martes, 27 de noviembre de 2007

Variación sobre un tema de Luis Corrales Vasco


Atraviesas la luminosidad del otoño dejando un rastro intenso de trazos ocres, por cada hoja un sueño, por cada paso un miedo.

Caminas. El espejo del pasado se quiebra en infinitos fragmentos al golpe de la luz. El sol penetra en las ramas y tú en el otoño, que se deshace a tus pies en infinitas hojas (únicas, ardientes como cada instante que has vivido). No hay miedos. Entre la vida y el sueño, envés y revés del tiempo que el viento desprende, caminas.

2 comentarios:

Martika dijo...

No hace falta quebrar los espejos del pasado; cuando el sol calienta a través de las hojas, cuando el viento trae susurros livianos como la palabra misma, es fácil atravesarlos sin destruirlos, pasar el umbral de la realidad suavemente, casi sin percibirlo. ¿Acaso, sin embargo, desaparece el miedo? ¿Puede desaparecer el miedo o la desconfianza cuando no sabemos hacia dónde nos lleva el camino?

Anónimo dijo...

No hay camino: el camino lo va trazando el propio viaje. Recuerda a Machado.

Creo que el error consiste en poner nuestra esperanza en el final y no en el trayecto mismo.

Un abrazo.