"Por mí se llega a la ciudad doliente,
por mi se llega al llanto duradero,
por mí se llega a la perdida gente.
Me hizo mi alto hacedor por justiciero:
el divino poder me dio semblanza,
la suma ciencia y el amor primero.
Nada hay creado que en edad me alcanza,
no siendo eterno, y yo eterna duro.
¡Perded cuantos entráis toda esperanza!"
***
Yo, fijando mi vista vi una enseña
que ondulando corría y más corría,
como quien sólo en avanzar se empeña.
Detrás iba una larga romería
de gente: no creí que tanta gente
la hambrienta muerte devorar podría.
***
Como en el frío otoño, sin estruendo,
caen hoja tras hoja hasta que el ramo
sus despojos al suelo va rindiendo,
tal se abalanzan, a la voz del amo,
las de la estirpe adámica, una a una,
como el ave se lanza hacia el reclamo.
martes, 11 de diciembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario