los racimos de lo que fue gemido en la penumbra.

***

Oh amada ante quien enmudezco, ¿me oyes cantar tu nombre cuando callo?

lunes, 16 de noviembre de 2009

domingo, 15 de noviembre de 2009

Utopía

Quiero dar y recibir el abrazo que no duele.

Dolor, última forma de amar

Nada necesitamos más que el perdón del amado a quien herimos; un perdón que redime solamente si una promesa viene de su mano: no empuñaré jamás el corazón que hiere y que no muere.

Danger

Amigos que escribís para vivir mejor: tened cuidado. Acabaréis viviendo para escribir mejor.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Amor,

el único alimento que da hambre.

Bajo sospecha

Es terrible sospechar que quizá no es uno mismo el lugar más claro y limpio en el que habitar el mundo.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Como King Kong



Quiero morir gorila, solitario en lo más alto, luchando y perdiendo, pero sin dejar de amar desesperadamente: como King Kong.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El amante y la fenomenología

[Reducción fenomenológica: presentamos los hechos en la obligada generalidad del concepto, marginando las consabidas excepciones y los casos de rampante crapulismo que emborronarían las conclusiones.]

Hay dos tipos de amante. Aquellos que, empujados a la profecía, conjeturan más probable la infidelidad de su pareja y aquellos que apostarían antes por su propia infidelidad.

En el primer caso, esta convicción no procede tanto de la conciencia de la propia lealtad ni de la desconfianza en el otro como de la inseguridad en uno mismo (Es lógico que pase y que acabe descartándome... Pronto se cansará de mí). En el segundo caso, la convicción no nace tanto de la confianza en el compromiso ajeno ni de la presunción de la propia deshonestidad como del orgullo (¡Cómo podría descartarme y hacerme esto a mí! Es inimaginable. ¡A mí!).

En cuestiones de pareja, el miedo y la despreocupación no responden a criterios de objetividad ni acatan los dictámenes de la experiencia: son corolarios de la deflación y la inflación del ego, como la circunspección y la locura son, en el varón, efecto de la deflación y la inflación del bajovientre.

Oficio de tinieblas

El arte nunca es celebración. ¿Quién querría perder un segundo del fugaz interludio de la dicha? Tampoco es una avanzada. La palabra poética camina tras la pena y llega con retraso a la alegría, es un hogar recuperado y una paz elaborada, los laureles de la reconquista a los estragos del dolor.

Dialéctica del escritor

Un amor más, una novela menos.

Una amante perdida, un poemario ganado.

martes, 3 de noviembre de 2009

La artesanía del detalle

A Elena, para que pueda recordarme sin necesidad de buscarme.

Tras la lectura de un texto de J. sobre un proyecto inacabado (inacabable) de Stanley Kubrick, pienso que, aunque no dejo de sentir admiración por ellos, siempre me han impacientado los artistas que intentaron crear por encima de su talento, de aquellos que dijeron demasiado por temor a decir demasiado poco (qué fácil desdecirse de lo que fue callado a tiempo).

Se entrega a la superchería del detalle quien confía en que el temblor del mundo puede provocarse con galanterías. Sin embargo, en los ámbitos que verdaderamente nos incumben, la conquista es un don, nunca el triunfo de una voluntad obsequiosa y obstinada. Así sucede con los galanteadores que, acumulando agasajos, procuran conquistar a su amada desdeñosa, mientras que al seductor nato le basta un golpe de mirada para arrebatársela.

Recuerdo un pasaje de Gombrich en el que comparaba la pincelada obsesiva de Van Eyck, que pretendía dar vida a cada pelo de un perrito...


... con la seguridad del trazo de Velázquez quien, sin pintar un solo pelo, retrató al perrito más piloso de la historia de las artes.

Leo a Félix de Azúa: Escribió Burckhardt que los maestros pertenecen a dos categorías. Los de la primera categoría son aquellos que con minuciosa exactitud, mucha paciencia y admirable sabiduría te muestran todas y cada una de las calles de la ciudad, y en cada calle te hacen ver el edificio más notable, y en el edificio su detalle más significativo. Pero los otros, los de la categoría suprema, te agarran por el cuello, te arrastran ladera arriba pisando espinos y zarzales, si manifiestas fatiga o desesperación te ignoran, intentas descansar y te empujan a codazos, pero, llegados al punto más alto de la montaña, con un solo gesto brusco muestran la ciudad extendida a tus pies desde la única y más rica perspectiva, aquella que evidencia las grandes líneas de crecimiento y los motivos del constructor. "Y ahora", dicen, " eres libre de elegir lo que te convenga".

Nabokov sabía que en la ciencia pura y en el arte más elevado el detalle lo es todo; pero la artesanía del detalle no consiste en una concatenación de minucias, sino en la floración, la epifanía movilizadora del instante. El detalle logrado es el vértice donde se encuentran hombre y mundo, dos líneas oblícuas trazadas hacia el éxtasis de la sensación. La vida recordada (la única que puede elaborar el arte) es un rosario incandescente de detalles. Aunque esos momentos sólo adquieren refulgencia y forma en el hilo de la vida en que se engarzan, ésta no podría ser amada en su generalidad extensa si no hubieran sido hallada antes en su intensa concreción. Recordamos ese verso de un poema que nuestra memoria sólo balbucea, ese crepúsculo de aquel viaje ya desdibujado, el ojo ardiente -uno sólo- de una gata en celo en medio de ninguna parte, la cadencia exacta del gemido de ese rostro ya olvidado (acaso confundido). Sí, la vida es lo que recuerdas (re-cordis es pasar de nuevo por el corazón).

Pero el detalle puede convertirse -y se convierte- en veneno y fiebre y maldición. Nos lo dice Silvio al cantar su reclusión (difícil distinguir si es celebración o si es lamento) en la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta de su amada. Como una célula excesivamente viva que se inflama, cancerígena, y nos mata, hay detalles que se enconan por el lado de la sombra y el costado del dolor. La incandescencia de la vida quema.

Y hay que saber también qué es lo que se muestra, qué se resguarda. La verdad última de los detalles es una reticencia. Una insinuación. No callo los detalles épicos. No me toleran y no los necesito. No he visto cosas que vosotros no creeríais. No he visto atacar naves en llamas más allá de Orión, ni he visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos mis momentos, sí, se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Pero sólo yo sé que esta manta azul que te cubría esconde un mar y su oleaje; sólo yo sé qué significa un cierto llanto después de cierto abrazo. Y sé otras muchas cosas. Son cosas de las que no hablo. Cosas tan frágiles que se deshacen al tocarlas, al exponerlas imprudentemente al aire.

Nunca me desdiré de aquello que aprendí a callar a tiempo.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Oh lento corazón,

no eres feliz y no te lo reprocho.
Te has comprometido
con la inutilidad de las heridas.
No existe para ti
la despedida demasiado larga.

***

Renaceré cuando me encuentre
algo en el mundo
que no se te parezca
y, sin embargo, viva.
Mi corazón entonces latirá
como si al fin hubiera hablado sin oírte.

sábado, 31 de octubre de 2009

Petite mort

El amor, ese acto demasiado grande para nosotros.

Tríptico


Amor -tus dados siempre están echados-, jugada a ciegas cuyo resultado sólo conocemos cuando ha acabado la partida.

***

¿Es amor aquél ante el que no sentimos miedo? Temo el destino de quien es amado siempre por encima de sus posibilidades.

***

Amor mío, llegó el tiempo en que el dolor es la única fidelidad que podemos ofrecernos.

Saturday night

Atravieso este trabajoso, infatigable sábado frente al ordenador. Al azar de páginas, músicas, vídeos y conversaciones, voy desgranando la tarde, la noche.

***

Hablo con una vieja amiga (la expresión se va volviendo inquietantemente polisémica); está de baja maternal tras haber tenido a su segunda hija (la última vez que la vi, ni siquiera tenía marido). Me cuenta que no celebrará Halloween; pero sí el día de Todos los Santos. Irá a su parroquia a rezar y luego al cementerio. Me digo que no tengo disfraz, no tengo parroquia, ni siquiera sé dónde están enterrados mis muertos. Me digo que ya no tengo edad para Halloween; pero que quizá empiezo a tenerla para creer en ciertas mentiras salvadoras, como Dios o el matrimonio.

***

Desde Viena, mi "prima" me pregunta cómo me va en el nuevo instituto.

- ¿Estás más contento? ¿Tus alumnos han cambiado?

- Ellos nunca cambian. El que va cambiando soy yo. Los profesores somos como un río en el que sucesivas e idénticas generaciones se bañan (dejándonos agotados y hechos una ruina, por cierto).

- Qué raro... Aquí los hay que ganan concursos matemáticos internacionales: alumnos modelo, olímpicos.

- Me temo, prima, que mis alumnos son más bien modelo paralímpico.

***

Uno de esos estudiantes olímpicos resulta ser su jovencísimo amante, cuyas extremadas virtudes (intangibles y tangibles) me pondera. Consciente del furor competitivo masculino, acaba echándome un capote:

- Bueno, seguro que él y tú tenéis muchas cosas en común...

Intento rememorar mi pasado galante. Muy buena voluntad, teoría elaborada y propaganda persuasiva, pero catastróficos resultados.

- Prima, yo soy como el comunismo, pero en amante.

***

Aquí una ventana emergente (y no de esas que acechan tras las páginas pornográficas -no está el horno para bollos-) que me conmina: ¿Le gustaría saber quién fue usted en sus otras vidas?

¿Cómo decirle a los publicistas que uno se conformaría con saber quién es en esta vida...?


***

Interrumpo a una tercera amiga que anda viendo Abre los ojos, la película de Amenábar.

