martes, 29 de enero de 2008

El quinto jinete (2)

(Continuación de:

La presentación ante sus alumnos concluye sin incidentes. No podía ser de otro modo; tras:

a) pasar lista en el parte oficial del centro y firmarlo,

b) anotar las ausencias en su cuaderno oficial de profesor y en el de tutor,

c) recolocar a los alumnos por orden alfabético y pedirles que saquen boli y cuaderno (esos alumnos que al toque de la sirena de fin de clase semejan gráciles garzas se convierten, por arte de birlibirloque, en paquidermos hastiados o plantígrados hibernantes en cuanto se les encomienda la más sencilla y directa de las tareas),

d) anotar las incidencias en los susodichos parte y cuadernos y cumplimentar la hoja de la programación de aula, para no violar el prescriptivo "subproceso de actividades de aula" (nuestro héroe enseña -es un decir- en un Centro de Calidad -no se interroguen, tampoco él sabe de qué va el asunto-)

e) etc...

... apenas le ha quedado tiempo, en una hora de clase, para escribir su nombre y su infrecuente apellido (ha constatado que sus alumnos se pierden con el deletreo) en la pizarra.

Así que baja cabizbajo las escaleras, para toparse con la orientadora del centro. El profesor Sianes procura siempre eludirla: teme su costumbre de endosarle actividades vergonzantes -bautizadas con rimbombantes nombres que es incapaz de repetir a sus alumnos sin sonrojo- y largarle incómodas maletas de cartón de colores chillones [1] -ver pasear por los pasillos a profesores ya talludos portando tan psicodélicos artefactos le hace sentir bochorno y vergüenza ajena-.

Pero hoy está de suerte: la orientadora sólo quiere presentarle a una chica -"psicopedagoga", añade con altivez y orgullo corporativos- que dará a sus alumnos unas charlas sobre sexualidad. La chica, que debe de rondar los veinticinco y que parece haber pasado los últimos veinticuatro practicando halterofilia y consumiendo cantidades industriales de esteroides, se le acerca con la cara atravesada por piercings y embutida en un poncho multicolor. La orientadora los deja solos y Sansona -así la bautiza mentalmente nuestro joven-, estampa a Sianes dos besos recios y lo sujeta del bracito:

- Soy Berta- dice Sansona.

- Francisco- contesta él.

- Puedo llamarte Paco, ¿verdad?

- Francisco. O Fran, si no te importa.

Ni caso.

- Uy, no me seas antiguo, Paco... Verás: he estado dando este verano unos cursillos en Madrid y les voy a enseñar a tus alumnos y alumnas todo lo del sexo. Ya sabes: de buen rollito... Tú tienes pinta de ser un tío enrollao.

- Mis alumnos piensan que soy un hueso y me asignan motes injuriosos.

- Jo, ¡cómo mola! Seguro que te llaman Jesucristo, con esas melenas y barbas... ¡O Camarón! ¿No te dicen: "¡qué arte tienes, maestro!?" Jajaja. ¡Yo me meo, miarma! Aunque te pareces más al Melendi. Ufff, está superbueno ese niño...

El profesor Sianes, aterrado, da un paso atrás al escuchar esto último; pero Sansona le aprieta aun más el bracito y lo devuelve a su sitio. Intentando escabullirse del tema, Sianes pregunta:

- Así que pasaste el verano en Madrid... Tendrías tiempo para visitar muchos museos, ¿no?

- Sí, sí: me pasaba las tardes en la Plaza Real.

- ¿En la Plaza Real? No conozco allí ningún museo...

- Sí, hombre: "El Museo del Jamón". Me ponía como una cerda, vaya. ¡Pata negra, chaval! Se me hace la boca agua sólo de acordarme...

Y, en efecto, Sansona comienza atrozmente a salivar cual perra de Paulov. Con un nudo en el estómago, y pese a que intenta evitarlo, a Sianes le resulta imposible no imaginarla solazándose entre una piara de cerdos incontinentes y nefandos [2]:

- Bueno, Berta: ¿y qué les vas a enseñar a mis alumnos?

- Pues... un poco de todo. -Y enumera con los porcinos ojos vueltos al techo y contando penosamente con los morcillantes dedos- Lenguaje sexista... prácticas de riesgo... métodos anticonceptivos... masturbación...

- Un momento, ¡un momento! ¿Masturbación? ¿Cómo masturbación?

