lunes, 31 de diciembre de 2007

En la víspera, al norte del futuro

Sin embargo, es la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y de ternura real. Y con la aurora, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades.

Arthur Rimbaud. Una temporada en el infierno.


A cada desmoronamiento de las pruebas, el poeta responde con una salva al futuro.

René Char. Hojas de hipnos.


jueves, 27 de diciembre de 2007

Posesión

Nunca soñé que podría tomar posesión de su cuerpo. Tantas veces lo había perseguido en vano. Ahora se me había entregado sin reservas y yo lo tomaría sin reservas. Era mío. Mío: su cuerpo quedaba desprotegido ante la invasión de esa palabra.

Estaba desnuda ante mí: el pelo esparcido, su vientre inerme, las piernas y la boca entreabiertas (tantas veces esas piernas se me habían alejado; tantas veces las palabras y los silencios de esa boca me habían sido esquivos). Al fin podría penetrar, profanar sus secretos sagrados, traspasar el umbral de la confianza, de la entrega final.

Oscuramente comprendí que nuestro encuentro no se repetiría. Vencí mis reticencias últimas, mis últimos temores. Me acerqué a ella en silencio, apreté el bisturí entre las manos (eso siempre me ha dado valor) y comencé la autopsia.

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,

rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.



[A mi vuelta seguimos]

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Los clarines del valor

Con un tropel de fantasías furiosas
que obedecen mi mando,
con una lanza de fuego y un caballo de aire
vago por páramos salvajes.
Un caballero de sombras y fantasmas
me convoca a singular torneo
diez leguas más allá del fin del mundo:
me parece que no es gran cosa el viaje.


"Tom O'Bedlam". Balada inglesa anónima del siglo XVII.

El olor del coraje

Hemos hecho recuento de todo el dolor que, llegado el caso, el verdugo podría extraer de cada pulgada de nuestro cuerpo: después, con el corazón en un puño, hemos avanzado para hacer frente.

René Char. Hojas de hipnos.

La costilla de Adán (2). La mujer ejecutiva

Aspecto físico. Su cuerpo suele ser delgado y con curvas sin peligro. Tienden a llevar el pelo corto modelo “casco de guerra” que, al andar, oscila inquietantemente. En cuanto al vello corporal, existe la variante batracia (por su siniestra ausencia de pelo) y la variante osezna (por su frondosidad pilosa). Visten intimidatorios trajes de chaqueta, ropa de marca y lencería cara y fácilmente desgarrable. Usan bolsos extravagantes y relojes minúsculos.

Sexo y pareja. Son osadas sexualmente; pero de forma cerebral y aséptica: sus dormitorios tienen algo de laboratorio de experimentación. Se sienten atraídas por hombres económicamente solventes, fríos e implacables. Aunque saben manejar un discurso sádico, se someten mentalmente a parejas dominantes y castradoras (no es infrecuente que se sean musulmanes ricos). Han padecido rupturas traumáticas con hombres maduros y (generalmente) casados, que alternan con romances truculentos con artistas jovencitos y asilvestrados. Han salido con protésicos dentales, ingenieros, agentes de bolsa y psicoanalistas, lo que da a sus conversaciones sexuales una precisión que asusta. Tienen tendencia natural a enamorarse de arquitectos. Carecen de instinto maternal; pero, si condescienden a procrear, atormentan a sus hijos con digitaciones de piano y los largan a colegios privados donde desarrollan un aspecto lechuguino, una lumpenhomosexualidad atormentada y tendencias suicidas.

Alimentación.
Han padecido diferentes desórdenes alimenticios y son adictas al Prozac. Conocen restaurantes caros, ingieren comida dietética con disimulada y tensa voracidad (el acompañante teme, con aprensión, que se atraganten), no se pierden en una carta de vinos, beben agua mineral y zumo de papaya.

