miércoles, 14 de noviembre de 2007

La vida

Qué sencillez, qué limpieza, qué arte -a un tiempo compasivo y agudo- para apresar y dar luz a esa cosa frágil, escurridiza y manida.

En Hannover me alojé una vez en una habitación cuya ventana daba a una calle estrecha que servía de enlace entre dos grandes. Era muy divertido ver cómo la gente cambiaba de cara al llegar a esa callejuela, en la que se creía menos observada; uno orinaba allí al lado, otro se ataba las medias un poco más allá, éste se reía a solas, mientras que aquél meneaba la cabeza. Las jovencitas sonreían pensando en la noche anterior y se acomodaban las cintas para hacer nuevas conquistas en la próxima gran calle.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Una Vida a la que no le basta la Vida?
Tú mismo te das la respuesta.
Esta.
Observar al otro, identificarse, reirse, la levedad de los instantes que son convertidos en intensos al ser vividos como auténticos.
Demogogia y tal... quizás por mi parte.

Nanit :)