- Pero ¿en qué mundo vives, chaval? ¿Es que tú no te la pelabas a su edad, hombre? ¿No eras tú un monoloco? Que me estás hecho un carca, Paco. ¡Que estás desfasao! ¿O es que crees que tus alumnos y alumnas no se masturban? Yo flipo...

Sianes agradece ignorar -y desea seguir ignorando- si sus alumnos se lo hacen o no, reflexiva o recíprocamente. El tema parece enardecer a la musculosa psicopedagoga, que empieza a mirar con ojos voraces y orificios nasales desmesuradamente abiertos al joven profesor, mientras le magrea el ya sobado bracito. Sianes, aterrado, farfulla con timbre agudo y acobardado:

-Mira, Berta: hablamos más tarde. Tengo que rellenar unos papeles y pegar fotos. Ya me cuentas otro día, ¿vale?

Nuestro héroe, con la fuerza que otorga la desesperación, se suelta el brazo de un tirón, da media vuelta y, sin escuchar la respuesta de Sansona, pone pies en polvorosa y se esconde en la sala de profesores.



Encuentra allí a Ralph: un veinteañero tostado, con coleta rubia, camisa de tirantes, pantalón corto y sandalias -un chuloplaya, en suma-, leyendo el Diario de Cádiz. Ralph es un joven californiano que el año anterior ejerció oficialmente de auxiliar de conversación (el instituto de Francisco también es bilingüe, por más que no haya un solo alumno que hable inglés en condiciones) y oficiosamente de auxiliar de surf y cama de las alumnas más descocadas del centro.

- Hombre, Frank... ¿Cómo va eso, man?

- Ralph: ya te he dicho que es Fran. "Fran", sin "k" al final. ¿Qué tal el verano?

- De puto madre, colega. Las españolas son tan hot... Me he llenao hasta el culo de todo, joder.

Sin corregir sus barbarismos léxicos y mentales, el profesor Sianes se sienta a su lado en silencio. Ralph vuelve a enfrascarse en el periódico.

- ¿Qué lees con tanto interés?

- Es la página de Contactos, colega.

- ...

- Oye: ¿qué significa esto? "Yamila. Puedes hacerme de todo. He vuelto a Cádiz más cachonda que nunca". ¿Qué es "cachonda", Frank?

A Sianes le tienta la opción de no contestar. Finalmente, claudica:

- Quiere decir que es muy graciosa, Ralph. Debe de ser carnavalera.

- Ah, ok.

El rubiales sigue desentrañando el periódico. Sianes intenta marcharse en secreto a la biblioteca (allí no lo encontrará nadie hasta su próxima hora de clase); ya casi está saliendo por la puerta -ha comprobado que no hay pedagogos en la costa-, cuando Ralph le grita:

- Joder, Frank, escucha esto: "Madurita dominante busca a joven sumiso. ¿Te gusta el castigo? Tengo mi látigo listo". ¿No te la pone dura, colega?

El joven Sianes calla y, con el corazón en un puño, huye hacia la biblioteca, implorando con los últimos restos de sus ya declinantes fuerzas, rezando con la poca fe que le queda, por que la madurita castigadora no sea, por favor, por favor, por favor, la madre de ninguno de sus alumnos.

***

[1] Especialmente sangrantes son dos hits de la tribu psicopedagógica: la Mochilita de la paz y la Maletita tabaquera. La primera incluye un kit compuesto por un vídeo donde unas macarras -perdón: alumnas disruptivas- agreden a una empollona en los servicios -nadie alertó a los guionistas del peligro de dar ideas- y una cámara de fotos. El tutor, tras poner el vídeo a sus jovenzuelos, debe animarlos - la sangre ya les hierve en las venas- a fotografiarse unos a otros simulando las más violentas y desatinadas estampas: un zagal saltándole el ojo a un compañero, una moza orinando en la mochila de su comadre... Todo con la sana intención de que aprendan por el cuestionable método de la enseñanza ex contrario. En las dos sesiones de fotos a las que asistió -de hito en hito- nuestro héroe, acabaron sus alumnos a tortas; no hubo que lamentar que engrosara el número de tuertos -ni orinadas-, por fortuna. Más pavorosa fue su experiencia con la Maletita tabaquera, artefacto cargado de transparencias sobre los efectos deletéreos del tabaco y que incluye unos infames pulmones de espuma blanca. Se trata de colocar un pitillo encendido en un tubito adosado a los "pulmones", con objeto de que el humo vaya ensuciando su inmaculada espuma y así alertar a los críos contra su pernicioso veneno. Nuestro profesor aún recuerda cómo le fue imposible encender el cigarrillo -no fuma y casi se quema el bigote- y cómo debió recurrir a la ayuda del inveterado porreta de la clase, que tan bien cumplió con la tarea asignada que recibió en premio los pulmones ya amarillentos. Lo último que Sianes supo de ellos fue que un cafre -perdón: alumno disruptivo- de Segundo de ESO los utilizaba bajo la camiseta para lamentarse ante la anciana y crédula profesora de Ciencias Naturales de que, debido a los experimentos en el laboratorio, "le habían salido peras".

