martes, 30 de septiembre de 2008

Trigales

Tus trigales incendiados -cada tallo un horizonte vertical por el que asciende el sol multiplicado en cada grano- entonan las ofrendas de tu meridiano. Y, sin embargo, todo deseo encuentra su fatiga antes que el corazón alcance a recorrerlo hasta su extremo.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Un 6, un 4...

Uno acaba siempre, más pronto que tarde, pareciéndose a su caricatura.

martes, 23 de septiembre de 2008

Tractatus

1. La infelicidad es el remanente de necesidades y deseos insatisfechos.
1.1. La ciencia procura medios técnicos para aplacarlos.
1.2. La religión, la gimnasia, la filosofía los anestesian:
1.2.1. Declarándolos antinaturales -pecaminosos- o postergando su satisfacción en un futuro ultramundado.
1.2.2. Mediante la doma ascética y deportiva del cuerpo y la mente.
1.2.3. Proporcionando un discurso racionalizador y paliativo.
1.3. El arte y el crimen los subliman, procurando su satisfacción simbólica mediante la creación y la destrucción.
2. La ciencia, la religión, el deporte, el ascetismo, la filosofía, el arte, el crimen: variopintos subterfugios de una vida a la que no le basta la vida.

domingo, 21 de septiembre de 2008

"¡El otoño ya!" (A. Rimbaud)

[Amigos, amigas, toca ya desenfundar (¿desempolvar?) el paraguas. Confesaré que me siento taaan identificado con este caballero...]

sábado, 20 de septiembre de 2008

Un rumor secreto

Es apenas un rumor secreto; pero el gallo portugués que canta, al alba, si habrá en Madrid solana o aguacero; la torre Eiffel que extiende en torno un tropical París en el saloncito caribeño; la matrushka que en Palermo cobija su progenie como su dueña el fervor por su genealogía; el miura extemporáneo a la sombra del bonsái de plástico en Uppsala... están desapareciendo. La irrupción de las pantallas de plasma y LCD ha comportado el adelgazamiento de los aparatos de televisión y -quién podría temerlo, quién premeditarlo- ha minado la industria del souvenir. La flamenca, el Taj Mahal, la muñequita militar, la caracola no caben ya sobre la tele. El hábitat del mercado de recuerdos está en peligro.

La supervivencia y la extinción de cada cosa exige una concatenación de azares cuyo rigor ignoramos y cuya fortuna no merecemos ni desmerecemos. El aleteo de una mariposa en Pekín despierta el huracán en Coral Gables. La temeridad de un anciano rescata de la tumba de una cueva las palabras que son la Palabra. Una confidencia susurrada en una alcoba perdida en un siglo remoto precipita tu muerte, en esta esquina íntima.

Nadie sabe qué se pierde en un paso equivocado, una mano que se cierra sobre treinta denarios, un perdón que no acontece, el adelgazamiento de una caricia que calmaba los rigores de la carne. Nadie sabe qué depende de un abrazo sostenido, de la herrumbre de una espada, el retorno de un vencejo, esta flor en la ventana, el valor de veintiún gramos, tu lectura de esta página.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Mercado

La infidelidad (la vida, en suma) es ese arriesgado y tentador mercado de inversiones donde, con las inevitables consecuencias catastróficas, todos especulamos y nos creemos más astutos que el prójimo.

martes, 16 de septiembre de 2008

Consejos a un escritor novel (que no Nobel)

No sé si a ustedes les pasa o es sólo cosa mía; pero, últimamente, tres de cada cuatro personas que conozco -en edad de merecer y no necesariamente con título universitario- han sido, son o piensan ser escritores. Lo más estremecedor del caso es que tres de cada cuatro de ellos, efectivamente, han publicado algún libro. La sociedad letrada (si el oxímoron es tolerable) corre el albur de convertirse en una comunidad en la que cada uno de sus miembros (y miembras) acabe convertido en lector exclusivo de sí mismo (la exposición pública de este blog me obliga a lamentar tal posibilidad).

Ahora que los treinta años se acercan, amenazantes, he decidido conjurar mi más que probable crisis cultivando tendencias filantrópicas. Mi contribución a la felicidad humana no será, empero, de índole crematística -soy profesor y no me sobran los cuartos-, sino una paritaria redistribución de mi sabiduría.

Dispuesto a evitar que la hipertrofia de la publicación vuelva redundante la aparición de cualquier libro, dejaré aquí a los escritores noveles unos sensatos y contrastados consejos para que su futura novela (o colección de cuentos, que es como suelen estrenarse los novatos) sea todo un éxito:

1) Título (porque una novela, pasado el sarpullido del experimentalismo y la psicodelia setentera, debe tener un título). Amigos, olvidaos de títulos poéticos o rebuscados. Lo primero (Yo he de amar una piedra, Tu rostro mañana) sólo pueden permitírselo escritores de calidad certificada por organismos oficiales o monarcas de reinos imaginarios; lo segundo (Matando dinosaurios con tirachinas), se lo permitió Pedro Maestre, con el éxito esperable (si te has preguntado "¿Quién diablos es Pedro Maestre?", no haces sino confirmar mi hipótesis [1]).

Lo que hoy triunfa es el sintagma clásico: artículo, sustantivo y complemento preposicional. Eso sí, hay que procurar rellenar este juicioso patrón sintáctico con cierta extravagancia u onirismo: La oreja de Van Gogh, El sueño de Morfeo, La pistola de mi hermano..., o -en su versión cultureta- El río de Heráclito (ya veis que predico con el ejemplo).

[1] Justo es reconocer que mezclar un gerundio, un tirachinas y un dinosaurio en el título de una novela es una de las propuestas más audaces y arriesgadas de la historia de la literatura.

2) Contraportada. Aquí los tiros van por el mismo lado: debéis respetarme el patrón sintáctico y retórico. Supongamos una novela amorosa (esto es, sexual); ejemplo de contraportada al canto: "Dos destinos tejidos por el azar, dos náufragos cuya deriva los arrastra a encontrarse en su desencuentro, una última apuesta para burlar el hastío, una pasión que asfixia aquello que ama, una... etc." ¿Lo pilláis? Antítesis a gogó ("destino-azar", "encuentro-desencuentro", "matrimonio-sexo"...) y enumeraciones a espuertas (ojo con que no se os vaya la mano, que el texto tiene que caber en la contraportada). Como veis, la sintaxis lo es todo; el contenido ha de circunscribirse, eso sí, a un campo semántico new age o de místico tronío...

Tras la sinopsis, conviene rematar las reticencias del comprador con un contundente gancho comercial. Nuestro libro debe ser una propuesta arriesgada (porque si el autor no se arriesga: ¿con qué justificación hurtará el lector 20 euros al pago de su hipoteca? [2]). El golpe de gracia ha de ser un breve eslogan que pondere, comparativamente, las virtudes del autor: esto es -descartados negros literarios- vosotros. A modo de ejemplo: "El rompedor debut narrativo de una de las jóvenes novelistas más prometedoras de la cordillera Penibética" o "La opera prima del cuentista más talentoso del último lustro" (ojo: esta última propuesta puede alentar las más vitriólicas réplicas de exnovias malquistadas).

[2] Obsérvese que ya no hay artista contemporáneo -torero, actor, especulador inmobiliario, cocinero- que pueda sustraerse del discurso del riesgo: "Lo arriesgué todo en aquella corrida", dicen. "En aquel papel", dicen. "En aquella concejalía", dicen. "En aquella empanadilla", dicen. Y así sucesivamente. La retórica de la audacia es un irresistible entretenimiento para gentes sencillas como los niños, los televidentes y las folclóricas.

3. Foto. ¿Bigote y barba? A ver, yo no lo recomiendo; mayo del 69 [sic] está siendo recusado hasta por Sarkozy (en el caso de que seas mujer, esta opción es vertiginosamente desaconsejable). La perilla es otra cosa: nos convierte en individuos sofisticados e implacables, cualidades en modo alguno desdeñables en el mundillo literario (en el mundillo, a secas). Se recomienda la barbita de chivo si publicáis en editoriales alternativas. El bigote sólo es (irónicamente) admisible en el caso de que nuestros protagonistas sean guardias civiles (sobre la conveniencia de que comparezca el tricornio no nos pronunciaremos). La mirada ha de ser lánguida y perdida (hombres), o bien coqueta y acaparadora (mujeres). Procura parecer guapo y evita a toda costa ser gordo. El sobrepeso convertirá vuestro libro, inapelablemente, en una simpática novela de gordito. Hacedme caso; importa poco que en ella impugnéis el universo y sus primaveras; si la foto os muestra mórbidamente rollizos, vuestras páginas sólo serán leídas en el contexto de una simpática novela de gordito. En el embarazoso [3] caso de que seais incapaces de moderar la ingestión diaria de bollería industrial y cerveza, extrapolad vuestra gula al título del libro (como hizo, con magro éxito, el gordo Pablo Tusset en Lo mejor que le puede pasar a un cruasán) o incluso a vuestro propio nombre (como ha hecho, con éxito más que cuestionable, el gordo Joan Barril).

[3] Doble sentido.

4. Ambientacion. Es imprescindible que la acción no se desarrolle en España. Cierto es que los últimos éxitos deportivos han redimido parcialmente la catetez congénita del ADN hispánico; pero las cosas de palacio van despacio. Con el pan de los hijos no se juega. No obstante, si os embarga el furor ibérico, podéis ambientar la novela -bajo vuestra cuenta y riesgo- en Barcelona (está por determinar que pertenezca todavía a España) o Ibiza (cuya manifiesta inverosimilitud como lugar real y humanamente habitable la exime de connotaciones cañíes). Queda terminantemente desaconsejado ambientar vuestra obra en la España profunda, salvo que deseéis postularos como legatarios de Cela o Miguel Delibes (un comercial y telúrico suicidio). Pero conviene que escarmentéis con ejemplos. Imaginad el comienzo de una novela, tal que así: "Paseaba yo bajo el eléctrico atardecer de Manhattan..." o bien "Al fin había llegado a Tokio...". Permutad Tokio y Manhattan por Cuenca y Albacete y vuestra odisea cosmopolita se trocará en francachela digna de un electricista andariego y ocioso o de un Paco Martínez Soria redivivo.

5. Personajes. Ante todo, olvidaos de negros, inmigrantes o gitanos. Eso precipitaría vuestra obra en el abismo iconográfico de la novela social (una ruina). No es en absoluto inconveniente que la protagonista sea una jovencita de moral equívoca (lo que viene siendo ligerita de cascos); las infinitas variantes de la prostitución han cotizado siempre al alza. Eso sí: puta, pero letrada. La pava debe tener conocimiento (no carnal) de Nietzsche (¡incluso declararse nihilista!) y soñar con retirarse como empresaria o broker (no cabe duda de que lo conseguirá). Si pertenecéis a autonomías "históricas", amigos, tenéis una bicoca: vuestros personajes pueden (deben) ser -pongamos- andaluces o -pongamos- "ejercer" de vascos (la subvención o premio de vuestra consejería están garantizados). Pero, en el caso de que -ambiciosos o infortunadamente ahistóricos- persigáis un éxito literario no subvencionado, vuestros personajes habrán de ser arrogantemente sexuados, económicamente solventes y blancos (como mucho, mulatos o asiáticos con clase, tipo Obama o el Fary).