- Estoy confusa, Fran: no distingo si todo es real o es sólo un sueño...

Pienso en Calderón, pienso en el mundo de rocío de los poetas zen, pienso en la mariposa de Chuan Zu y en la flor de Coleridge, pienso en la sombra vacilante (nuestro pefil, tan parecido) del actor que durante un breve instante se pavonea en escena, en su cuento lleno de ruido y furia que no significa nada y cargo a mi amiga con una responsabilidad que, con seguridad y para su bien, no percibirá en las palabras con que le contesto:

- Termina de verla, anda. A ver si acabas distinguiendo la realidad de los sueños.

Y añado sin palabras, tan sólo con el pensamiento:

- Y luego nos lo cuentas a los demás seres humanos.

Halloween

No puedo disfrazarme de nada más pavoroso, de nada que violente más mi naturaleza, que de aquél que ha dejado de amarte y a quien tú ya no amas. Y, sin embargo, aquí la máscara sobre la risa desalojada, la capa amortajada cubriendo el pecho exangüe en la noche interminable y hueca de Todos los Santos.

lunes, 26 de octubre de 2009

Fénix

El vuelo del deseo no halla aire
en el espacio de la pena;
pero no acaban de perderse
sus batallas perdidas.
Tras las exequias del amor,
solamente la herida
permanece inmutable.
El desgarro es el fénix;
nosotros, su ceniza.

lunes, 19 de octubre de 2009

Alivio de luto

Para ti, que te gustará, canturreándola de día, de noche.

viernes, 16 de octubre de 2009

Rumbo

Oh huésped de la vida, fragilidad y obstinación a la deriva para quien todo llega y huye pronto o demasiado tarde: a las encrucijadas de la duda, opón el índice de la pasión y el timonel de la memoria; al emborronamiento de los truenos, ofrenda la caligrafía del rayo en la bitácora del universo. Hoy nunca es demasiado pronto. Vive.

martes, 13 de octubre de 2009

La costilla de Adán (16). La mujer maruja

Aspecto físico. En su tierna (lo es) infancia, su silueta tonelera, sus carrillos vivarachos y su hirsuto bigotillo les dan un aspecto de león marino que ya no superan nunca. En su madurez, conviértense en antología de varices y talones planos y juanetes. La escasez y rigidez de sus caderas se halla en proporción directa al tamaño y bamboleo de sus ubres. En su casa gastan bata de guatiné y vetustísimas pantuflas rosa fucsia. En la calle nunca olvidan sus camisas propagandísticas y talludas donde publicitan (para espanto y ruina de la empresa irresponsable) a Ferretería el Manco y a Talleres Lupesino. Sus monumentales michelines les suponen un severo inconveniente en la época de playa, pues propenden a pasear al sol hasta torrarse, quedando entre las lorzas errática porción de su azarosa traza (lo que, al desperezarse, otórgales aspecto entre marsupial y blanquinegro tigre de Bengala). A partir de los cincuenta, empiezan a adquirir las dimensiones de mesa-camilla y a tener estampa de lo que llevan años deseando ser: viudas.

Sexo y pareja
. Con coincidencia estadística cañí, sus mar¡dos llámanse Manolo, Paco y Pepe. En la cama, su temple es contrito y catatónico mientras Manolo, Paco y Pepe las trajinan en silencio; su fecundidad, empero, alcanza el opusino acierto de un ochenta por ciento (4 de 5, para los de letras -la sociología ignora si influencia han en esto las colonias Jack´s y Barón Dandy con que ellas asperjan al pariente-). Sufren, en cambio, taquicardias con Bertín Osborne. Antes de acudir a la consulta de su médico (al que llaman "don"), pasan por la peluquería para adoptar peinados fastuosos y múdanse de bragas (aunque sólo les duela la garganta). En la peluquería, abren las piernas y los deditos de los pies cuando les enjabonan y acarician la cabeza. En las piscinas públicas, pasan horas extáticas e interminables sobre los chorritos de la depuradora. Viven sus experiencias eróticas más tórridas en el verano, lamiendo y succionando ostentosa y estentóreamente cucuruchos de dos bolas.

Alimentación
. Asesinan lentamente a sus esposos con guisos de callos, de criadillas y de sangre encebollada. Ante un plato de fritangas, imposible es contener su gula de cuadrúpedos mugientes. Crían piaras de arrapiezos colosales y nefandos, a cuenta de bocadillos kilométricos de mortadela y de salchichas frankfurt. El ¡Come, niño, come! no hay quien se lo quite de la boca; y pasan, briosas, su pañuelo bien untado de saliva para limpiarles los churretes.

Costumbres y temperamento
. Compran toda suerte de centros de mesa y jarrones y guepardos porcelanosos. Sobre su tele campan el miura, la Virgen de las Noventa Llagas y la Nancy legionaria. Leen el Pronto y echan la Bonoloto. Se conocen al dedillo las proctófilas idiosincrasias del exnovio de Falete. En su discoteca nunca faltan los vetustos éxitos de Camela, el Fary, la Pantoja y Pimpinela (en cassettes adquiridos, casi al peso, en las gasolineras). Se mondan con los mariquitas travestidos y folclóricos. Hacen amarres, echan el mal de ojo y aprecian soberanamente a las latinas pitonisas del Canal 47 y de Telepisuerga. Les duele constantemente algo denominado rabadilla. Cuando van en grupo, lanzan risotadas acutísimas e hipíos y golpéanse los muslos augurando que "se mean". No reciben flores más que el día de su entierro.

Creen en la astrología.

Huellas

A J., que, cauteloso, se pierde a veces en Marienbad.

Nada nos queda, después de que la huella ardiente de la piel sea derogada en el dictamen de la escarcha, sino la huella tibia, improcesable, del recuerdo.

martes, 6 de octubre de 2009

Mitológica

¿Qué amamos en el otro en un principio, qué amaba yo de ti sino tu cuerpo trenzado a un porvenir insinuante, a una proyección prometedora? Fuimos más adelante el corazón que da pasos en falso, hacia arriba, y llega a su latido con retraso (y tempestad y calma, tempestad), la réplica precisa de la piel tras la interrogación de la caricia. Hay un vivir y un haber vivido (y calma y tempestad, y luego calma); y, en ese vértice que los separa, resguardo del olvido que seremos nuestra mitología temblorosa.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Era, fue

Hoy comprendes que sólo en la alambrada que te desgarra de un futuro ya imposible (cómo retrocede inabrogablemente hacia al pasado sin que vayas a abrazarlo más en el presente), cuelga el espejo que te refleja conformado por lo ya vivido, por aquello que, sólo una vez concluso, adquiere su perfil cerrado, su contorno al fin visible e intratable.

lunes, 21 de septiembre de 2009

La promesa (1)

He pasado las últimas semanas viajando en autobús por tres países. El último viaje, un trayecto de casi seis horas entre dos grandes ciudades cualesquiera, que yo presumía el más tranquilo, ha sido en cambio el más accidentado. No he padecido ningún choque, ninguna salida de la carretera, nada de gastroenteritis inciviles y ruidosas, ni mucho menos una declaración de amor intempestiva; pero he tenido un encuentro. Y no siempre buscábamos aquello que acabamos encontrando.

A mi derecha, se sentaba una chica escuálida y rubita, de ademanes depresivos. Delante, dos jóvenes con aspecto de baloncestistas travestidos, con pelos cardados e imposibles. A mi izquierda, una parejita: americano y liliputiense él, mas con cabeza egregia; española y algo más alta ella, con no mucha cabeza. A mi espalda, ocupando los cinco asientos de la última fila, una familia de tres miembros: padre, madre e hijo pequeño, distinguible su edad por la fisonomía, no por la conducta.

Mi compañera de asiento no daba tregua a su teléfono. Se sobresaltaba cada vez que oía la señal de texto entrante y consultaba ansiosa su aparato (aun cuando era claro que no era el suyo el que había sonado). Más inquieta parecía aun cuando escuchaba un tono de llamada: el gesto contrariado al comprobar que no era ella la destinataria, al que sucedían consultas renovadas al manoseado chisme. Finalmente, una melodía dulzona y pegajosa atajó su angustia: ¨¡Hola nene!". "Sí, yo en el bus, medio dormida. ¿Tú qué haces?". Silencio. "Pero, ¿por qué los viernes trabajas siempre hasta tan tarde?". Pregunta que llegó a mis oídos mucho más retórica, me temo, de lo que había salido de sus labios.

Mientras tanto, la pareja y el niñito rebrincaban en los últimos asientos: el papá asustaba al niño al cruzar los túneles, haciéndose pasar ora por el sacamantecas, ora por el coco, y luego recibía bofetadas y collejas de su vengativo infante; más tarde, se imitaban uno a otro las cabriolas, festejados siempre por las risotadas y los aspavientos de la madre, que ingería fritos y arroz inflado y hablaba al tiempo con su cuñada y con su suegra por el "manos libres" (pero sin perder jamás puntada de las cuchipandas de marido e hijo: carecía de límite su orgullo y regocijo). Tras no pocos minutos de familiar delirio, acabó llorando el niño a voces por alguna broma no bien encajada. La acutez de los chillidos molestaba ya hasta a los padres, quienes intentaban silenciarlo con rudas maneras y admoniciones turbias; pero entraban éstas por la oreja y salían por el oído opuesto del chiquillo. Mas quedaron finalmente todos calmos y dormidos sobre la postrera fila, en un pandemonium de bolsas de fritos, de patatas Matutano y de panchitos, así como de pies delcalzos con olores tan intensos y tan poco digestivos como el de las bolsas desventradas.

