martes, 14 de febrero de 2012

Día de los enamorados

Todos sabemos que nuestra condición de persona amada es azarosa. Otro podría ocupar nuestro lugar entre los brazos del amado. Otro, su lugar en nuestro abrazo. En tiempos de fácil mudanza, no practicamos la paciente artesanía de lo construido; acatamos la autoridad de lo sobrevenido. Frente al vendaval de las pasiones espontáneas, yo reivindico la firmeza del amor edificado.

17 comentarios:

Maribel Calvillo dijo...

No es amor si otro puede ocupar ese lugar. Sería deseo, atracción, falta de compañía… pero no amor. De serlo, tendríamos que llegar al punto en el que cediéramos todo lo que somos en beneficio del otro, sin esperar nada a cambio (Amar después de la muerte, Pedro Calderón de la Barca).

Con lo rápido que pasan los años, con el incremento de las enfermedades y con el devenir de la sociedad, el amor edificado precisa una firmeza de base complicada a la vez que innecesaria. Por mucho que lo intentemos, hay edificios que nunca llegan a construirse. :P

Digo yo…

Esas palabras desalentadoras no encajan en el canon de hombre enamorado –y satisfecho-, ni en las del escritor y poeta bohemio. :)

Un enorme saludo.

Francisco Sianes dijo...

[Publico un comentario de una lectora que he borrado por error.]

Una reivindicación muy acertada, si señor.
Un beso,
Esperanza

Francisco Sianes dijo...

Esperanza,

Me sorprende (y alegra) verte por aquí. Confío en que todo te vaya bien, compañera.

A ver si un día de estos vuelvo por aquellos lares y te devuelvo el beso en persona.

Francisco Sianes dijo...

Maribel,

No sostengo que podamos enamorarnos de cualquiera o que cualquiera pueda enamorarse de nosotros a capricho. Digo que si no hubiéramos conocido a esa persona por la que ahora suspiramos, habríamos conocido a otra por la que suspiraríamos de forma parecida. Y así sucede con los amores que nosotros inspiramos: otro, en nuestro lugar, habría inspirado amores no menos intensos. El amor, en suma, se adapta a lo que hay y a lo que encontramos. Idea que supone una cura de humildad.

Dicho esto, los caprichos y pasiones van y vienen. Basta con dejar actuar al instinto. El verdadero vínculo debe construirse ¡con sudor y lágrimas! Pero merece la pena.

Que los edificios no se te derruben. ;)

Un abrazo.

Maribel Calvillo dijo...

Pero… pero… pero…

Pero… ¿es el amor circunstancial? Entonces, ¿cómo saber cuándo se está realmente (y no circunstancialmente) enamorado? Peor aún, ¿cómo se emprende el camino hacia la búsqueda de un amor “edificado” (no encontrado)?

Esto es mucho más complicado que el cálculo de estructuras :S

[¿Que los niños no te tiren piedras durante una clase de lengua?]

Un saludito.

Francisco Sianes dijo...

El amor siempre es circunstancial. El amor edificado no se encuentra: se construye. Entiendo que el verdadero vínculo parte siempre de un amor azaroso (otro podría ocupar nuestro lugar; otro el lugar del amado); luego, nuestra voluntad (y nuestra inteligencia y nuestra imaginación y nuestra paciencia) edifica sobre ese terreno (siempre que el terreno sea mínimamente firme).

Abrazos.

Sir John More dijo...

Pero, ¿por qué esa manía de ligar al amor con el sacrificio, con dar tu vida por, con el sudor, el trabajo y la maldita eternidad? No, no, yo tengo un concepto del amor mucho más ligero, como de algo que, si se persigue, si se calcula, se desvanece. Sólo se puede jugar con el amor, y lo que se edifique es consecuencia del juego, nunca el juego mismo. Y me gusta mucho ese calor que queda, naturalmente, y a veces por toda nuestra eternidad particular, cuando el juego del amor ha producido regalos... Abrazos para usted y la concurrencia. Por cierto, podía usted adelantarme algo sobre lo que le pareció el Paraíso, ¿no?

Lady Pirata dijo...

Ah!!! Pero el amor, esa palabra... antes aprendo física cuántica.

Amamos lo que "rozamos" e idealizamos lo lejano, y yo qué sé señor Sianes, a veces hay mucho albañil y poca mampostería o al contrario, siempre con la dichosa duda.

Un mua muamuá :)

Anónimo dijo...

Una modesta opinión: ¡El amor no siempre es circunstancial!
" el amor de una madre hacia su hijo recien nacido puede ser uno de los amores mejor "cimentados" en esta vida..."

Esperanza Cabello Izquierdo dijo...