Costumbres y temperamento. Aunque se esfuerzan por mostrarse orgullosas y seguras de sí mismas, presentan todo tipo de cuadros maniacodepresivos. Mantienen relaciones caníbales con mamá y equívocas con papá. Ríen poco; aunque a veces tienen estallidos espasmódicos que suelen acabar en llantina y sofocón. Cuando pierden la calma, se transmutan en gallinas cloqueantes y furiosas. En el trabajo son de una competitividad y determinación aterradora. No votan o votan a partidos airados y fanáticos. No tienen amigas íntimas y escriben cartas personales llenas de referencias librescas que podrían confundirse con informes forenses. En su variante mística, usan un lenguaje alambicado y no poco cursi. Desde muy jóvenes, manejan con virtuosismo las miradas de condescendencia. Pasan la vida con las mandíbulas y los puños apretados. Tienen pesadillas espantosas y dan dolorosísimas patadas en la cama. Las atemorizan la oscuridad, la vejez y otros fantasmas, ante los que se paralizan cono animalitos desamparados. Conviven con gatos o bien con perros diminutos, intemperantes y aviesos a los que asfixian con los más desaforados mimos y las mariconadas más inimaginables. La decoración de sus casas es minimalista y todo parece estar minuciosamente desinfectado (las mascotas incluidas).

Creen en la astrología.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Infierno. Canto IV. Resplandores

El espolón de un valle era a mi cuenta:
sima abismal do suena dolorosa
cual ayes infinitos la tormenta.
Tan honda era la sima nebulosa
que, aunque clavé la vista en lo profundo,
no pude distinguir ninguna cosa.
"Bajemos a este tenebroso mundo",
el poeta empezó, empalidecido;
yo bajaré el primero, tú el segundo".
Cuando su palidez hube advertido,
dije: "¿Y quieres que baje, cuando sientes
miedo tú, que mi fuerza siempre has sido?"
Y él repuso: "Es la angustia de estas gentes
que sufren ahí abajo quien me inspira
esta piedad que es pánico en tus mientes.
La vía es larga y de nosotros tira."

***

Cuando la voz quedó callada y quieta,
vi cuatro sombras por el lado nuestro,
grandes, ni alegre o triste su etiqueta.
Según llegaban, me explicó el maestro:
"En cabeza del grupo, espada en mano,
marcha el que a todos superó con su estro.
Es Homero, poeta soberano;
sigue Horacio, el satírico; el tercero
viene Ovidio y el último es Lucano.
Todos merecen, como yo, el señero
nombre con que me honró su cantinela;
así, al honrarme, se honran por entero."
Vi congregarse así la bella escuela
de aquel señor del eminente canto
que, águila excelsa, sobre el resto vuela.
Después que hubieron conversado un tanto,
volviéronse hacia mí con dulce gesto
y mi maestro sonrió entre tanto.
Su gentileza no acabó con esto,
pues que pasé a engrosar su compañía,
y así entre tanto genio fui yo el sexto.
Juntos nos fuimos do la luz fulgía,
tratando cosas de que no es sencillo
tratar hoy, cual lo fuera en aquel día.

***

Tras vadear por él con pie seguro,
siete puertas cruce con el conclave,
hasta llegar de un prado al verde puro.
Había gentes de mirada grave,
rostro sereno, autoritarias frentes
y un sosegado hablar en voz süave.
Nos retiramos luego de estas gentes
a un sitio abierto, luminoso y alto
del que ver se podía a los presentes.
Sobre el esmalte verde, allí en resalto,
vi de pie a los espíritus señeros
ante cuya visión aún hoy me exalto.

[Traducción de Abilio Echevarría]

sábado, 15 de diciembre de 2007

Por el don de leértelo y el don de que seas mi eco

Otro poema de los dones

Gracias quiero dar al divino
Laberinto de los efectos y de las causas
Por la diversidad de las criaturas
que forman este singular universo,
Por la razón, que no cesará de soñar
Con un plano del laberinto,
Por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
Por el amor, que nos deja ver a los otros
Como los ve la divinidad,
Por el firme diamante y el agua suelta,
Por el álgebra, palacio de precisos cristales,
Por las místicas monedas de Ángel Silesio,
Por Schopenhauer,
Que acaso descifró el universo,
Por el fulgor del fuego,
Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
Por la caoba, el cedro y el sándalo,
Por el pan y la sal,
Por el misterio de la rosa,
Que prodiga color y que no lo ve,
Por ciertas vísperas y días de 1955,
Por los duros troperos que en la llanura
Arrean los animales y el alba,
Por la mañana en Montevideo,
Por el arte de la amistad,
Por el último día de Sócrates,
Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
De una cruz a otra cruz,
Por aquel sueño del Islam que abarcó
Mil noches y una noche,
Por aquel otro sueño del infierno,
De la torre del fuego que purifica
Y de las esferas gloriosas,
Por Swedenborg,
Que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
Por los ríos secretos e inmemoriales
Que convergen en mí,
Por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
Por la espada y el arpa de los sajones,
Por el mar, que es un desierto resplandeciente
Y una cifra de cosas que no sabemos
Y un epitafio de los vikings,
Por la música verbal de Inglaterra,
Por la música verbal de Alemania,
Por el oro, que relumbra en los versos,
Por el épico invierno,
Por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei per Francos,
Por Verlaine, inocente como los pájaros,
Por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
Por las rayas del tigre,
Por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
Por la mañana en Texas,
Por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
Y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
Por Séneca y Lucano, de Córdoba
Que antes del español escribieron
Toda la literatura española,
Por el geométrico y bizarro ajedrez
Por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
Por el olor medicinal de los eucaliptos,
Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
Por el olvido, que anula o modifica el pasado,
Por la costumbre, que nos repite y nos confirma como un espejo,
Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
Por la noche, su tiniebla y su astronomía,
Por el valor y la felicidad de los otros,
Por la patria, sentida en los jazmines
O en una vieja espada,
Por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,
Por el hecho de que el poema es inagotable
Y se confunde con la suma de las criaturas
Y no llegará jamás al último verso
Y varía según los hombres,
Por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos
Por morir tan despacio,
Por los minutos que preceden al sueño,
Por el sueño y la muerte, esos dos tesoros ocultos,
Por los íntimos dones que no enumero,
Por la música, misteriosa forma del tiempo.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Despedida

En el parque, una esquiva brisa desprende las hojas últimas del castaño, que caen sobre ti como una lluvia de manos. Atrapas una al vuelo, vuelves a casa y contemplas en silencio su forma perfecta, sus nervaduras sangrientas. Sacas su libro de las estanterías y guardas la hoja entre sus páginas. Quieres resguardar, ante el brutal regreso del invierno, la herrumbre irreversible e indeleble del otoño.

martes, 11 de diciembre de 2007

Infierno. Canto III. Resplandores

"Por mí se llega a la ciudad doliente,
por mi se llega al llanto duradero,
por mí se llega a la perdida gente.
Me hizo mi alto hacedor por justiciero:
el divino poder me dio semblanza,
la suma ciencia y el amor primero.
Nada hay creado que en edad me alcanza,
no siendo eterno, y yo eterna duro.
¡Perded cuantos entráis toda esperanza!"

***

Yo, fijando mi vista vi una enseña
que ondulando corría y más corría,
como quien sólo en avanzar se empeña.
Detrás iba una larga romería
de gente: no creí que tanta gente
la hambrienta muerte devorar podría.

***

Como en el frío otoño, sin estruendo,
caen hoja tras hoja hasta que el ramo
sus despojos al suelo va rindiendo,
tal se abalanzan, a la voz del amo,
las de la estirpe adámica, una a una,
como el ave se lanza hacia el reclamo.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Y ondulas al tocarte, como un río

En respuesta a Gaëlle Solal (www.gaellesolal.blogspot.com), por un vídeo en cuyo ritmo y clima -un exilio- no podría yo vivir...



... este otro, que me hace humana y habitable -un hogar- la casa del espacio.

Infierno. Canto II. Resplandores

"Mujer por quien, en gracia y esplendores,
la especie humana excede a cuanto existe
bajo el cielo de círculos menores,
tanto me agrada la orden que me diste
que ya en obedecer se me hace tarde
y nada a tu deseo se resiste.