También la parejita de mi izquierda se afanaba en sus asuntos. Ella, que era todo mimos y arrumacos para con su novio, colocaba un auricular del Ipod en la oreja del americano y se colocaba el otro en una de las suyas, pues quería que escuchara aquél una canción de moda y movidita (esto último pude deducirlo de los comentarios y los movimientos de la chica quien, también descalza, colocábase sobre el asiento en posición fetal y de cúbito supino, y movía los piececitos al son del compás y del "subidón" que, aseguraba, producía la tonada). También el joven recibió llamada a su teléfono, a la que contestó con pavoneo y con maneras de gallito (o es que me confundió el acento del muchacho); sea como fuere, el chico hizo un comentario tras colgar el móvil, que yo no pude oír pero que a ella le sentó como patada contra el bajovientre, pues cambió su gesto de éxtasis melódico y éste se tornó mohíno y despechado. Volviendo el rostro contra la ventana y negándole la cara al compañero, le decía: "Eres gilipollas". "Tienes celos infundados", contestaba el chico. "¡Infundados los cojones! Siempre estás igual con esa tía". Y, al decirlo, cruzaba los brazos sobre el pecho, fruncía los labios y cabeceaba cual torito. Comenzó entonces la estrategia de conciliación del yanki: al principio se acercaba al oído de la chica para transmitir ternezas, pese a que ella había olvidado retirarse el chisme de la música; era la mejor opción, no obstante, pues su otra oreja reposaba firmemente en el asiento. Como ella no miraba y lo apartaba a topetones de su lado, él se retrepaba en el asiento y giraba sobre el lomo de su novia, buscándole el camino de la cara. Todo en vano. Con postura equilibrista y contorsiones tremebundas, alcanzó a mirarla de soslayo; pero ella le empujó de nuevo, desmontándole de la nariz las gafas al muchacho quien, buscando retenerlas, perdió el punto de apoyo y resbaló, de suerte que fue a dar de culo al suelo. Aquello fue castigo y penitencia suficiente para ella. Tras ayudarlo a acomodarse, volvió a su compulsión melosa: poniéndole morritos y achinando el gesto, interrogaba, redundante, a su pareja: "¿Me quieres? ¿A que sí me quieres?" Asentía el muchacho con profundos movimientos de cabeza. Y así siguió la cosa hasta que uno y otro fueron abducidos por la tele del vehículo: grititos guturales y abundante kleenex, ella; cabeceos y accesos pantagruélicos de apnea él, ante una peli de trama romántica y mediano presupuesto.

La promesa (2)

Sería injusto atribuir al tedio o al cinismo antropológico mi calmada disección de aquellas agitaciones. Inevitablemente, veía yo en cada uno de aquellos viajeros (y qué persona no es un ser en permanente viaje) un perfil tullido por sus limitaciones, ensombrecido por sus miserias. Tenía ante mí a la humanidad desnuda. Y, aunque uno deseó encontrarse siempre así con media especie, aprendió también que es preferible hallarse con ciertas verdades bajo sus ropajes.

No era, pues, ni menosprecio ni sarcasmo lo que yo sentía ante los demás viajeros; pero tampoco era curiosidad. Era más bien una desazonada compasión, un reconocimiento estremecido y, acaso, culpable. Al principio, bajo nuestra mirada intacta y aún no fatigada, miramos a los otros como a través de una ventana; un nuevo mundo (incierto, temido, deseado) nos solicita en cada ser humano. Pasado el tiempo, esas ventanas acaban degradándose en espejos; nos vemos en los otros y en ellos nos reconocemos. Yo no encontraba novedad alguna ni sorpresa en mis compañeros de viaje, tan sólo conseguía verme reflejado en ellos, como multiplicado en las esquirlas hirientes (tanto laceran al posar los ojos) de un espejo roto. Contempladas a la distancia exacta, todas las cosas nos revelan su secreta urdimbre, la cartografía exacta de su alma. También ocurre así con cada hombre. En cada uno de aquellos viajeros adivinaba yo la trayectoria de sus vidas. Era capaz de proyectar ante mis ojos el resto del camino que andaban recorriendo; podía completar el círculo (aún incompleto su dibujo) que iban trazando en el decurso de sus días. Y, al mismo tiempo, sentía que mi jornada no era menos previsible; sólo que no podía o no quería (probablemente no quería) aplicarme esa mirada despiadada.

Nadie salió jamás ni saldrá nunca de su deriva inexorable -meditaba entonces-, ni puede nadie desviar el rumbo al que nos arrojaron desde nuestro no elegido origen (el gesto más humano e instintivo: el de los ojos y el silencio solidarios con los que acompañamos a la estrella que, fugaz, se lanza en trayectoria inabrogable, atravesando el horizonte oscuro. El gesto en el que comprendemos que uno y lo mismo es el que mira y lo mirado). Nadie se dirigía hacia un idéntico destino en aquel viaje, aunque fuéramos todos a una ciudad que respondía al mismo nombre. Cada camino que emprendemos nos conduce a Roma, hacia una Roma que nos aguarda en solitario y que desaparece en nuestro fuego. A bordo de este bus -seguía meditando-, a bordo de lo que fatalmente soy, también yo me dirijo hacia aquella Roma que me espera en lontananza, que fue erigida sólo para mí (tibia como mi carne) y sabe a mi ceniza.

La promesa (3)

Ante las miserias de la especie, ante su fatalidad probada, Terencio dictamina: Hombre soy y nada humano estimo ajeno. Frase que instituye una seguridad jactanciosa sobre la previsibilidad de los caminos de la especie. En su dictum, Terencio condensa el escepticismo clásico: una cosmovisión -la grecolatina- que nos des-engaña, pero que nos des-ilusiona. Nihil novum sub sole. Ante él, ante los griegos congregados en Corinto, Pablo -espíritu profético- erige su apología del porvenir: Videmus nunc per speculum in aenigmate: tunc autem facie ad faciem. Nunc cognosco exparte: tunc autem cognoscam sicut et cognitus sum (I, Corintios, XIII, 12) Vemos ahora en un espejo, en la oscuridad; pero veremos luego cara a cara. Ahora conozco sólo en parte; pero conoceré luego como soy conocido. Si las palabras del griego son burlonamente aquiescentes con los hechos, las del judío -temple utópico- se rebelan contra la tiranía de lo dado. No es, sin embargo, una disconformidad rencorosa e impotente. Pablo impugna lo que el hombre es a la luz de lo que puede ser. La ironía se vuelve profecía. Como Borges, dice misterio donde otros sólo dicen costumbre.

Para Leon Bloy: La sentencia de San Pablo: Videmus nunc per speculum in aenigmate sería una claraboya para sumergirse en el Abismo verdadero, que es el alma del hombre.

El pensamiento platónico y parmenídeo teme el caos y el azar: es un notario de eternidades. Pero el momento de la absoluta seguridad es también el de la completa quietud o la completa inercia; la claridad fulminante, el germen de la ceguera ante lo imprevisible. Cuando olfateamos lo que sobreviene como un cadáver que huele a pasado, cada presente acaba confinado en el exilio de lo no vivido. Echamos la llave a las puertas del campo.

Sigue Bloy: No hay en la tierra un ser humano capaz de declarar quién es, con certidumbre. Nadie sabe qué ha venido a hacer a este mundo, a qué corresponden sus actos, sus sentimientos, sus ideas, ni cuál es su nombre verdadero, su imperecedero Nombre en el registro de la Luz… La historia es un inmenso texto litúrgico donde las iotas y los puntos no valen menos que los versículos o capítulos íntegros, pero la importancia de unos y de otros es indeterminable y está profundamente escondida.

Antes que un gestor racional de hechos y desechos consumados, el ser humano es una buena nueva que espera cumplimiento. Así lo entiende Hannah Arendt: Reconocer nuestra humanidad nos proporciona algo más que una carga -la necesidad de comprender nuestros actos-, nos proporciona también un legado. Qué tentador es renunciar a esa herencia promisoria. ¿Cómo ser fiel cuando la carga es tan pesada? ¿Cómo guardar lealtad cuando los alaridos ensordecen las promesas, cuando la tempestad y la marea oscura ahogan al espíritu que busca e interpela?

Se encuentra en la misma naturaleza de las cosas el que cada acto, una vez que aparece y queda registrado en la historia de la humanidad, permanezca en la raza humana como algo potencial mucho después de que se haya convertido en algo perteneciente al pasado... Una vez que un crimen especifico surge por primera vez, su reaparición es más probable de lo que podía haber sido su emergencia inicial.

La sangre es nuestro lenguaje. En el juicio del hombre contra el hombre, tenemos a la historia por testigo. ¿Somos algo más que un crimen latente, una recurrencia asesina? Basta mirar en torno. No todo porvenir está manoseado. Pero, ¿cómo se activa esa cuenta de posibles que es el hombre? Con el ejemplo. Igual que sucede con el crimen, también la reaparición del gesto noble es más probable después de que por vez primera haya comparecido. La esperanza de Pablo en la perfectibilidad de cada ser humano se sustenta en el impulso a la emulación de aquel al que admiramos.

Según Peter Sloterdijk: En el núcleo de una antropología noble, encontramos una disciplina filológica que, para el intelecto vulgar, es ipso facto inconcebible: la lingüística del entusiasmo. Partiendo de la tesis de que el hombre es el animal que se predice, esta lingüística trata de actos verbales con los que los hombres anuncian hombres venideros. (...) Los hombres anuncian a otros hombres en cuanto hablan -también en los más eminentes tonos- de las posibilidades humanas. Es la lengua como melos, mitos y logos en la que los hombres invitan a sus semejantes a convertirse en hombres. Quien corresponde a la invitación del discurso sobre las más eminentes posibilidades humanas va a parar al centro del proceso de humanización. Al penetrarse de la importancia de tales discursos, los individuos experimentan el impulso no sólo de ser oyentes de la palabra, sino también de convertirse en sus autores. Desde siempre fue la humanización un suceso en el que predicadores eminentes proponían a sus semejantes modelos de humanidad, historias ejemplares de los antepasados, los héroes, los santos, los artistas. A esa fuerza demiúrgica de la lengua la llamo la promesa. (...) El hombre tiene que ser prometido al hombre antes de someter a prueba, en sí mismo, lo que puede ser.

