miércoles, 14 de noviembre de 2007

A lo divino (¿milagro o ridículo?)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ni milagro ni ridículo. Sólo la fuerza arrolladora de la belleza en una escena intensa, mágica. El impulso que nos mueve, que alienta el cambio, siempre es en blanco y negro.
Un beso.

Anónimo dijo...

La fuerza arrolladora de la belleza es un milagro. Incluso en el corazón de una escena intensa y mágica.

Francisco Sianes dijo...

Yo, no obstante mi admiración por Dreyer, no puedo evitar sentir una cierta vergüenza ajena ante los subrayados (arados, diría) de la escena.

No deja de admirarme el valor de enfrentarse, sin elipsis ni escamoteos, a una resurrección. Decía Cioran que es imposible crear nada grande con miedo al ridículo. Y es cierto. Pero no es menos cierto que decir las cosas de más es tan inhábil como decirlas de menos (Borges).

Dreyer cae aquí (o así lo siento) en la "hybris" artística. Trata de forzar el milagro sin percatarse de que ya lo había logrado al comienzo de la película al mostrarnos unas sencillas sábanas azotadas por el viento.

Más humilde, más sutil, más auténtica, más humana en suma me resulta la resurrección de Murnau. Diré más: me resulta emocionante pese a los facilones simbolismos.

También la escena que cuelgo arriba, para ustedes, Ana y Amanda.

Un beso y un beso (y bienvenida).

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Mi admirado Francisco. Compartimos devoción por Dreyer, y así me extraña que no acabe de calarle la belleza de esa escena de resurrección. No pienso que la elocuencia de las sábanas azotadas por el viento sea suficiente para arropar -acallar- el discuso del amigo Carl Theodor. Entre otras cosas, porque Dreyer no es Tarkovski, aunque de algún modo se parecen, Bergman mediante. En Dreyer el propósito es tan intenso como los elementos que lo rodean, mientras que en Tarkovski es justamente al revés (véase "El espejo" o "Sacrificio").
Me parece interesante lo que apunta sobre la 'hybris', porque en efecto la escena es puramente griega. Lo que, en verdad, podría haber sido un absoluto ridículo -la resurrección en sí misma- es aquí una obra de arte intensa y contenida, subrayada por la pureza de los planos. Y ese blanco y negro irrepetible, por supuesto. No hay aspavientos. Todo es natural. La capacidad arrolladora de la fe -la tesis de Dreyer, claro- se muestra con la fortaleza que sólo aporta la serenidad. Si en "Gertrud" el lema es "Amor Omnia", en "La palabra" es "Fides Omnia".
En Murnau todo es más fácil, más gráfico...
Gracias por su bello regalo.
Un beso.