El caso es que si esto fuera una película tú tendrías un deportivo, los músculos marcados y te despertarías cada mañana como si acabara de peinarte tu madre; te asomarías a la ventana semidesnudo (quién no luciría semejante cuerpo) y te encontrarías a tu vecinita, un superlativo monumento a mayor gloria de la especie que (¡sí! ¿Cómo puedes dudarlo, hombre?) te saluda a ti y te dedica la más encantadora e insinuante de las sonrisas. Pero un día más te levantas y no tienes el deportivo (de hecho, no tienes ni carnet), tus músculos se fueron al exilio y te despiertas con cara de náufrago y con pelos de haber visto a tu exsuegra; te asomas a la ventana (cubierto con el pijama que te regaló la abuela) y te dices que, en el fondo, puedes con todo. Sí: con todo. Pero, por el amor de Dios, ¿es qué tu vecina tiene que ser tan fea, coño?
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4 comentarios:
¡Alegra esta cara!
:)
Ay, me asomo a la ventana para ver algo bonito y me encuentro otra vez con el enclenque y desgreñado ese del pijama de los ositos. :S
Mi querida Gaëlle,
¿A qué cree que se deben mis arrugas?
***
Disimulaba ella mientras se dejaba desnudar por sus expertas manos...
Buenisimo, si digamos que la realidad siempre supera a la ficción pero no precisamente en términos positivos. Me encantó. Te dejo mi pequeña historia real:
http://mendeleyevskaya.blogspot.com/2008/08/un-gota-gota-seminal.html
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