La emulación entusiasta nos proscribe abusar de la naturaleza humana como justificación de la tiniebla íntima: supone sentir, con Camus, que hay en el hombre más cosas admirables que merecedoras de desprecio. Gracias al ejemplo de la persona amada, accedemos a nuestras potencialidades más nobles (se equivocaba Wilde y acertaba Éluard: a cada uno nos construye lo que amamos; el amor es el hombre que se sabe inacabado). La mimesis admirada es la revuelta radical del ser humano, aquella que alzamos (Kundera): "contra la condición humana que no hemos elegido".

La promesa (y 4)

Pienso en El año pasado en Marienbad. Un grupo de hombres y mujeres sin nombre, satisfechos, sombríos, impotentes, languidecen en un hotel de lujo elegante y frío como una necrópolis. Condenados al eterno retorno de lo insípido, no tienen memoria; tampoco porvenir. Uno de ellos, sin embargo, ama a una mujer. Se promete algo: escapar de allí, con ella. A lo largo de los días (un mismo día repetido y vano como un lamento), con la delizadeza del que ama, teje y desteje para ella un tapiz pespunteado de pasión y de paciencia: recuerda para ella, inventa para ella, un pasado compartido, un amor logrado. Ella, al principio, sólo escucha. No recuerda. No imagina. Infatigablemente, el hombre devana su historia; le arrima su imaginación hasta que ella atrapa (urde) un recuerdo compartido (también imaginado). La imaginación consigue convertir lo que deseamos en venero de promesas, asemejándonos a un enamorado al que su amor lo persuadió de que podía esperarlo todo. Es un caudal con el que los pioneros del futuro formulan mundos habitables (por ellos, por quienes los escuchan). Nuestra imaginación contagia vida.

Decía Aristóteles que el alma es todo lo que ella conoce. Contagiada por la imaginación ajena, la mujer -recuerdo la promesa de Pablo- deja de ver su imagen confirmada eternamente en el espejo de los días; ahora abre una ventana al norte para verse con su amado, cara a cara; aprende ahora a conocerse como por él ha sido conocida, amada.

El parque del hotel era un jardín de estilo francés; sin árboles, sin flores, sin vegetación alguna. La grava, la piedra, el mármol, la línea recta creaban espacios precisos, superficies sin misterio. A primera vista, parecía imposible perderse. A primera vista… A lo largo de los paseos rectilíneos, entre las estatuas de ademanes congelados y las losas de granito, por los que usted, ahora, estaría ya perdiéndose para siempre, en la noche tranquila, sola, conmigo.

***

Pienso ahora en mis compañeros de viaje. La pareja de jóvenes descansa, el uno junto al otro, ya calmados. A mi lado, entre sueños, la chica aprieta el móvil, entre las manos. El silencio es absoluto. Todos duermen. Al frente, miro la carretera por la que avanzamos, entre tinieblas. La sombra no me pesa. Te recuerdo. Miro de nuevo hacia adelante, allá donde el camino se prolonga. Avanzo un poco más. A veces duele; pero salva. A lo lejos, la noche acontece. Silencio, viento, oscuridad. El mundo me hace señas y no las desatiendo. Estoy en paz con mis promesas. Cuando nuestro deseo sea un hambre, nuestra imaginación será alimento. No viajo solo. (Te recuerdo) Mientras seamos viajeros, habrá tierra prometida.

sábado, 19 de septiembre de 2009

De santos y calenturas

Manoseando por La casa del libro, veo acercarse a la caja a una pizpireta jovencita.

- Perdone... ¿tiene San Manuel Bueno, mártir?
- ¿De Cátedra? -pregunta el cajero.
- ¡No! -cabecea ella con pedagógica condescendencia- De Unamuno.

***

Hace un par de horas, me levanto de aquí para tomar un café con Rocío, una antigua novia.

-Fran: si no vas a usar el ordenador, apágalo, ¡que se calienta mucho!

Pienso en mis épocas de desuso y soltería. Sintiéndome solidario de la máquina, acaricio sus teclas y espero unos segundos, aguardando acaso una respuesta de su obstinación mimosa. Y luego lo apago.

***

En la cocina, meto una taza de leche en el microondas. Minuto y medio; me gusta que abrase. Abro la puerta y palpo la taza: como siempre, la parte superior ardiendo; mucho más fría la base. Me vuelvo hacia Rocío, que no me quita alarmado ojo mientras trajino con sus cosas:

-Niña, las exnovias sois como los microondas: nos calentáis la cabeza; pero nos dejáis fríos por abajo.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Getting into the swing

Para la artista que el lunes avanza en busca de su vocación perdida.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Miramientos

Quien deja de mirarnos bajo el prisma
de belleza, más tarde o más temprano
acaba apeándose de nuestros ojos.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

La importancia de leer Spiderman

A primera vista parecía imposible perderse. A primera vista...

(Para ti, claro.)


jueves, 20 de agosto de 2009

Mayo del 88

A través de los amplios ventanales de su despacho casi en sombra, el notario repasa los contornos consuetudinarios, la agitación balbuciente de su ciudad. Maquinalmente satisfecho consigo mismo, sabe que ha logrado domeñar un nuevo día, que nada ha perturbado (ni perturbará) su sereno imperio sobre el orden de las cosas. Apenas logra reparar en la tormenta que se anuncia en lontananza (tan tibio es el sillón en que se mece); en la disputa turbia de los manifestantes, allá abajo (qué lejana). Podría, sin embargo -bastaría con afilar la voluntad y dirigir la vista al lateral del edificio-, detenerse en la pintada de un rojo desvaído (Ne travaillez jamais), que el sol despierta y ensangrienta en su trayecto hacia el ocaso; en el compromiso que él mismo trazó (aquí abajo) hace hoy justamente veinte años.

Horizonte

El pecho tiene espacio suficiente
para albergar a todo lo que huye.
Y esta orfandad. Sol que se pone
sobre un oleaje de caricias,
cuando tu ardor se escapa entre mis dedos.

martes, 18 de agosto de 2009

Amor, eres la piel donde me hundo
y en la que puedo ser
acariciado por el mundo.

viernes, 14 de agosto de 2009

miércoles, 12 de agosto de 2009

Soy, somos

Ahora que vuelvo a mi ciudad, me preguntan por qué la prefiero a los pueblos. Con la pereza de la generalización, respondo: "En la ciudad, se conjugan los verbos en primera persona del singular; en los pueblos, lo hacen en primera persona del plural". Con eso queda dicho todo.

Te Deum

Génesis y Apocalipsis. Las obras completas de Dios. Otro autor que mejoró con la experiencia.

jueves, 23 de julio de 2009

martes, 21 de julio de 2009

Jamás encontrás una alegría
cuyo esplendor no sea, y su victoria,
de estrella errante y ave migratoria.
El himno se te quiebra en elegía,
criatura del exilio y la memoria.

El tercer hombre

Aquel que se te entrega herido y el que se te resiste intacto conviven con un sabio consejero ante quien permanecen sordos.

Volando a la región donde todo se olvida

sábado, 18 de julio de 2009

Albada

Anoche en nuestro lecho fuimos dos.
Echo de menos el ayer perdido,
entre los mutuos cuerpos confundidos,
en el que no acertaba a decir yo.

viernes, 10 de julio de 2009

Nagara

El sol se desmigaja sobre el agua.
Tu mano no sostiene ya mi mano.
Mis párpados se cierran ante la belleza.

El mar sigue velando cuando todo duerme.

martes, 30 de junio de 2009

Herida

No hay nada más desgarrador, amiga,
que perecer en la distancia helada
donde mirada amada ya no mira.

jueves, 18 de junio de 2009

Tontalitarismo igualitario

[Apuntes en tiempos apresurados para un artículo futuro. La lección de un maestro que ya lo dijo todo hace siglo y medio.]

Ante todo: la importancia capital del bachillerato como institución vertebradora de la cultura de una sociedad:

Los dos conocemos el instituto de bachillerato: ¿también con respecto a esa institución educativa, por ejemplo, cree usted que se podría acabar con las antiguas y tenaces costumbres, con ayuda. de la honradez, y de ideas buenas y nuevas? En mi opinión, en este caso, a los arietes de un asalto no se opone una dura muralla, sino la más fastidiosa rigidez e inasibilidad de todos los principios. El asaltante no debe destruir a un adversario visible y sólido: antes bien, dicho adversario está disfrazado, puede transformarse en cien figuras, y en una de éstas puede escapar a la garra que lo atrape, confundiendo siempre al asaltante con una vil concesión o con un movimiento de retroceso. Precisamente el instituto de bachillerato ha sido el que me ha impulsado a huir desalentado a la soledad, precisamente porque opino que, si en ese campo no concluye la lucha con una victoria, todas las demás instituciones de la cultura deberán ceder, y que, si alguien se desanima con respecto a eso, deberá desanimarse. también con respecto a las cuestiones pedagógicas más serias. Así, pues, le ruego, maestro, que me instruya en relación con el instituto de bachillerato: ¿qué decadencia podemos esperar de él, y qué renacimiento?»

