Aspecto físico. Son fibrosas, tienen pechos de tamaño medio o siliconados y piernas y culos increíbles. Sus rostros rara vez sonríen sin sarcasmo o procacidad. Tienen ojeras. Se escancian con perfumes de olor atrozmente penetrante y se aplican cantidades industriales de maquillaje. Visten con pantalones ajustados (muy ajustados), minifaldas levantiscas y escotes obsequiosos. Usan -con absoluta desenvoltura- tangas rojos, medias de redecilla, botas y prendas de imitación de piel de cebra y leopardo. Su reloj biológico adelanta: alcanzan la madurez muy pronto y envejecen con la misma velocidad; a los treinta están hechas ya unos zorros y a los sesenta parecen cacatúas ajadas y enloquecidas.
Sexo y pareja. Son sexualmente precoces y activas; pero de forma más compulsiva que placentera, lo que les lleva a ser infieles con escasa discriminación y, no pocas veces, con consecuencias nefastas. Les excita arañar y ser dominadas físicamente en la cama. Durante su juventud, son celosa y obsesivamente deseadas; pero no amadas. En su madurez, despreciadas. Se sienten atraídas por jóvenes musculosos de gimnasio, mujeriegos, con el pelo corto y punzante y mandíbulas prominentes, brutales y distraídamente alfabetizados.
Alimentación. Ingieren todo tipo de alimentos grasientos y frecuentan las cadenas de fast food. Poseen un hígado resistente y trabajado y, a veces, se drogan cuando salen (salen mucho). Fuman como carreteros. Aunque les encanta llevarlas largas, se comen las uñas.
Costumbres y temperamento. Se emplean en trabajos inhóspitos, subalternos o mercenarios. Se dejan hacer hijos por indiferencia o despiste, a los que descuidan y tratan con escaso miramiento. Su casa es una leonera. No saben cocinar y se les quema la comida. Ven los programas de telebasura y nunca leen (si acaso, prensa rosa). Son ateas. Ignoran la política y no votan. Mientras conservan la línea y la lozanía, les gusta bailar provocativamente. Viven de noche y jamás madrugan. Toman pastillas para dormir. Recién levantadas presentan un aspecto que mueve, a partes iguales, al espanto y a la compasión. A partir de los treinta -o aun antes- empiezan a sentir que su vida carece de sentido y se envilecen con los años. A veces, quedan paralizadas y ensimismadas por una tristeza sorda. Aceptan el machismo y se pelean físicamente con sus parejas. Tienen un carácter de mil demonios y un gesto casi permanentemente mohíno. Ríen poco; pero, cuando lo hacen –por motivos perversos o escatológicos-, sus carcajadas son estentóreas, cavernosas y roncas. Usan un lenguaje barriobajero y han orinado más de una vez de pie.
Creen en la astrología.