Me alegra tu sorpresa... En realidad hace mucho tiempo que te sigo, aunque tus escritos me parecen tan íntimos, tan personales, que me da apuro entrometerme.
Pero me encantan tus reflexiones!
Besos,
Esperanza

Anónimo dijo...

"... y no pienses que puedes dirigir el curso del amor, ya que el amor, si te encuentra digno, dirige tu curso."

Francisco Sianes dijo...

Amigo Sir,

Claro que el amor no es sacrificio, ni sudor ni lágrimas. Claro que no se premedita ni se diseña. El amor, como la inspiración, surge (graciosamente) o no surge; pero, como la inspiración, el amor hay que sostenerlo "trabajando". Si antaño se pecaba de espartanismo; hoy pecamos de ingenuidad. Convengamos en ello: el amor es un juego. Pero precisemos: los juegos exigen reglas, esfuerzo físico y disciplina mental; frustración y logro; victorias y derrotas. De lo contrario no es juego: es dedicarse a hacer cabriolas. Y nada es más agotador, efímero y estéril que la cabriola.

Puede resultar poco poético (no a mí, desde luego); pero hacer durar y madurar el amor requiere esfuerzo: renunciar a ciertos egoísmos, limitar muchos caprichos, construirse junto al otro. Eso no implica (¡ni muchísimo menos!) que el "trabajo" sea la esencia del vínculo (subrayo vínculo) amoroso; pero sí uno de los pilares en los que se sostiene. Lo mismo sucede con la relación entre amigos, padres e hijos, etc.

Constituye una refutación al blandengue y edulcurado "pensamiento alicia" [leer a Gustavo Bueno] de nuestros días el tozudo hecho de que casi todo lo que de verdad merece la pena exige disciplina física y espiritual. El que ama (como desear tocar el violonchelo o diseñar catedrales) es un instinto tan fácil de experimentar como difícil de afinar. Y lejos de ser un defecto del amor, constituye -a mi entender- y mi sentir una de sus grandes virtudes. Y una de sus grandes oportunidades.

[Lo de contarle el periplo escocés lo ando posponiendo hasta poder hacerlo cara a cara. Ni se imagina lo liado que ando últimamente; pero le doy mi palabra de que más pronto que tarde lo invito a un café.]

Abrazos.

Francisco Sianes dijo...

Anónimo 1 [pero hombre (o mujer) ¿qué le cuesta usar un nick distintivo? ;)],

Cuando afirmo que el amor es circunstancial estoy sosteniendo que, aunque amamos a Fulana o a Mengano, habríamos amado a Fulano o a Mengana si Mengano o Fulana no se hubieran cruzado en nuestro camino. El amor, insisto, se adapta a quienes uno encuentra azorasamente en el curso de la vida.

Con el amor a los hijos sucede otra cosa. No amamos a Manolín y Juanita porque sean niños angelicales, maravillosos e inmejorables. Los amamos porque son nuestros hijos. Una lección más para aprender humildad. Nuestros padres no nos quieren (o, al menos, no necesariamente) porque seamos la repanocha. Nos querrían aunque fuéramos unos auténticos cretinos. Pragmatismo biológico (o cultural).

Un cordial saludo.

Francisco Sianes dijo...

Milady,

Yo me contento con que, en medio de ese hilo en que te enmarañas, tenga cabida los muamuás y las sonrisas. Las definiciones, aquí, son secundarias.

Me alegro de verte por aquí de nuevo.

Francisco Sianes dijo...

Esperanza,

Quédate entonces por aquí de la forma en que te sientas más cómoda. En esta casa se agradece tanto la presencia de los que hablan como de los que callan.

Un abrazo.

Francisco Sianes dijo...

Anónimo 2 [ídem],

El amor es como un vendaval. Uno no puede decidir cuánto ni hacia dónde sopla el viento. Pero debe manejar con pericia su barco, si es que desea avanzar hacia donde los vientos lo lleven. Y no sucumbir prematuramente en ellos.

Que los vientos le sean propicios.

Sir John More dijo...

Bueno... Digamos, amigo mío, que ambos hemos delimitado un poco más la idea del amor. Ni usted se refería al sudor ni a las lágrimas, ni yo me refería a un paísaje idílico donde el amor, vaporoso, va y viene por su propia condición inmanejable entre los amantes que reposan inmóviles. Está claro que el esfuerzo y el interés son virtudes imprescindibles de cualquier felicidad, ya sea la del amor, ya sea la de ir al teatro. Yo me refería más bien a la obstinación por mantener el amor cuando se ha perdido ese primer impulso necesario y circunstancial. Hablaba de ese para toda la vida que suele acompañar al amor cuando se lo considera con seriedad. Suyo afectísimo y cafeteramente expectante...