***

Como la flor, con el nocturno hielo,
se dobla y cierra para abrirse erguida,
cuando el sol la calienta, sobre el suelo;
así en mi alma se insufló tal vida,
y tal aliento en mi ánimo abatido,
que exclamé cual persona decidida:
"¡Oh piadosa la que hame socorrido!

***

Para el viaje a tal punto me has dispuesto
con palabra animosa y oportuna
que vuelvo al plan original propuesto.
Ve, que una sola voluntad nos una:
tú mi maestro, mi señor, mi guía".
Dije y, cuando él se puso a andar, a una
yo me adentré por la tremenda vía.

Infierno. Canto I. Resplandores

En mitad del camino de la vida
me hallé en el medio de una selva oscura
después de dar mi senda por perdida.

***

Pero al llegar al pie de una pendiente,
allí donde acababa el valle fiero
que me llenara de pavor la mente,
levanté la mirada y vi el otero
vestido por los rayos del planeta
que muestra al viandante su sendero.

***

Como el que tuvo y se quedó sin nada,
perdido su tesoro, y llora triste
al mirar su ambición desmantelada;
tal me hallo yo cuando la fiera embiste,
pues me repele, dominando el centro,
donde el sol calla y es cual si no existe.


[Traducción de Abilio Echeverría para Alianza Editorial]

Comedia

Un canto, tres fragmentos. Como Dante se confía a Virgilio y a Beatriz en el Infierno, Purgatorio y Paraíso, así me dejaré llevar -con la sola guía de la brújula de la emoción estética- por el ordenado resplandor dantesco.

martes, 4 de diciembre de 2007

domingo, 2 de diciembre de 2007

Insomnio

Últimamente, me cuesta dormir. Cada noche me desvisto, me cubro con el edredón y siento cómo el cansancio acumulado durante el día -alojado en un punto indeterminable entre el colchón y mi piel- me atrae y sujeta contra la cama. Y sin embargo, cuando me deslizo ya hacia lo oscuro, hacia el horizonte lejano del sueño entre el velamen de las sábanas, comienzan los ruidos. Al principio son casi imperceptibles: apenas el lejano tintineo de unas copas, el lento arrastrar de unas sillas, los velados rumores de las primeras conversaciones. Con los ojos muy abiertos en la oscuridad, como si pudiera así retener más tiempo las palabras que se escapan apenas me rozan, escucho. Escucho la risa limpia de mi amigo Pedro (hacía tanto que no escuchaba esa risa), los cariñosos reproches que se dedican mis padres (cartografiados en mi memoria con la rotundidad de un epitafio), la voz susurrante de Marcela (que llega hasta mis oídos esquivando los oscuros y altos muebles, los libros cubiertos de polvo, las puertas entrecerradas de mi casa: esa voz siempre encontraba el camino hasta mí); tantas voces... Durante las interminables horas de la noche, escucho.

Por la mañana, con el desconcierto de haber sido arrancado de un breve y frágil sueño, bajo las escaleras que separan mi dormitorio del salón. Inútilmente busco una colilla olvidada en un cenicero o sobre la alfombra. Inútilmente una copa sucia o fuera de lugar (me observan limpias y ordenadas desde sus vitrinas con el mudo desconcierto de quien no sabe por qué es interrogado). El espejo del baño brilla intacto con la luz del alba. Las camas del cuarto de invitados siguen como las dejé: estiradas, inmaculadas. Ningún rastro.

La noche llega pronto. Y yo me desvisto, me cubro con el edredón y siento cómo el cansancio acumulado durante el día me atrae y me sujeta contra la cama. Entonces comienzan los ruidos. Como cada noche, me propongo bajar y unirme a la fiesta. Y, como cada noche, sigo aquí. ¿Adónde bajar exactamente? ¿Cómo llegar hasta allí? ¿Qué decirles entonces?

Inmumerables son los escalones que me separan de ellos. ¡Qué cercanas, qué vívidas, qué recuperables sus voces desde la oscuridad y la distancia!