«También yo», dijo el filósofo, «atribuyo al instituto de bachillerato, como tú, una importancia enorme: todas las demás instituciones deben valorarse con el criterio de los fines culturales a que se aspira mediante el instituto; cuando las tendencias de éste sufren desviaciones, todas las demás instituciones sufren las consecuencias de ello, y, mediante la depuración y la renovación del instituto, se depuran y renuevan igualmente las demás instituciones educativas. Ni siquiera la universidad puede pretender ahora tener semejante importancia de fulcro motor. La universidad, en su estructura actual, puede considerarse simplemente -al menos, en un aspecto esencial- como el remate de la tendencia existente en el instituto de bachillerato.

Sobre la imposibilidad de compatibilizar la excelencia intelectual y el igualitarismo (no de derechos, sino de resultados) y cómo esto deviene en la dictadura del "ser de masa", que el Estado fomenta:

En el momento actual, nuestras escuelas están dominadas por dos corrientes aparentemente contrarias, pero de acción igualmente destructiva, y cuyos resultados confluyen, en definitiva: por un lado, la tendencia a ampliar y a difundir lo más posible la cultura, y, por otro lado, la tendencia a restringir y a debilitar la misma cultura. Por diversas razones, la cultura debe extenderse al círculo más amplio posible: eso es lo que exige la primera tendencia. En cambio, la segunda exige a la propia cultura que abandone sus pretensiones más altas, más nobles y más sublimes, y se ponga al servicio de otra forma de vida cualquiera, por ejemplo, del Estado.

¿Por qué esta subordinación de la instrucción pública a los intereses del Estado? La recaudación de servidumbre asistida:

Ahora bien, este último fenómeno debería volverlos perplejos, debería recordarles, por ejemplo, esa tendencia afín, comprendida poco a poco, de una filosofía favorecida tiempo atrás por el Estado y destinada a promover los fines del Estado, o sea, la tendencia de la filosofía hegeliana; más aun: quizá no fuera exagerado sostener que Prusia, al subordinar todos los esfuerzos culturales a los fines del Estado, se ha apropiado con éxito de la parte en que la herencia de la filosofía hegeliana es prácticamente utilizable: la apoteosis del Estado, por obra de dicha filosofía llega a su apogeo indudablemente en esa subordinación.»

«Pero, ¿qué fin puede tener el Estado», preguntó el acompañante, «al sostener una tendencia tan inquietante? Que se trata de fines políticos resulta ya evidente del hecho de que otros Estados admiran, consideran ponderadamente y aquí y allá imitan semejante reglamento escolar de Prusia. Evidentemente, esos otros Estados suponen que eso beneficia a la estabilidad y a la fuerza de un Estado, como ocurre con esa famosa conscripción general, que ha llegado a ser tan popular. Cuando se ve que todos llevan periódicamente y con orgullo el uniforme militar, cuando se ve que casi todos han recibido en los institutos de bachillerato una cultura nivelada de Estado, se puede hablar entonces, con exageración, casi de un reglamento digno de la antigüedad, de una omnipotencia del Estado alcanzada sólo en la antigüedad, y que el instituto y la educación estimulan a los jóvenes a considerar semejante Estado como la cima y el fin supremo de la existencia humana.»

¿Por qué necesita el Estado ese número excesivo de escuelas y de profesores? ¿Con qué objeto esa cultura popular y esa educación popular, tan ampliamente difundidas? Porque se odia al espíritu alemán auténtico, porque se teme la naturaleza aristocrática de la cultura auténtica, porque propagando y alimentando las, pretensiones culturales en la multitud se quiere incitar a los grandes individuos a buscar un exilio voluntario, porque se intenta escapar a la severa y dura disciplina de los grandes guías, haciendo creer a la masa que encontrará por sí sola el camino, guiada por el Estado, auténtica estrella polar. ¡Ahí tenemos un fenómeno nuevo! ¡El Estado como estrella polar de la cultura! No obstante, hay una cosa que me consuela: ese espíritu alemán, que se ve combatido hasta ese punto, que ha sido substituido por un vicario cargado de decoraciones variopintas, ese espíritu -digo- es valiente: luchando, conseguirá salvarse, abrirse camino hacia una época más pura, y conservará -siendo como es noble y consiguiendo como conseguirá la victoria- cierto sentido de compasión hacia el Estado, y lo excusará de su alianza con semejante pseudocultura, ya que la situación del Estado es extraordinariamente penosa y embarazosa. Efectivamente, ¿quién puede hacerse idea, en definitiva, de lo difícil que es la misión de gobernar a los hombres, es decir, de conservar la ley, el orden, la tranquilidad y la paz, entre muchos millones de individuos, pertenecientes a una casta que en su inmensa mayoría es descomedida, egoísta, injusta, irracional, inmoral, envidiosa, malvada y, por si fuera poco, bastante limitada y extravagante, y, además, defender continuamente, contra vecinos codiciosos y bandidos insidiosos, las posesiones que el Estado ha conseguido adquirir? Un Estado en condiciones tan tristes se une a cualquier aliado: y, cuando un aliado se ofrece espontáneamente, con frases pomposas, cuando, como ha hecho Hegel por ejemplo, lo llama "organismo ético absolutamente perfecto", y establece como misión de la cultura que cada cual encuentre el lugar y la situación en que pueda servir del modo mejor al Estado, ¿quién va a tener derecho a asombrarse en tal caso de que el Estado salte al instante al cuello de semejante aliado espontáneo, y lo salude con plena convicción y con su profunda voz barbárica: "¡Eso es! ¡Tú eres la cultura, tú eres la civilización!"


Este modelo "comprensivo" y estatocrático sólo puede sostenerse, por supuesto, sobre otra masa: la que conforman los profesores mediocres al servicio del tontalitarismo igualitario del Estado:

Lo mismo se puede decir también con respecto a los profesores. Precisamente los mejores, los que en general, según un criterio superior, son dignos de ese nombre honorífico, quizá sean los menos aptos, en el estado actual del bachillerato, para educar a esta juventud no selecta, escogida, amontonada, y, más que nada, deben ocultarle, en cierto modo, lo mejor que podrían ofrecer. Por el contrario, la inmensa mayoría de los profesores se siente en su ambiente en esas escuelas, ya que sus dotes están en cierta relación armónica con el bajo nivel y la insuficiencia de esos escolares. Esa mayoría exige ruidosa e insistentemente la fundación de nuevos institutos y nuevos centros superiores: vivimos en una época en que con esas continuas exigencias, que resuenan con un ritmo ensordecedor, provoca indudablemente la impresión de que hoy una necesidad desmesurada de cultura intenta afanosamente satisfacerse. Pero precisamente ésta es la ocasión en que hay que saber entender bien, en que hay que mirar a la cara -sin dejarse turbar por el efecto pomposo de las palabras culturales- a quienes hablan tan incansablemente de la necesidad cultural de su época. Se experimentará entonces una extraña decepción, la misma que nosotros, mi querido amigo, hemos experimentado con tanta frecuencia: de repente esos chillones heraldos de la necesidad cultural se transformarán, si los miramos seriamente y de cerca, en adversarios ardientes -o, mejor, fanáticos- de la cultura auténtica, es decir, de la que es partidaria de la naturaleza aristocrática del espíritu.

No, queridos estudiantes de bachillerato, la Venus de Milo no os importa para nada; pero igualmente poco importa a vuestros profesores, y ésa es la desgracia, y ése es el secreto del bachillerato actual. ¿Quién podrá conduciros hasta la patria de la cultura, si vuestros guías están ciegos, aunque se hagan pasar todavía por videntes? Ninguno de vosotros conseguirá llegar a disponer de un auténtico sentido de la sagrada seriedad del arte, ya que se os enseña con mal método a balbucear con independencia, cuando, en realidad, habría que enseñaros a hablar; se os enseña a ensayar la crítica estética de modo independiente, cuando, en realidad, se os debería infundir un respeto hacia la obra de arte; se os habitúa a filosofar de modo independiente, cuando, en realidad, habría que obligaros a
escuchar a los grandes pensadores. El resultado de todo eso es que permaneceréis para siempre alejados de la antigüedad, y os convertiréis en los servidores de la moda.

Frente a ello, la defensa de la excelencia cultural:

Así, pues, nuestro objetivo no puede ser la cultura de la masa, sino la cultura de los individuos, de hombres escogidos, equipados para obras grandes y duraderas: nosotros sabemos ahora que una posteridad equitativa juz­gará el estado cultural de conjunto de un pueblo únicamente en función de los grandes héroes de una época, que avanzan en solitario, y dará su veredicto según que dichos héroes hayan sido reconocidos, ayudados, honrados, o bien segregados, marginados, maltratados, aniquilados.

[Continuará.]

lunes, 15 de junio de 2009

domingo, 14 de junio de 2009


Bebo mi rostro sobre un ojo de agua
que miro y que me mira, que me bebe.
Yo soy el que se hunde en la frontera
de los labios, la imagen que perece.

miércoles, 10 de junio de 2009

Tu recuerdo calando gota a gota

la herida hospitalaria donde brota
ese perfume hecho de memoria...

lunes, 8 de junio de 2009

La rabia es una lluvia en la garganta que no mana.
Llora también, tras la ventana,
la lluvia que ya no compartiremos.

(¿Contra qué nombres, dónde se precipita
la fiebre, la tormenta a la que un día convergimos?
Haces sangrar mi alma todavía
como garganta contra la acerada
obstinación de la cuchilla.)

Fuiste artesana de mi piel, lluvia de manos,
lengua que rubricaba mi costado.
Hoy sólo queda, tras la lluvia,
mi cuerpo convertido en huella tuya.

