La muerte es la suma de nuestros adioses. El poeta echa la cuenta sin odio y sin miedo.
6 comentarios:
Anónimo
dijo...
Yo creí que era la vida una suma de adioses, y el poeta el escribano que levanta las actas de defunción correspondientes... "golpe a golpe, verso a verso". Y con miedo: el poeta no odia, Fran, pero siempre tiene miedo.
La vida es una materia tan maleable que, inderogablemente, acaba siendo nuestro autorretrato. La muerte que no conoceremos no es más que un rutinario acontecimiento biológico; la que tratamos a diario es la mano que avienta el coraje y su alegría.
El poeta no es un notario de lápidas. Encuentra siempre la llama en los dominios del frío. Vida y miedo son fieles sinónimos. Pero quien se enfrenta atemorizado a sus adioses no ha sido digno de sus encuentros.
Hay tardes enteras que ha pasado hojeando -sin apenas leer, por el entrañable placer de acariciarlos, olerlos, tenerlos cerca- los manoseados volúmenes de sus estanterías. Rara es la semana que ha dejado pasar sin escribir a mano una carta a un antiguo maestro, al que un día temió y hoy aprecia. Alguna vez, algún vecino curioso podría descubrirlo en ensimismada contemplación tras la ventana; podría acaso pensar que alguna melancolía lo aturde o acosa: él sólo escucha una música lejana o el calmado discurrir de sus ritmos interiores. Nunca un café se alargó como aquel que compartía con ella las soleadas e infinitas mañanas de domingo, a la sombra del árbol que plantara su abuelo. Nadie encontrará con más facilidad una excusa para interrumpir sus paseos por la playa en penumbra, tal como los interrumpía con ella, ahora que ella le falta. Jamás un latido ha durado tanto. Sin duda, observadores imparciales que nada saben ni quieren saber de él dictaminarían, con justicia, que ha perdido el tiempo. Él, si tuviera el valor de contestar, sin exigirles comprensión y con no menos justicia, sostendría que ha ganado una vida.
6 comentarios:
Yo creí que era la vida una suma de adioses, y el poeta el escribano que levanta las actas de defunción correspondientes... "golpe a golpe, verso a verso". Y con miedo: el poeta no odia, Fran, pero siempre tiene miedo.
Ana,
La vida es una materia tan maleable que, inderogablemente, acaba siendo nuestro autorretrato. La muerte que no conoceremos no es más que un rutinario acontecimiento biológico; la que tratamos a diario es la mano que avienta el coraje y su alegría.
El poeta no es un notario de lápidas. Encuentra siempre la llama en los dominios del frío.
Vida y miedo son fieles sinónimos. Pero quien se enfrenta atemorizado a sus adioses no ha sido digno de sus encuentros.
Sin odio y sin miedo: con dolor.
está bien que los comentarios pasen a calidad de post, sobre todo este.
a dickinson le diría (y digo) que si hay dolor sin odio ni miedo es que algo falla, tal vez la vista.
Exactamente, An: falla la vista, el oído, el tacto, el olfato y todo el resto de cosas a las que decimos adiós al morir.
An,
Quién no es selectivamente miope...
***
Dickinson,
Hermoso apellido. Será siempre bienvenido aquí.
***
Abrazos a cada una.
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