miércoles, 4 de febrero de 2009

La biblioteca está en llamas

A los treinta años, Albert Camus aseguraba que había conocido suficientes cosas como para poder renunciar a casi todas. Se trata de una prematura sabiduría que no envidio; supuesta su sinceridad, el desengaño sentencioso se gana siempre al precio de la alegría.

Es paradójico: nadie se siente ridículo confesando un rencor, una afrenta, un desengaño; pero todos nos sentimos vulnerables confesando un candor, una entrega, un entusiasmo. A lo largo de estos años, la pasión más firme y más fácilmente confesable que he conservado es la literatura. Desde hoy hasta que alcance los treinta, quiero compartir con vosotros, día a día, mis lecturas; unos y otras sois y habéis sido -quiero permitirme la cursilería- una salvaguarda contra el aprendizaje de la decepción.

Sabio o necio, a los treinta años uno comienza a ser merecedor de su autobiografía. Además de una encrucijada de cicatrices, somos todo lo que hemos amado y lo que aún amamos. Ofrezco estos recuerdos para vuestra memoria. Rescato estas palabras para el viento.

3 comentarios:

Francisco Sianes dijo...

(Las tres primeras citas han sido seleccionadas. No así las siguientes, a las que reunirán la pasión y el azar, esas dos arterias que serpean hacia una misma encrucijada, cuyo nombre sólo conoceremos al alcanzarla.)

annabel dijo...

Muchas gracias por compartirlo con nosotros, Francisco, seguiré de cerca tus lecturas.
Gracias a tí, conocí a Cioran por ejemplo.

A mi no me gusta alcanzar nada,
se pierde el misterio,
es más divertido y más inquietante
el qué pasará, que el ya pasó.

Un besazo y de nuevo gracias
por tus recomendaciones :)

Francisco Sianes dijo...

Annabel,

:-)