6. Estilo y argumento (last and least). Los diálogos serán dinámicos (esto es, breves); las descripciones (si es que os empeñáis en incluirlas), funcionales y/o líricas (esto es, breves); las reflexiones introspectivas y las digresiones, también breves. En suma: vuestra obra debe ser, ante todo, breve; entre las impacientes manos de hoy, el grosor de vuestros volúmenes sería tan operativo como la angostura bajo vuestros calzoncillos. Sólo las escenas sexuales pueden (deben) alargarse. Conviene incluir algún que otro taco, algún que otro anglicismo y algún que otro dato científico sensacionalistamente tergiversado (estos tres últimos extremos pueden mezclarse). Trufaremos aquí y acá nuestra narración con frases sentenciosas: aparentemente profundas y crípticas, mas sustancialmente redundantes ("La memoria es un músico que toca de oído". Traducción: "La memoria es un músico que toca de memoria". Y así sucesivamente.). Picotearemos citas de allá y acullá (llegado el caso de que seáis reconvenidos por ello, lo llamaréis "intertextualidad"; os daréis cierto tonillo de posmodernos y no os perseguirá la SGAE).

Y, ante todo -y esto es imprescindible-, vuestra novela debe transmitir la inequívoca sensación de que sois tediosamente infelices (lo típico: vacío, desorientación, ennui a tope; ¡pero on the rocks!). La obra debe dramatizar vuestra disconformidad y conflicto con la sociedad, con occidente, con el universo, con vuestra suegra. Imaginad que pilláis por banda al lector y le confesáis: "Oiga, mi salud es estupenda, follo mucho y mamá me lava la ropa los fines de semana y me prepara tupperweres". El lector, justificadamente escandalizado y envidioso, no querrá sino replicaros: "Entonces, mamón, ¿para qué coño escribes?"


Lo dejaré, de momento, aquí. Estos consejos son -creedme- el camino más corto hacia el éxito literario (y de los más placenteros para gozar de una jubilación decente).

Y, sin embargo, ¡oh sin embargo!, si todavía tenéis la ingenuidad, el tesón, la desvergüenza, el coraje para sortear en vuestras líneas los cantos de sirena de los pragmáticos y las trampas del cinismo, si aún creéis que una secuencia afortunada de palabras es un azar que merece los trabajos y los días de una vida humana, sumergíos -con la sola guía de vuestra esperanza y vuestra desesperación- en las verdades del corazón y la incandescencia del verbo. Por ese camino, amigos, no puedo ya guiaros.

Sea como fuere, manos a la obra. Os deseo suerte.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Bondad

La bondad es la inteligencia al servicio de la erradicación del dolor, el instrumento más sofisticado y eficiente para la feliz supervivencia de los mortales.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Seda y látigo

Engastado yo en tu epicentro, tu deseo ciñe la pleamar de mi oleaje. Estás en mí como en la antorcha arde la semilla de la llama. Estoy en ti como la mar en la memoria de la caracola. Ser el firmamento donde el trueno abre su entraña al relámpago: tu pudor vencido. Ser la raíz del tallo en que florece tu sonrisa: mi candor logrado. Seda y látigo se anudan en el lazo incandescente del abrazo.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Es dulce mi mirada y de ceniza

Ésta es mi casa. En torno a mí -desconcertantes, precipitadamente ajados-, lo que he sido, lo que aún soy, lo que temo seguir siendo. Frente a mí, esta ventana clausurada que otras antes de ti han intentado abrir. En vano. Mis manos, sobre la huella de sus manos impotentes, ya comprenden que sólo a mí me corresponde abrirla; sentir que las recorre -permitirlo- el empuje del caballo del judío Saulo en el camino de Damasco. Abrirla y contemplarte -mirarte abriendo al fin los ojos y no tan sólo con ellos abiertos-, contemplándome.

Azogue azotado

En el centro del mundo, un espejo. En el centro del espejo, una sola imagen del paisaje despiadado. Yo, el espejo quebradizo; la imagen implacablemente repetida, tú.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Trípode

¿Qué destino envidiarías sino aquel en el que fueras la respuesta a un nuevo enigma de la Esfinge, que rezara: Camina a cuatro patas en el alba; con tres al mediodía; también con cuatro -si es que aún las diosas son propicias- al ocaso?