(Qué poco amor necesitamos para dar la vida.
Qué poca vida para darnos muerte.
Qué poco tú y qué poco yo para un nosotros.
Qué tenue rayo para tanto trueno.
Relámpago que hiere y que no dura.
Eso hemos sido.)

Llueve la lluvia y nos arroja contra el mundo.
Nosotros no ha sobrevivido a ti y a mí.
La noche está de luto, pero pasa;
vuelve la aurora y no nos reconoce.
Morir es algo más que seguir vivo
y el tiempo no me evita ni me acoge.

viernes, 29 de mayo de 2009

Cuestión de cortesía

Señorita, le ruego que no me eche su ego encima (a menos que venga precedido de su cuerpo).

miércoles, 27 de mayo de 2009

La lección de la maestra





http://latorredemontaigne.blogspot.com/2007/09/la-escuela-de-la-esperanza.html

miércoles, 20 de mayo de 2009

Compañera

Para siempre me tienes a tu vera,
la querencia me aposta a tu costado,
y si acaso me ausento de tu lado,
tendida junto a ti dejo mi estera.

Para siempre me tienes compañera,
para siempre me tienes aferrado,
parra que alzas, rosal que te ha trepado,
yedra tenaz, osada enredadera.

Yo nunca cejo, amor, yo nunca cejo,
a menudo me vuelvo en el camino
y en el rostro me llevo tu reflejo.

Nunca me alejo, amor, nunca me alejo,
de pájaros me lleno y me culmino
y me venzo hacia ti, por ti me inclino.


lunes, 27 de abril de 2009

Poética

1

Nunca te desdigas
de lo que callaste a tiempo.
Hay valor cuando se emprende
un prontuario de omisiones.

2

Una adición de éxtasis
no siempre es una suma.

3

¿Tender la mano abierta al vértigo
o aprender de los árboles,
que han aprendido a cortejar su calma?

4

La vida, un puñado de verdades
que es difícil encajar de noche.

5

No basta con amar
a las palabras para arder
en el insomnio de la sensación.
Elucidar la vida exige aliento.

6

Pasión, la eternidad acecha
por la rendija herida de tu puerta.

7

La luz sólo ilumina
si renuncia a hacer cautivos.
La belleza no precisa sacrificios.

La biblioteca está en llamas (12)

Como no renunciaba a la esperanza de volver alguna vez a la universidad, me dedidí a preparar mi tesis pese a la enorme pereza que me daba. Escogí como tema el pensamiento de Cioran, que yo conocía bastante bien y el resto de la academia española nada en absoluto. Además podía leerle en su idioma original (en aquel entonces Cioran no quería saber nada de sus libros en rumano) y la bibliografía a consultar era bastante corta, porque casi nadie le había estudiado todavía. De modo que podía ser exhaustivo sin quedarme eshausto. Como director de tesis opté por José Luis Pinillos, catedrático de Psicología con quien siempre me había llevado razonablemente bien. Pinillos fue un director de tesis nada entrometido, cooperativo y tolerante, pero creo que tuvo ocasión de maldecir más de una vez la hora en que se le ocurrió aceptar mi encargo. Y es que enseguida empezaron los problemas. No en vano yo tenía ya una fama bien asentada de perturbador levemente perturbado (mi último tropiezo fue verme expulsado de un curso de doctorado algo aburrido por haberme dedicado sin recato a meter mano a una exuberante compañera, tan aburrida o más que yo). La primera alarma fue el rumor, no menos disparatado que halagador, de que Cioran era un invento mío, un heterónimo para publicar mis chifladuras y que la pretendida tesis sobre tal fantasma no pretendía ser sino una sofisticada burla a la academia. Yo me lo tomé a broma, pero Pinillos pareció algo preocupado y me aconsejó que recabase del autor una carta respaldando mi trabajo, que serviría además como prueba de su existencia. De modo que le escribí: "Cioran, dicen que usted no existe". Me contestó a vuelta de correo: "Por favor, no les desmienta". Pero me envió una especie de carta-prólogo para la tesis, en la que aseguraba que él de ningún modo era un filósofo y que el único miembro de este gremio que conocía actualmente era un clochard parisino que solía pedirle de vez en cuando dinero mientras abominaba de los sinsabores de la vida. Francamente, no sé si la misiva contribuyó a mejorar las cosas: ya nadie dudó de que Cioran existiese, pero todos pensaron que éramos desdichadamente tal para cual.

La biblioteca está en llamas (11)

El júbilo no puede ser excesivo, sino que es siempre bueno; la melancolía, en cambio, es siempre mala.

lunes, 20 de abril de 2009

La biblioteca está en llamas (10)

Había en otros tiempos... ¿ha observado cómo aromatizan e invaden el cuarto las glicinas bañadas por el sol de esta pared? Lo hacen como si (liberadas por luz) se movieran con avance secreto, rozando y pasando de uno a otro átomo los mil ingredientes de esta penumbra. Ésa es la esencia del recuerdo: sensación, gusto, olfato. No se trata del entendimiento, del pensar. La memoria no existe; el cerebro recuerda lo que los músculos se esfuerzan por hablar, ni más ni menos, y la resultante es por lo general falsa, merecedora apenas del nombre de sueño... ¡Ah sí, el dolor se aleja, se desvanece, lo sabemos muy bien..., pero pregunte usted a los lagrimales que han olvidado llorar! Hubo en otros tiempos un estío de glicinas. Todo estaba impregnado de glicinas (y yo tenía catorce años entonces), como si todas las primaveras futuras se hubieran condensado en una sola en un verano: la primavera y el verano que pertenecen a toda mujer que ha respirado en este mundo, deudora de todas las primaveras traicionadas que, desde tiempos irrevocables, quedaron detenidas para volver un día a reflorecer. Era una vendimia de glicinas, pues el año de vendimia consiste en esa dulce conjunción de raíces, flores y ansias, horas y tiempo; yo (que tenía catorce años) no insistiré en la floración, puesto que ningún hombre podía mirarme aún (ni lo haría jamás) con algún detenimiento, no como a una niña, sino como a algo menos que una niña; no sólo más niña que mujer, sino menos que cualquier especie de carne femenina. Tampoco hablaré de hojas... yo, hoja amargamente pálida, raquítica y frustrada, temerosa de cualquier derecho al verde luminoso que podía haber iniciado los tiernos juegos infantiles de novios de un día, o detenido el vuelo de las voraces avispas masculinas de una pasión futura. Pero insisto y reclamo la raíz y las ansias, ¿no he heredado acaso de todas las Evas solitarias que han nacido después de la Serpiente? Sí, lo afirmo, yo crisálida frustrada de una ciega simiente perfecta: pues ¿quién podrá decir que una raíz nudosa y olvidada no florecerá un día en un capullo redondo y concentrado, más pleno y concentrado y embriagador porque esa misma raíz abandonada no estaba muerta sino dormida?

lunes, 13 de abril de 2009

Yo, que tantos hombres he sido...

Como se colige del relato del topillo (insisto en que el topo es real, no una amenazadora forma de mi fiebre), atravieso una época de cambios, viajes, estrés laboral y trastornos de personalidad. Escribo mucho en mis cuadernos, pero poco aquí.

Para conjurar mis demonios, he decidido hacer un experimento: he creado un blog heterónimo. En él, seré fiel al hombre que yo sería (yo, que tantos hombres he sido) si fuera lo que mi hermano, mi señora esposa y muchos amigos, conocidos y saludados son: un progre melancólico. Este espécimen es una mezcla de nostalgia narcisista, compulsión viajera y fervor utópico (vertiginosamente inconcreto); en suma, un tipo que no está nunca en casa: en el presente. Un ejemplar que zascandilea con la gramática de la poesía, ignorando la poesía de la gramática (de ahí su afición a los juegos de palabras y las conversaciones etéreas, su culto a los payasos y los vagabundos, el vicio por los amores imposibles, los trucos de magia, las revoluciones -en otros países-, Montmartre en cinemascope, las letras minúsculas, un Rimbaud que es el Ché que es Jim Morrison, la improvisación, el jazz, los puntos suspensivos... los cigarrillos... el humo...). Espíritus superficiales, pero seductores. Niños grandes.

Así que actuaré como si me gustaran el Bolaño más etílico y el Cortázar más cronopio y "colgaré" (durantes unas semanas y de tanto en tanto, nomás) textos breves, fotos y vídeos musicales on the rocks. Y fiebre y lanza y baile y sueño. ¿Me convertiré en un seductor grunge, a mi pesar? Vosotros, hermano, señora esposa, amigos, conocidos y saludados diréis si gano con el cambio.

(El blog se subtitula: Memorias de un Adriano. Conviene aclarar que los Sianes somos los, así llamados desde antaño, Adrianos http://desmemoriasdeadriano.blogspot.com/)

miércoles, 1 de abril de 2009

La luz de la mañana los disipa

Anoche volví a soñar que salía de la casa de mis abuelos paternos, que tiraba a correr hacia la casa de mis otros abuelos, allá arriba, en las afueras del pueblo. Un sueño recurrente que, desde hacía años, no tenía (¿Por qué tan a menudo corro en sueños?).

Al despertar esta mañana, pensaba que, tras la muerte de mi abuela materna, esas casas están al fin vacías y que sólo podría encontrarlas habitadas ya en mis reiterados sueños. Pensaba que debía sentirme melancólico: era ya irrecuperable mi lejana infancia, había perdido el referente vivo de mis antepasados, no volverían a repetirse las carreras solitarias por mi pueblo. Pensaba que vivir es, más que disfrutar de las conquistas, aprender a gestionar las pérdidas. Vivir es ir muriendo cada día. (Y es que lentamente engrosa el número de encuentros a los que sólo acudiremos en nuestros repetidos sueños y lentamente aumenta el número de aquellos que nos acompañan hoy tan sólo en la imaginación, en el deseo y el recuerdo -ya nunca más se posará su mano sobre nuestra mano, ni se aferrará su cuerpo vivo contra nuestro cuerpo-). Y allí, sobre la cama, miraba hacia el confín de aquella edad en que la muerte tiene aún el rostro de nuestros abuelos.

Pero amanece. Qué fácilmente damos preeminencia, me decía luego, al gesto de dolor sobre los ademanes del asombro y del agradecimiento. Con rutinaria capitulación edificamos nuestra casa sobre los arrabales del recuerdo (nuestra patria perdida es la infancia, nuestra fidelidad sólo será leal con lo que ha muerto) o en la prometida y promisoria ínsula del porvenir; raramente fundamos el hogar en el incandescente instante, en el presente manantial, bajo la luz de un sol que no se pone. Qué complacientes somos con la noche y qué sombríos bajo el mediodía. Con qué complicidad privilegiamos la despedida y el adiós sobre el hallazgo y el descubrimiento.

Porque hace años, siento ahora, cuando aún estaban habitadas esas casas que unían mis infantiles carreras, no podría haber soñado con Rocío, con los silencios de Char, con ese atardecer de Roma prolongado hasta el amanecer, ni con aquella noche levantina donde en cada palabra y cada hora ardía un mundo.

Los malos sueños son una marea negra y pegajosa que nos arroja contra la vigilia, temblando y empapados por su oscuridad impía. La luz de la mañana los disipa.

Esta mañana amanecí abrazado a la mujer que amo y que me ama. ¿Qué dice eso de la medianoche?

Porque yo ya no soy yo...

(Para mis compañeros de APIA, que entienden.)

Llevo meses detrás de un topo que se ha colado en mi cocina. Lo he intentado todo: trampas para ratones, restos de pizza Quattro Formaggi, emboscadas armado con una vieja escoba. Todo en vano. El jodido es olímpicamente escurridizo. Mi casera me ha recomendado que le eche polvos envenenados por todos los rincones de la cocina (al topo, no a mi casera). Y yo, que en las zozobras de los polvos soy obediente, se los he echado. También en vano.

A menudo, en la alta noche, oigo el deambular infatigable de ese animal que se encona en mi cocina como un remordimiento. En ocasiones, me cuesta conciliar el sueño. ¿Quién podría convivir tranquilo con un topo que campa, soberano, por su propia casa? A la luz titubeante de las mañanas, encuentro sus caquitas ostentosas esparcidas por esa encimera que, cual Sísifo doméstico, me empeño en limpiar y relimpiar con los productos comprados en el Covirán de mi pueblo (empiezo a tener fama de lila entre mis vecinas).

En los últimos días, el trajín ha aumentado. Me alarma pensar que pueda tratarse una plaga. Y, sin embargo, el topo parece encontrarse tan a gusto en mi casa, tan amenazado cuando atisba mi presencia constante, mi resistencia a cederle el terreno, que he llegado a cuestionarme quién es el invasor y quién el invadido.

A la vuelta del trabajo, fatigado, encuentro mi llave cada día más pesada; mi cerradura, más resistente; mi casa, más ajena. A veces, ni siquiera sé de qué lado de la puerta estoy.

martes, 17 de marzo de 2009

La biblioteca está en llamas (9)

La habitación del suicida

Seguramente crees que la habitación estaba vacía.
Pues no. Había tres sillas bien firmes.
Una lámpara buena contra la oscuridad.
Un escritorio, en el escritorio una cartera, periódicos.
Un buda despreocupado. Un cristo pensativo.
Siete elefantes para la buena suerte y en el cajón una agenda.
¿Crees que no estaban en ella nuestras direcciones?

Seguramente crees que no había libros, cuadros ni discos.
Pues sí. Había una reanimante trompeta en unas manos negras.
Saskia con una flor cordial.
Alegría, divina chispa.
Odiseo sobre el estante durmiendo un sueño reparador
tras las fatigas del canto quinto.
Moralistas,
apellidos estampados con sílabas doradas
sobre lomos bellamente curtidos.
Los políticos justo al lado se mantenían erguidos.

No parecía que de esta habitación no hubiera salida,
al menos por la puerta,
o que no tuviera alguna perspectiva, al menos desde la ventana.

Las gafas para ver a lo lejos estaban en el alféizar.
Zumbaba una mosca, o sea que aún vivía.

Seguramente crees que cuando menos la carta algo aclaraba.
Y si yo te dijera que no había ninguna carta.
Tantos de nosotros, amigos, y todos cupimos
en un sobre vacío apoyado en un vaso.

lunes, 16 de marzo de 2009

El pan nuestro de cada día (1)

Política.

¿Dónde encontrar hoy Ulises que arrostren ese ogro filantrópico? No en las aulas de los institutos. Cuando, incidentalmente, aparece este asunto en mis clases de bachillerato, la respuesta de mis alumnos es, aunque esperada, desalentadora: los jóvenes, dicen, pasan de la política. Es difícil hacerles comprender que no se trata de una opción viable. Lo sabía Aristóteles: el hombre socializado es, constitutivamente, político; y pasar de la política es, por supuesto, una opción política.

Pero, ¿qué es la política?. ¿Ese dinamismo de los crímenes? ¿El arte de hacer felices a los pueblos? ¿Esa pesadilla de la que nunca despertamos? ¿El arte de enriquecerse a costa del contribuyente? Definiciones de grandilocuencia romántica o coqueto cinismo que condicen mal con nuestro amodorrado tiempo.

Atendiendo a lo que vemos en la tele, podríamos sostener, sin injusticia, que la política (como los cómics de superhéroes, como los videojuegos, como la vida marital, como las películas porno) se ha convertido en una sucesión de insípidos tiempos muertos que el cliente padece con impaciente desinterés, hasta que sus protagonistas (profesionales estereotipados, infatigables, monomaníacos) deciden (nunca tardan) darse caña.

jueves, 12 de marzo de 2009

La biblioteca está en llamas (8)

En la Apertura, el trovador. Villon no anda lejos; Dante, sensual señor feudal, empareja al ciprés con la carne del arce; D'Aubigné es el más devastado; Petrarca dibuja con Giotto el doble crisantemo; Shakespeare es la posteridad de Shakespeare; Louise Labé ganó sus espuelas en la tregua de lis, ella es amante; Scéve vitrifica; aunque cuadrada, la vela de Ronsard tiene rizos de serpentina; Teresa de Ávila y Sade, los más audaces, son los más expuestos; Racine nos incendia en claroscuro; Chénier tiene la entereza del desastre; el capitán de loberos Pushkin; el regüeldo profético de Blake; Keats, semejante a Endimión, no ha cumplido su tiempo, no ha tocado muro alguno, luminoso nudo corredizo; Leopardi poetiza su miedo adivino en la noche de la naturaleza; la mano de Hugo venda el pecho de Ruth, un canto perfecto se alza; Chateaubriand llena con sus voluntades la urna de la palabra; la inspiración de Vigny perdura en un ángulo insigne; Nerval posee la gracia que provoca hambre; Baudelaire funde las heridas de la inteligencia en un dolor que rivaliza con el alma; las alas de Hölderlin son espaciosas, sabe tanto como los mudos; Mallarmé es a la vez único y condicional; Nietzsche destruye la galera cósmica antes de que cobre forma; Melville es digno de confianza; Poe, de frente o de espaldas, sirve de testigo; en la extenuación Emily Brontë alienta; Rimbaud no humilla al País que revela; en la obscenidad Verlaine se desenvuelve con la máxima elegancia; Lautréamont, blasfemo, hombre de bien, pone fin; el timbre de la bicicleta de Jarry no provoca aluciones más que en la periferia de París capital; Apollinaire empalma el canto hondo con la facundia; Claudel es irresponsable; Sygne nos sonríe desde su verde otero; Kafka es nuestra pirámide; Rilke nos tiende el trébol de cuatro hojas de la muerte; Proust de repente es Píndaro; Reverdy se hunde y desdeña el beneficio; veo de nuevo a Éluard; aquel a quien olvido fue feliz.

lunes, 2 de marzo de 2009

Coda


Ella predice el porvenir. Y yo estoy encargado de verificarlo.

Caballo que camina a nuestro paso

1898. Un oscuro párroco andaluz seduce a una joven feligresa. El sacrilegio enciende las lenguas, pero está al servicio de una causa humana. El apellido Sianes prevalece.

Setenta y cinco años después, bajo la lluvia, escoltada por las gotas que percuten contra su paraguas, Adela acoge el olor a cigarrillo que precede al hombre, aún desconocido, cuyo primogénito se llamará, como él, Francisco.

No llovía la tarde en la que Eduardo conoció a la antigua amiga de su hermano; unas asignaturas aprobadas abren la puerta del verano y de Mariele.

Un cuarto de siglo antes, en una Viena cercada por las aguas de la historia, Frederike Sylvie espera a Gonzalo, el médico sevillano que viaja a su encuentro (Ambos lo ignoran). En los atardeceres guineanos, durante siete largos años, Luis desteje una pasión que minuciosamente teje en el papel la jovencita Elena. Destinos de Penélope, hoy sólo quedan dos ancianas que se apagan lentamente. Nadie sabe de las cartas.

(Allá, en el horizonte, Adán y Eva.)

Hace apenas seis meses, tormenta de verano en Halstatt (es preciso extraviarse por las sendas de Oku para regresar a Austria). En el balcón (bajo la misma lluvia), geranios que se mecen ante el lago y los relámpagos. Más adentro, sobre el lago tibio y encrespado de las sábanas, dos cuerpos que se mecen en el lecho de los rayos, cuyo trueno son. La improbabilidad juega con cartas marcadas; pero el azar reposa y vela junto a ellos.

