lunes, 12 de noviembre de 2007

El quinto jinete (1)

El otoño ya ha venido: nadie sabe cómo ha sido; pero, ay, la ignorancia rara vez nos libera del deber. Volviendo la cara al sol (más por defender los últimos restos del bronceado que por ideología política), luchando por mantener vivos en la memoria y en las yemas de los dedos los recuerdos de las noches de gloria veraniegas, Francisco Sianes sube la cuesta (real y simbólica) que lo separa de su instituto.

Resoplando, acalorado, sudado en suma, entra en el hall del centro con la prevención de quien comprueba el calor de la plancha con el dedo. Se acerca ya a la salita de profesores cuando, contra todas las reglas de la verosimilitud, este canto de sirena llega a sus oídos:

- Mirad: ¡le he cortado la cabeza a Oliver!-

¿Será posible? ¿Habrá escuchado bien? ¿Por fin se han decidido sus compañeros a aplicar sus métodos pedagógicos? Como toro bravío espoleado por el capote, se lanza hacia la salita; pero no es sangre ni revolución jacobina lo que allí encuentra: una luz de San Telmo inunda la sala. Empeñados en refutar las acusaciones a la ociosidad funcionarial, sus compañeros trabajan con laboriosidad y silencio de scriptorium. El joven Sianes se permite la paradoja mística de sentir un cálido escalofrío que acaricia su espina dorsal, hasta que un chasquido regular y un olor penetrante lo despiertan de su embeleso; aterrado, descubre que sus compañeros, armados con unas tijeritas ridículas y de colores chillones, recortan las fotografías de sus tutorandos, las embadurnan de pegamento y las colocan en una plantilla. El último resto de bronceado se precipita de su semblante, sobre el que se enseñorea la mortal palidez que ya lo acompañará durante el resto del curso. El profesor de matemáticas se levanta para enseñarle la foto del tal Oliver, al que le ha cortado la "cresta", y le da los buenos días y unas palmaditas en el lomo en el punto exacto donde los toros reciben el estoque. Al fondo, el orondo profesor de Música se lamenta de que los dedos no le quepan en las tijeras.

Pero suena ya el timbre y los maestros de corte y confección se dirigen al salón de actos. Sianes entra charlando con el profesor de Educación Física, que despeja de un zurdazo la cabeza de una de las catorce gambas que aderezaron la comida de apertura del curso (catorce gambas para cincuenta profesores: hubo tortas). El claustro comienza con la entrega de una carpetilla con un boli rojo, uno azul y otro negro inestablemente sujetos con Fixo a la cubierta; faltan varias carpetillas y, como son entregadas por orden alfabético, nuestro protagonista se queda un año más sin ella. Hora y media más tarde, mientras los más jóvenes siguen intentando descifrar el papeleo y los veteranos descifran el escolástico lenguaje de los diarios deportivos, el director ataja la verborrea del coordinador TIC (que ha tardado más en hacer funcionar el cañón digital que Agustina de Aragón en disparar ciento) para anunciar con solemnidad cardenalicia:

- Compañeras, compañeros (vocativo que hace dar un respingo y soltar el Marca al jefe del departamento de Sociales): debo anunciaros una importante noticia. Al fin podremos hacer realidad una de nuestras más antiguas reivindicaciones...-

(Sianes se endereza en su asiento. ¿Se reducirán las "ratios"? ¿Se establecerán grupos flexibles desde Primero de ESO? ¿Verá a algún orientador o inspector dar clases o al menos un palo al agua? ¿Podrá prejubilarse a los treinta?)

-... ¡Este año se alicatará al fin el baño de profesores y profesoras!-

Segundos de mudo y trémulo estupor que concluyen en una ovación cerrada. La profesora de Biología agita el puño en alto:

-¡Hacer pipí allí era indigno!-

El clasutro acaba. La jefa de estudios endosa a los tutores la lista de sus alumnos y los manda a presentarse ante sus grupos.

Francisco Sianes coge la lista de Tercero de ESO C, sube las escaleras y abre el aula. Los chicos entran apretujándose e imitando a todo tipo de animales salvajes y domésticos; quince minutos después están todos sentados y en silencio (nuestro protagonista ensayó por la noche ante el espejo diecisite variantes de miradas asesinas). Echa una rápida ojeada a la lista: Yanira, Malena, Jennifer, Cinthya (o Cynthia -nunca se aclara-)... Por un momento se siente como el director de casting de una película porno.

Los alumnos asisten a su perorata barajando los motes más ridículos, injuriosos y precisos que asignarle. Al fin, les pregunta:

-Bueno, ¿tenéis alguna duda?-

Un mozo un palmo más alto que él, considerablemente más musculoso, y que sólo tras un duelo de miradas ha accedido a quitarse la gorra, pregunta:

- ¿Dónde se ha comprado esas deportivas?-

- Un regalo... ¿Alguna duda académica?-

Una chica, maquillada con unos "rabillos" tan largos que podría atárselos al cogote, pregunta:

- Profe: ¿si me porto bien y saco un tres apruebo?-

- No; pero puede que llegues a ministra...-

(Sigue...)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Et in arcadia ego...

Anónimo dijo...

Por cierto, pregunta indiscreta...: ¿"el baño de profesores y profesoras" es el mismo?

24rotuladores dijo...

Francisco Sianes coge la lista de Tercero de ESO C, sube las escaleras y abre el aula. Los chicos entran apretujándose e imitando a todo tipo de animales salvajes y domésticos; quince minutos después están todos sentados y en silencio (nuestro protagonista ensayó por la noche ante el espejo diecisite variantes de miradas asesinas). Echa una rápida ojeada a la lista: Yanira, Malena, Jennifer, Cinthya (o Cynthia -nunca se aclara-)... Por un momento se siente como el director de casting de una película porno.

Voy a proponerlo al Premio Mejor Párrafo del Año.

Francisco Sianes dijo...

Ana,

Comparto con las profesoras de mi centro casi todo lo que no querría compartir y no comparto casi nada de lo que querría compartir.

Un abrazo.

***

Adrián,

Prometo acordarme de todos ustedes -de momento, en el mejor de los sentidos- si tienen a bien concedérmelo.

Pero ¿no hay premios donde galardonen con un buen pata negra?

Anónimo dijo...

¿Y la continuación para cuando?

Anónimo dijo...

Para cuando tenga tiempo, Anónimo. Estos días, los exámenes me salen por las orejas...

Todo llegará.