lunes, 10 de diciembre de 2007

Infierno. Canto II. Resplandores

"Mujer por quien, en gracia y esplendores,
la especie humana excede a cuanto existe
bajo el cielo de círculos menores,
tanto me agrada la orden que me diste
que ya en obedecer se me hace tarde
y nada a tu deseo se resiste.

***

Como la flor, con el nocturno hielo,
se dobla y cierra para abrirse erguida,
cuando el sol la calienta, sobre el suelo;
así en mi alma se insufló tal vida,
y tal aliento en mi ánimo abatido,
que exclamé cual persona decidida:
"¡Oh piadosa la que hame socorrido!

***

Para el viaje a tal punto me has dispuesto
con palabra animosa y oportuna
que vuelvo al plan original propuesto.
Ve, que una sola voluntad nos una:
tú mi maestro, mi señor, mi guía".
Dije y, cuando él se puso a andar, a una
yo me adentré por la tremenda vía.

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