domingo, 11 de mayo de 2008

Carta de una desconocida

A veces, en las noches, te recuerdo. ¿Recuerdas tú cómo me conociste? Lo sé: no lo recuerdas. Estábamos en tu terreno. Allí tú eras el dueño. Eras el amo. Maestro de la calma, con qué docilidad me desnudaste. Dejé que penetrara en mis oídos tu veneno. Dos partes de placer y una de dolor. Eso fue todo. ¿Y yo? ¿Qué fui yo para ti? No era la primera. Pronto dejé de ser la última. ¿Sabrías reconocerme entre las otras o escribiste mi nombre sobre el agua? ¿A cuántas, como a mí, hiciste llorar? ¿Qué ardiente sed te hizo buscar mis lágrimas? Sacaste mis palabras enterradas a tu luz. Dijiste sin decir, una vez más: acércate, cuenta tu historia y vete. ¿Qué oscuridad retaste? ¿Qué poder anhelabas? Llegaste con las sombras. Te fuiste con el alba. Trocaste el lecho en tálamo y el tálamo en mortaja. Fuiste el aliento y fuiste la guadaña. ¿Quisiste ser como los dioses que visitan y derraman su semilla en nuestro seno y el rostro vuelven, impasibles, cuando el rostro les reclaman? ¿Para qué roturar la tierra que no florecerá por ti? ¿A qué arrojarte en tan estériles entrañas? ¿Por qué quisiste penetrarme con tu voz, con tu cuchillo, con tu lanza? ¿Conoces el dolor, la fiebre del reproche? ¿Conoces las heridas y la llaga? (¿Sangras?) ¿Recuerdas todo aquello? Lo sé: no lo recuerdas. Qué has sido sino el cáliz de luz y de veneno que una sola vez bebimos y bebimos, temblando. Adiós, Francisco. Te amé esa noche en la que no me amaste. No vuelvas nunca más. Te doy las gracias.

18 comentarios:

Idea dijo...

Francisco, como la humildad no es tu campo, aplaudo la soberbia de mirarte con otros ojos que siempre serán los tuyos, y exponerte a plena luz del día como ese oscuro objeto de deseo insatisfecho. ¿Quién la víctima y quién el verdugo?

Anónimo dijo...

Sin palabras.

Anónimo dijo...

Espero que algún día la vida te devuelva tu crueldad.
Muy didáctico tu blog señor profesor.
También yo me quedo sin palabras.

Anónimo dijo...

Falsedad y manipulación hasta extremos insospechados.
Sálvese quien pueda.

Suerte.

Anónimo dijo...

Muy buena la temática, pero yo en vez de situar a una femenina detrás de los lamentos pondría a un hombre. Los tiempos están atravesando otra vía. El hombre se convierte en el azotado, y la mujer en el yugo.

Anónimo dijo...

Alumno,

¿Ponerse el señor Sianes en el yugo?

Que atrocidad.

No, así es perfecto. Todas las historias necesitan un malo.
Y él lo hace tan bien que ni usted, alumno, podrá superarle.

Excelente relato Francisco.


Saludos a ambos.

Anónimo dijo...

Desconocida perfecta, como siempre me refiero a una generalidad, esto es, siempre hay, y los habrá albinos.

Besos.

Anónimo dijo...

Ay alumno... las generalidades nunca fueron buenas.

Otro beso.

Anónimo dijo...

¿Qué es esto, profe, lección de sadismo? jajajaja

Anónimo dijo...

Pero... ¿la preferida no era yo?

:'(

Desconocida destronada

Anónimo dijo...

¿Cuando la presa es atacada
se acaba la historia?

La presa nunca podrá olvidarlo. Aunque ella crea que es la misma, por dentro sabe que no, algo ha cambiado.
La humillación se queda como un olor impregnado en su piel.
Algún día, cuando al fin se atreva a matar sus miedos, en el próximo ataque se defenderá, con el recuerdo de su dolor por montera, y comprenderá que el depredador es tan débil como ella.

Y al verlo allí, pisoteado y chafado, sabrá que la historia no ha acabado sino que recién comienza.

Anónimo dijo...

Presa dolorida,

¿Y si cambiamos el rumbo de la historia y en lugar de atacarnos mutuamente nos curamos,juntos, las heridas?

Anónimo dijo...

Excelente.

Anónimo dijo...

La pregunta es: ¿Qué se siente al derramar las lágrimas que uno no pretende curar? ¿Qué lleva a hacerlo, curiosidad o crueldad?

Excelente ejercicio de egolatría.

Anónimo dijo...

Tambien está el que si quiere curar y , simplemente, el otro no se deja.

Anónimo dijo...

Ya veo bajo el prisma de belleza.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

(Tal vez al blog le iría mejor el título de "Desvaríos y fuga...")

Sir John More dijo...

Entre el amor y el matrimonio hay todo un catálogo de risas y lágrimas... Y bueno, que me culpe usted, amigo mío, de no ser una rubia despampanante, y ahora se meta usted en estos berenjenales, como si se pusiera a recitar al mejor Shakespeare en el estante de una casetilla de tiro de cualquier feria... Vamos, la palabra masoquismo se queda corta... Aun así, mi más sentido reconocimiento y mi más sincera admiración.