Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ése fue todo su patrimonio.
Pienso en C., para quien beber café era la única razón de existir. Un día en que le hablaba de los méritos del budismo, me respondió: "El Nirvana, de acuerdo; pero con café".
Todos tenemos alguna manía que nos impide aceptar incondicionalmente la dicha suprema.
6 comentarios:
Manía: dícese de la excusa eufemística para cualquiera de los motivos -peregrinos o razonados- que se le ofrecen a la dicha suprema para no abrazarla incondicionalmente.
Tan de repente y tan asina, va y nos enseña otra imagen aún más inquietante.
Así no hay quien medite sin distracciones...
¿Inquietante?
¿Do encuentra la inquietud, Amanda?
Cómo tiras de una lengua que no busca aquietarse con la belleza...
¿Acaso te parece que esas imágenes de fermoso varón son inocentes de ser lo que son y aún más de lo que parecen ser?
¿"La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura"?
Yo sólo tiro, mi querida Amanda, cuando es estrictamente imprescindible.
Un abrazo (sin tirar de nada, no vayas luego a cantarme las cuarenta).
Inquietante es la belleza masculina que de sus rasgos emana, así como todo aquello que con ella evoca.
¿Acaso no se sabe?
¿Acaso no se ve?
Hasta ahora puede que ignorara lo saludable que para el cuerpo y para el alma resulta mirarle. Y leerle.
Pero como ya no lo ignora, confío en no inquietarle con lo prescindible que vea en mis palabras.
Que la dicha suprema se inspire así más veces, y nos congratule a discreción con tan buenas vistas.
Publicar un comentario