jueves, 22 de mayo de 2008

Humanidades e inhumanidad (Epílogo)

El arte es un castillo de pureza cuyo acceso nunca nos ha sido vedado; tan sólo habíamos confundido los muros con sus puertas. Lo hemos hostigado con esperanzas que no puede cumplir. No nos hace más compasivos, más “humanos”: enriquece, afina nuestra sensibilidad, sea ésta dócil o depredadora, oscura o luminosa. Tampoco nos evade del mundo, nos hace vivirlo sin disociación, bajo la especie de la eternidad. Al amparo de su luz, aquello que es el mundo y lo que somos brilla. Los presuntamente bienintencionados apologistas del arte como motor del cambio histórico anulan su verdadera función, su único sentido: hacer de la mera supervivencia verdadera vida. Cuando nos sentimos más seguros ocurre algo, una puesta de sol, el final de un canto de Eurípides, y otra vez estamos perdidos. Repetir agredecidos un poema de René Char, un hexámetro de Virgilio; bailar con el cuerpo o con el pensamiento una suite de Bach, un lied de Schubert; conservar en la memoria de la mirada un bodegón de Caravaggio, una ventana de Vermeer y ver el mundo así, con los transfigurados ojos; o tal vez cerrarlos soberanamente, acompasándolos al ritmo del ya nunca fatigado mundo, sin dejar de sentir la presencia intolerable del Partenón -corona de la Acrópolis-, de la pirámide que impone el orden entre los desiertos, del esclavo huyendo de la piedra muda o el David que en ella encarna a resguardo del avaro tiempo.

Pienso ahora en un grabado de Picasso:


Ante el Minotauro: el terror del caballo; la cobardía del hombre; la piedad medrosa y la perversa complacencia de las mujeres, en su torre; la indiferencia, ante lo que acontece en tierra, del pájaro que habita el aire. Y sin embargo, la niña que no teme. Sus flores y su luminaria. La vela que iluminará la voluntad y los anhelos de los hombres y aventará lo oscuro a los rincones. No para mostrarnos o mostrar a otros un camino noble: tan sólo iluminando lo que somos. También el minotauro tiene miedo y palpa el aire. También somos el minotauro y el caballo. También somos el hombre y las mujeres y los pájaros. A la luz que proporciona el arte comprendemos -y todos los mortales cometemos el error de distinguir tajantemente- que somos uno con la oscuridad que nos acecha, y junto a ella fuimos conformados en un mismo polvo. Allí donde el peligro impera, crece lo que nos salva -o acaso no nos salva-. El arte nos provee de una luz y de un escudo y de una lanza. Escudo y lanza que pondremos al servicio de esa luz que solamente fue encendida por nosotros y que a nosotros solos corresponde defender y mantener ardiendo hasta que el Minotauro, que es la oscuridad y que es la muerte y que es también nosotros y que tiene miedo, acabe consumiéndola al palpar el aire y atraparla, haciendo al fin que nuestro tiempo muera entre sus manos.




CODA

Novena sinfonía de Beethoven (interpretada por Wilhelm Furtwängler para el cumpleaños del Führer Adolf Hitler)




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Toda la cultura después de Auschwitz, junto con la imperiosa crítica a él, es basura. (...) Quien aboga por la conservación de la andrajosa y culpable cultura se convierte en cómplice, mientras que quien la rechaza promueve directamente la barbarie que demostró ser la cultura. (...) Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie. (Theodor W. Adorno)


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FUGA DE LA MUERTE

(Paul Celan, después de Auschwitz)


Negra leche del alba la bebemos al atardecer

la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche bebemos y bebemos

cavamos una tumba en el aire no se yace allí estrecho

Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe

escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete

lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus mastines

silba a sus judíos hace cavar una tumba en la tierra

ordena tocad para la danza

Negra leche del alba te bebemos de noche

te bebemos en la mañana y al mediodía te bebemos al atardecer bebemos y bebemos

Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe

escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete

tus cabellos de ceniza Sulamita cavamos una tumba en el aire no se yace allí estrecho

Grita cavad unos la tierra más profunda y los otros cantad sonad

empuña el hierro en la cintura lo blande sus ojos son azules

cavad unos más hondo con las palas y los otros tocad para la danza

Negra leche del alba te bebemos de noche

te bebemos al mediodía y la mañana y al atardecer bebemos y bebemos

un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete

tus cabellos de ceniza Sulamita él juega con las serpientes

Grita sonad más dulcemente la muerte la muerte es un maestro de Alemania

grita sonad con más tristeza sombríos violines y subiréis como humo en el aire

y tendréis una tumba en las nubes no se yace allí estrecho

Negra leche del alba te bebemos de noche

te bebemos a mediodía la muerte es un maestro de Alemania

te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos

la muerte es un maestro de Alemania sus ojos son azules

te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere

un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete

azuza contra nosotros sus mastines nos sepulta en el aire

juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro de Alemania

tus cabellos de oro Margarete

tus cabellos de ceniza Sulamita.

4 comentarios:

doscontratres dijo...

"der Tod ist ein Meister aus Deutschland".
Impresiona ese verso de Celan, cómo Alemania, la de Bach, Brahms, Beethoven, Brahms, Goethe...fue capaz de llegar a una situación de barbarie cómo el Holocausto. Auschwitz rompe todos las ideas previas sobre lo que es la cultura, la sociedad moderna, el progreso.

Elena dijo...

Me sigue abrumando como se abre el texto por todas partes. Me inquieta y fascina, por igual, como se impone el arte. Me inunda de humildad, cuidado y respeto la conciencia de saber como es tener entre las manos lo que hay de más vivo en otro ser humano; me preocupa no saber como es para otros. Me desborda y emociona profundamente la belleza de la descripción del cuadro de Picasso.
Mientras sigo procesando, me quedo, muchas veces frágil y con miedo, a la luz de la niña que ilumina, a pelo, lo que somos. Creo que, en definitiva, todo tiene su lugar, todo cabe.

Un abrazo muy fuerte.

(Continuará…)

sandmann dijo...

fy"-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió."

Sir John More dijo...

Quien no se malogra con la cultura no ha hecho más que contemplar a cierta distancia su superficie brillante y engañosa, su figura de flor carnívora. Creer en la cultura no es más que un ridículo juego de estos pobres seres que creemos haber detenido el tiempo. Señor mío, mi más profunda consideración y mi agradecimiento...