Inventó Atenea la flauta y no recibió sino la burla de los dioses. Hinchaba las mejillas y los olímpicos -que saben permitirse la perversidad pero no la ridiculez- la despreciaron. Los instrumentos de viento sólo despertarían en adelante cuando el hombre les insuflara su aliento efímero.
Eso hizo Marsias, el sátiro oscuro. Armado con su flauta, desafió a Apolo, dios de la lira y las tempestades de luz. El premio: el poder sobre el otro. Qué podemos jugarnos sino todo ante los dioses. Las Musas, que nunca estarán al servicio de aquello que está destinado a la muerte, declararon injusto vencedor a Apolo. Pedir justicia a los dioses -Marsias lo comprendió demasiado tarde- es pedir demasiado. El sátiro fue desollado por el dios; su piel, clavada en un árbol donde el viento la hará retumbar hasta el fin de los tiempos, cuando el último grano de arena haya caído y se cierre la cuenta y todo lo que ardió se apague en muda ceniza intangible.
Quiero ahora que miren los rostros de Apolo y Marsias. La calma satisfecha y sobrehumana del verdugo y el desgarrado alarido de ira y terror de su víctima. Qué vulnerable la carne mortal, que ridícula su agonía ante la indiferencia inconmovible de los dioses.
La sangre derramada de Marsias fue convertida en río, en el que ningún mortal podrá bañarse dos veces y que se precipita incesante hacia la mar, que es el morir. A veces, algunos hombres se congregan a la orilla de ese río de sangre que es y será nuestro vínculo con los dioses y, ante la estupefacción muda de los que nunca mueren, repiten un desafío que será castigado a la postre. Elevan sus instrumentos al cielo, al sol de Apolo que nunca se pone, y hacen música. Y, como Marsias, no temen agotar su aliento ni resultar vulnerables y ridículos, y es su música desafiante como una flecha que podría ensartar todos los corazones destinados al polvo o un hilo que los vincula y los hace latir -arder- en esa eternidad humana que sólo dura un instante.
9 comentarios:
¿Para que inventar algo que nunca hizo sonar?
Quizás para permanecer así, también, indestructible.
Yo la tocaré,
para así romper los muros
que me privan de mi fragilidad.
Para así volver a sentir
la vulnerabilidad de ese mar
que es morir y que también es amar.
La haré sonar, perpetuando el don de lo efímero que nos regaló ella.
Mientras los dioses, se entretienen con sus castigos.
Usamos los mitos para explicar el nacimiento de cosas cuya procedencia desconocemos... y ahora los utilizamos para recrearnos en nuestras hazañas...
Oh yeah!
Llevo toda la tarde explorando tu blog. Gracias por el buen rato que me has hecho pasar. No he dejado de desear haber tenido un profesor como tú.
¿Que sería de un mito sin sus dioses y sus héroes?
Hazañas deseadas, temidas y desconocidas que los mortales,por desgracia, solo nos dedicamos a leer a escondidas.
Saludos.
Estoy de acuerdo; no hay nada mejor que haberte tenido como profesor. De literatura, de música, de prácticamente todo... Enhorabuena una vez más por este blog.
Rocío.
Anónimo 1 (...),
Decía Camus que llega un momento en que has conocido suficientes cosas como para poder renunciar a casi todas. Felizmente, no es tan fácil desprenderse de la fragilidad.
Un cariñoso abrazo.
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Anónimo 2 (...),
Los mitos son como el señor Roca y el aloe vera: cuanto más se los investiga, más propiedades se les encuentra.
¡Quién pudiera utilizar con virtuosismo el mito de Príapo!
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Te agradezco tus bonitas palabras, Mia. ¡Qué bálsamo tras una nueva batalla diaria!
Si no es indiscreción (tengo curiosidad): ¿cómo has llegado a esta página?
Un abrazo y bienvenida.
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Un comentario muy kafkiano, K. Le deseo que nunca se convierta en el Bucéfalo de "Un médico rural".
Abrazos y bienvenido o bienvenida (si procede).
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Ay, mi pequeña Rupi... :)
Gracias por el guiño...
¡Ay el poder del linkeo! Llegué a esta página a través del blog de La donna é móbile, el cual descubrí desde El diario de ayer, escrito por un amigo mío. Seguiré pasando por tu casa, si no te molesta.
Magníficos padrinos, Mia.
Si no te incomodan mis manías, aqui tienes tu casa.
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