[2] Al niño Sianes le marcó de por vida una escena presenciada en la granja de su tío Ramiro, donde un cerdo de obesidad morbosa -incapaz de mantenerse ya sobre sus cuatro patas- resoplaba tumbado y ahíto, con las patas rígidas y los ojos en blanco,
mientras ingería espasmódicamente monstruosas cantidades de comida con un lateral del hocico.


(Sigue...)

16 comentarios:

une étoile... dijo...

¡Hilarante!

Esos ojitos porcinos, el magreo del bracito cañijo del joven docente, su bigote a punto de prender...

¡Chapeau!
Un abrazo con alacridad.

Anónimo dijo...

Estimado Francisco:

Recuérdeme no llevar jamás a mis futuros hijos a estudiar a tal Centro. No sé si por la salud mental de ellos, por consideración hacia la suya o por preservar la mía propia.

Woody Allen encontraría un digno sucesor en usted.

¡Enhorabuena!

Anónimo dijo...

Me parto, me parto, me parto...
No puedo escribir más, Tengo los ojos llenos de lágrimas de la risa...
Ay profe, estoy engamchadísima a tu blog. Siempre descubro algo, aprendo y me río. Contigo y los demás participantes. (blogerianos?, blogeros? Mil perdones, desconozco el término apropiado).
Mil besos y gracias, infinitas gracias.

Anónimo dijo...

Navío lleno de peligros. Y yo, incauta de mí, escribiendo sobre sirenas y mástiles vacíos... Tenga cuidado, y átese con soga firme.
Un beso.

Anónimo dijo...

Ahora comprendo mejor su pavor a las Evas que se le acercan...

Le acompaño en el sentimiento, Francisco.

Anónimo dijo...

"Jo, ¡cómo mola! Seguro que te llaman Jesucristo, con esas melenas y barbas... ¡O Camarón! ¿No te dicen: "¡qué arte tienes, maestro!?" Jajaja. ¡Yo me meo, miarma! Aunque te pareces más al Melendi. Ufff, está superbueno ese niño..."

Sí,el parecido si que es muy razonable viendo la foto (a lo mejor en persona no tanto). Yo creo que Francisco en vez de difundir La Buena Noticia, solo les lleva a sus alumnos La Mala Noticia (de un burn suspenso).

Además, seguramente será como Melendi, solo que en vez de cantar, grita.

¡Un gran artículo! (lo reconozco a mi pesar...)

Anónimo dijo...

Estimada/o oOoOoOoOoO:

" [...] Cada cual ve lo que el príncipe parece ser, pero pocos comprenden lo que es realmente [...]" Nicolás de Maquiavelo

Un saludo cordial

Francisco Sianes dijo...

Gaëlle,

El sobado bracito del joven Sianes es más bien "canijo" y su mostacho no sé si tan ardiente como desearía (desearía el joven docente, no usted -creo-).

Te devuelvo el abrazo con "alacritud".

Un beso cariñoso.

***

Lara,

Todo parecido con la realidad es mera coincidencia (¿o no?). Permítame un consejo -y se lo dice un convencido defensor de lo público-: si puede permitírselo, matricule a sus futuros hijos en el más exigente instituto privado que conozca (y si es verdaderamente bilingüe o trilingüe, mejor). En la inmensa mayoría de los públicos, para mi diaria cólera y desesperación, sólo se fomenta la pereza y la burricie asistida.

¡Y cuánto me he reído y emocionado yo con el entrañable Woody! ¡Cuántas veces habré visto esa modesta, encantadora y alegrísima joya: "Misterioso asesinato en Manhattan"! Imposible terminarla sin sentirme reconciliado con la vida y con mis personas más queridas.

Un abrazo.

***

Sny,

Te contesto lo mismo que abajo; pero ahora añado un abrazo. Por cierto: eres la chica de las eternas dudas, ¿no?

(Ya sé que todas lo son; ¡pero tú, si eres tú, más!)

***

Ya sabe, Ana, que lo insoportable de las sirenas no es su canto, sino su silencio. La ausencia de Odiseo en el mástil no debería ser motivo de congoja: ¿cómo puede faltarle algo a quien tiene ánimo y valor para cantar?

Por lo demás, nada de sogas: a este humilde Odiseo -que no ignora que Ítaca está siempre bajo sus pies- le gusta navegar al pairo. También lo sabe: "Allí donde está el peligro, lo salvífico crece".

Un beso.

***

Amanda,

Todo mi acobardado pavor ante las Evas de este mundo desaparece cuando una de ellas, con la imprevisibilidad de un regalo o el relámpago, irrumpe así:

"... ¡sólo tu figura
como una centella blanca
escrita en mi noche oscura!
Y en la tersa arena,
cerca de la mar,
tu carne rosada y morena,
súbitamente, Guiomar."

(Qué monstruo semidesconocido es Machado... ¡Qué adverbio!)

Un abrazo.

***

Pero oooooooooo,

¿Cómo puede ser "a su pesar", si ni siquiera me conoce? ¿Tanto le han malquistado contra mí estos artículos?

Ande, reconozca que el número de oes que ha puesto es la nota que espera de su último examen...

¡Gracias!

(Yo nunca grito)

***

[Mala cosa sería que temiera a las Evas: en este blog me siento como Nietzsche -con bigote y talento mucho más exiguos-: un emborronador de cuartillas con su montañosa soledad poblada por mujeres]

24rotuladores dijo...

Cáspita, caracolas, ¿a qué hay que opositar para ocupar puesto como el del auxiliar Ralph? Porque yo estaba pensando en presentarme a matemáticas, pero su especialidad y atribuciones parecen mucho más jugosas...

Francisco Sianes dijo...

Me temo, amigo Adrián, que para esas oposiciones se le exigen a uno los improbables méritos de poseer un cuerpo musculoso y tostado y esa mezcla de ignorancia y petulancia que tanto atrae a las jovenzuelas.

Dice Jorge Wagensberg que el gozo intelectual es mejor que el mejor sexo. Razones para consolarse, como ves, nunca faltan.

(¿Tan mal te va con tus clases de música? Piénsatelo: no tener jefe de departamento puede ser la gloria.)

doscontratres dijo...

llego aquí desde 24rotuladores. Leyendo vuestros blogs me dan unas ganas de seguir estudiando la opo para ser profesor de secundaria...a ver si Adrián saca las de Mate y deja libre su plaza de música! Porque me da que para la plaza de Ralph no reúno las condiciones. O eso dicen...

Francisco Sianes dijo...

Si resultará que Ralph tiene más admiradores entre mis lectores que entre mis alumnas...

Doscontratres: ¡insensato mortal! No te acerques a un instituto ni de visita. Son como agujeros negros. ¡No permitas que se tragen también tu tranquilidad vital y hasta tu cordura!

Yo, en cuanto tenga un poco más de tiempo, haré como Adrián: intentaré dejar mi plaza; pero no para coger otra -Dios me libre-: quizá acabe como jardinero o como gogó. O quizá pedagogó.

Deséame suerte.

doscontratres dijo...

suerte! No creo que sea una insensatez, aunque también soy consciente de dónde me meto. Pero yo quiero mi blog en el que cuente anécdotas tan divertidas con los alumnos y los gogos, pedagogos y wagogos!!

Anónimo dijo...

Amigo Doscontratres,

Si estás decidido, necesitarás muy amplias tragaderas y mucho (pero mucho) sentido del humor. ¡Advertido quedas!

Ya me contarás...

Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

"plantígrados ivernantes"? Conozco osos que hibernan en Pirineos y vacas que ivernan en Galicia, pero no al revés.

(Por lo demás, muy entretenido de leer). ;-)

Francisco Sianes dijo...

Ay, estimado anónimo, suerte que he encontrado al guardián de mis erratas.

De inmediato pongo a mis plantígrados a hibernar...

Bienvenido. ;-)