Mañana. Un 19 de marzo cualquiera. Nuestro amor sobrevive en un ángulo acosado cuyo vértice es inexpugnable.

lunes, 23 de febrero de 2009

La biblioteca está en llamas (7)

Observé a la niña y encontré al fin a mi madre. La claridad de su rostro, la ingenua posición de sus manos, el sitio que había tomado dócilmente, sin mostrarse ni esconderse y, por último, su expresión, que la diferenciaba como el Bien del Mal de la niña histérica, de la muñeca melindrosa que juega a papás y mamás; todo esto conformaba la imagen de una inocencia soberana (si se quiere tomar esta palabra, según su etimología, que es "no sé hacer daño"), todo esto había convertido la pose fotográfica en aquella paradoja insostenible que toda su vida había sostenido: la afirmación de una dulzura.
(...)
Me importa poco saber si Dios existe o no; pero lo que sí sé y sabré hasta el final es que no debería haber inventado al mismo tiempo el amor y la muerte.

La biblioteca está en llamas (6)

El hombre está sometido a dos debilidades que forman parte de su existencia, que la caracterizan. Es preciso que ruegue por todas partes, es preciso que ame por todas partes; y ésa es la base de todas las novelas. Las hizo para pintar a los seres que imploraba, las hizo para celebrar a los seres que amaba.

martes, 17 de febrero de 2009

La biblioteca está en llamas (5)

Algunos cuadros de la guardia, inmóviles en el torrente de la derrota, como rocas en un curso de agua, se mantuvieron hasta la noche. Llegada la noche, acompañada de la muerte, esperaron esta soble sombra e, impertérritos, se dejaron envolver por ella. Cada regimiento, aislado de los demás, y no teniendo lazo alguno con el ejército deshecho por todas partes, moría por su cuenta. Habían tomado posiciones para llevar a cabo esta última acción, unos sobre las alturas de Rossomme, otros en la llanura de Mont-Saint-Jean. Allí, abandonados, vencidos, terribles, estos cuadros sombríos agonizaban formidablemente. Ulm, Wagram, Iena, Friedland, morían en ellos.

A la hora del crepúsculo, hacia las nueve de la noche, sólo quedaba uno en la parte baja de la meseta de Mont-Saint-Jean. En este valle funesto, al pie de aquella pendiente que habían subido los coraceros, inundada ahora por las masas inglesas, bajo los fuegos convergentes de proyectiles, este cuadro seguía luchando. Estaba mandado por un oscuro oficial, llamado Cambronne. A cada descarga, el cuadro disminuía, y respondía. Repicaba a la metralleta con la fusilería, estrechándose continuamente sus cuatro muros. A lo lejos, los fugitivos, al detenerse para tomar aliento, escuchaban en las tinieblas aquel trueno sombrío que iba decreciendo por instantes.

Cuando esta legión no era ya más que un puñado de hombres, cuando su bandera no era más que un harapo, cuando sus fusiles agotados de balas no fueron más que bastones, cuando el montón de cadáveres fue mayor que el grupo vivo, hubo entre los vencedores una especie de terror sagrado en derredor de aquellos sublimes moribundos, y la artillería inglesa, tomando aliento, guardó silencio. Fue una especie de tregua. Aquellos combatientes tenían a su alrededor, como un hormiguero de espectros, siluetas de hombres a caballo, el perfil negro de los cañones, el cielo blanco, visto a través de las ruedas y de las cureñas; la colosal calavera que los héroes entreven siempre entre el humo en el fondo de la batalla, avanzaba hacia ellos y los miraba. Pudieron oír, en la sombra crepuscular, que se cargaban las piezas; las mechas encendidas, semejantes a ojos de tigre en la oscuridad, formaron un círculo en torno a sus cabezas; todos los botafuegos de las baterías inglesas se acercaron a los cañones, y entonces, conmovido, teniendo el instante supremo suspendido encima de aquellos hombres, un general inglés, Colville según unos, Maitland según otros, les gritó:

- ¡Rendíos, valerosos franceses!

Cambronne respondió:

-Merde!

sábado, 14 de febrero de 2009

La biblioteca está en llamas (4)

De igual manera que los niños alargan a tientas las manos hacia las cosas cuando desde el interior de sus ojos la luz se vuelve hacia fuera, así buscaba yo palabras e imágenes capaces de aprehender aquel brillo nuevo de las cosas, que me cegaba. Nunca antes había sospechado yo que hablar pudiera causar tales tormentos; y, sin embargo, no deseaba volver a la vida de antes, más despreocupada. Si nos hacemos la ilusión de que un día podremos llegar a volar, a partir de ese instante preferimos el torpe salto a la seguridad del andar por caminos ya recorridos. Eso es sin duda lo que explica la sensación de vértigo que con frecuencia me sobrecogía en tales actos.

Fácilmente ocurre que la mesura nos abandona cuando recorremos caminos desconocidos. Fue una suerte que en ellos me acompañase mi hermano Otón y que adelantase con prudencia el pie a mi lado. Muchas veces, cuando yo había llegado al fondo de una palabra, corría con la pluma en la mano al piso de abajo para comunicarle mi hallazgo, y otras veces era él, a la inversa, quien subía al herbario portando igual mensaje. Nos gustaba realizar construcciones que llamábamos "módulos". En una papeletita escribíamos en versos sencillos tres o cuatro frases, en las cuales tratábamos de engastar un pequeño fragmento del mosaico del mundo, a la manera como se engastan piedras en metales. También al construir aquellos módulos empezamos por las plantas, y siguiendo aquel camino llegamos cada vez más lejos. Describíamos de ese modo las cosas y sus metamorfosis, desde el grano de arena hasta los acantilados de mármol y desde el segundo fugaz hasta las estaciones del año. Al atardecer nos pasábamos el uno al otro las papeletas y,una vez leídas, las arrojábamos al fuego que ardía en la chimenea.

Pronto notamos que la vida nos era propicia y que una seguridad nueva iba apoderándose de nosotros. Reina y maga es al mismo tiempo la palabra. Nosotros partíamos del excelso ejemplo dado por Linneo, quien penetró en el caos del reino animal y vegetal llevando en su mano el bastón de mariscal que es la palabra. El dominio de Linneo, un dominio más duradero y maravilloso que todos los imperios conquistados con la espada, perdura sobre los prados de flores y sobre las legiones de gusanos.

miércoles, 4 de febrero de 2009

La biblioteca está en llamas (3)

Veintidós concubinas reconocidas y una biblioteca de 62.000 volúmenes daban fe de la diversidad de sus inclinaciones; y, por los frutos que dejó tras él, se diría que tanto las primeras como la segunda estaban destinadas al uso y no a la mera ostentación.

La biblioteca está en llamas (2)

Porvenir,
recuerdo matices
tan leves.
En el fuego de lo que fue
arde lo que será.

La biblioteca está en llamas (1)

Hay un misterioso placer en la destrucción; las llamaradas crepitaron resplandecientes y los hombres nos agolpamos contra los muros o en las habitaciones. Noche, ceniza y olor a quemado quedaron en el patio. Me acuerdo de unas hojas perdidas que se salvaron, blancas sobre la tierra. Nora Erfjord, que profesaba por don Alejandro ese amor que las mujeres jóvenes suelen profesar por los hombres viejos, dijo sin entender:

- Don Alejandro sabe lo que hace.

Irala, fiel a la literatura, intentó una frase:

- Cada tantos siglos hay que quemar la biblioteca de Alejandría.

La biblioteca está en llamas

A los treinta años, Albert Camus aseguraba que había conocido suficientes cosas como para poder renunciar a casi todas. Se trata de una prematura sabiduría que no envidio; supuesta su sinceridad, el desengaño sentencioso se gana siempre al precio de la alegría.

Es paradójico: nadie se siente ridículo confesando un rencor, una afrenta, un desengaño; pero todos nos sentimos vulnerables confesando un candor, una entrega, un entusiasmo. A lo largo de estos años, la pasión más firme y más fácilmente confesable que he conservado es la literatura. Desde hoy hasta que alcance los treinta, quiero compartir con vosotros, día a día, mis lecturas; unos y otras sois y habéis sido -quiero permitirme la cursilería- una salvaguarda contra el aprendizaje de la decepción.

Sabio o necio, a los treinta años uno comienza a ser merecedor de su autobiografía. Además de una encrucijada de cicatrices, somos todo lo que hemos amado y lo que aún amamos. Ofrezco estos recuerdos para vuestra memoria. Rescato estas palabras para el viento.

martes, 27 de enero de 2009

In memoriam David Foster Wallace


Buscamos el hogar,
aunque el hogar sólo es querer estar
donde se está.
Estamos siempre en casa,
amigo Wallace;
pero de qué nos sirve una verdad
que no ha acudido a tiempo.

Alimentamos nuestra soledad
para saciar el hambre de la angustia,
monstruos que tienen nuestro rostro
y se devoran por nuestras esquinas.

El día es largo
y, sin embargo, ya es de noche.
La noche es una nitidez del tiempo.
El tiempo es esta oscuridad
que ahoga nuestra lucidez inútil.

(Un joven, una soga,
la gravedad, la lámpara encendida:
Teseo, el hilo, el minotauro cruento
arden sólo un momento
en una misma llama temblorosa
que es la vida)

La lucidez apenas es
un estertor entre tinieblas.

Tú has encontrado al fin tu hogar,
hermano Wallace,
entre la tierra ahora inhabitable
y el siempre inaccesible cielo.