martes, 26 de julio de 2011

Séver la odnum le

Un pedagogo que aconseja a un profesor sobre cómo enseñar a sus alumnos es como un cura célibe explicando a un casanova cómo complacer a sus amantes.

4 comentarios:

doscontratres dijo...

Si bien es cierto que hay "pedagogos" que no han visto a un alumno ni en pintura y quieren dar lecciones, también es cierto que en clase me manejo mejor cuanto más aplico lo que sé (no gran cosa) sobre cómo funciona el coco por dentro, cómo aprendemos, o cuanto más me planteo cómo hacerme entender, es decir, cuanto más soy capaz de poner en práctica lo que sé de pedagogía o didáctica. De curas célibes sé muy poco, ahí me callo.

Francisco Sianes dijo...

Como quienes no pertenecen al (in)mundo del sistema educativo actual no tienen por qué conocer los hechos, voy a exponerlos brevemente: cuando aquí (y en otras partes) hablo de los "pedagogos", me refiero a un tipo específico caracterizado (sumarísimamente) por: 1) no imparten (ni han impartido) clases (si acaso, universitarias) y 2) pertenecen a la pedagogía "postmoderna".

Estos pedagogos (y, como es obvio, hay excepciones) pontifican compulsivamente sobre lo que ignoran. Aquellos que no han pisado un aula de 2º de ESO salvo -si acaso- para montar una descontextualizada "dinámica de grupo" aleccionan al profesor con treinta años de experiencia sobre cómo llevar sus clases.

Ojo: no sostengo que un pedagogo (¡incluso un arquitecto o un carnicero!) no pueda proponer críticas atendibles y propuestas plausibles para colaborar con un profesor. Cuestiono su tendencia a pontificar y a creerse "a priori" más capacitado que el profesional de la enseñanza. Con un ejemplo: es como si un tipo que no ha pisado una cocina en su vida, que "ha aprendido" a cocinar leyendo libros (escritos asimismo por "cocineros" que tampoco han cogido una sartén) intenta explicarle a Arguiñano cómo se hace una lubina con perejil.

Dice, amigo doscontratres, que enseña mejor cuanto más reflexiona sobre cómo se enseña y se aprende. Por supuesto. Yo no desprecio el saber pedagógico: sostengo que el verdadero pedagogo es el propio profesor. Sólo por una serie de razones en las que sería extensísimo entrar, se desligaron la figura del maestro y la del pedagogo. El docente es -necesariamente- pedagogo, por cuanto necesita reflexionar antes, durante y después de sus clases sobre cómo enseñar la materia en la que es especialista. Cosa distinta es que su reflexión sea más o menos sistemática y la formule o no por escrito.

El auténtico pedagogo es el maestro que teoriza sistemáticamente lo que ha aprendido en su práctica docente. Cierto es que incluso una persona que nunca ha impartido clases puede tener una intuición pedagógica genial; pero esa intuición debe ser confrontada con la realidad cotidiana de la docencia.

A veces, le he propuesto a un orientador especialmente pontificante: "Mira, pásame por escrito un método detallado para conseguir que los alumnos este grupo concreto de Primero de ESO aprendan a lo largo de un curso esto, eso y aquello. Yo lo aplico a rajatabla y al final del curso evaluamos los resultados." Ahí acabó su labor conversora.

El neopedagogo es una suerte de híbrido entre psicoterapeuta y consejero espiritual fabulosamente evadido de la realidad (y, por supuesto, de las clases) cuyo acceso al poder educativo tiene unas causas políticas evidentes y nada azarosas. Mercedes Ruiz Paz (en "Los límites de la educación" y "La secta pedagógica") formula un diagnóstico certero, que habría sin embargo que profundizar (algo que no descarto hacer).

Y aquí lo dejo, que en estos temas pierdo la escasa noción de síntesis que me queda.

Un abrazo.

Maribel Calvillo dijo...

Procuro no comentar tu blog con demasiada frecuencia, pero es que hay veces que me supera. Si muchas cosas de las que se han escrito en este blog me han parecido verdaderas barbaridades, créeme Francisco que este comentario tuyo se lleva la palma.

Por Dios, estudio Ingeniería de Edificación, no he puesto un ladrillo en mi vida, ¿pierdo por tanto mi obligación de decirle a un albañil con 30 años de experiencia que el tabique que ha levantado en la 4º planta esta completamente desnivelado? :O

Entonces no me esfuerzo en estudiar una carrera, ¿para qué? Si quiero ser arquitecto, me pongo a trabajar como peón; si quiero ser cocinero, me pongo a limpiar platos en un restaurante; si quiero ser ingeniero eléctrico, me hago ayudante de un electricista; y si quiero ser profesor de lengua, ¿me pongo a leer libros?

Ahora sí me siento realmente indignada, lleve razón o no.

Francisco Sianes dijo...

Hola, Maribel.

Te respondo telegráficamente:

1) La pedagogía (a diferencia de la base teórica de la arquitectura y la ingeniería) NO es una ciencia. No hay leyes ni fórmulas que determinen qué es una "buena práctica pedagógica". La única manera de aprender qué prácticas pedagógicas dan buenos resultados y cuáles no es la experiencia docente. Sólo quienes han ejercido de profesores la poseen. Todos los profesores son, necesariamente, pedagogos (ya que, de forma más o menos consciente, más o menos sistemática, necesitan reflexionar teóricamente sobre la práctica que ejercen).

2) Hay innumerables pedagogos que nunca han impartido clases. Como he dicho en otras ocasiones, uno puede ser un buen pedagogo incluso prescindiendo de tan imprescindible condición, siempre que posea una intuición extraordinaria sobre aquellas realidades que desconoce en la práctica; pero es algo excepcional. Estos pedagogos desertores de la tiza han aprendido lo que saben a través de los libros. Bien está, siempre que esos libros hayan sido escritos por profesores en ejercicio que, tras años de experiencia directa, reflexionan sobre su práctica pedagógica directa. Lo malo, lo cómico, es que muchos de esos libros están escritos por "pedagogos" que tampoco han impartido clases de forma regular.

3) En suma, hay magníficos pedagogos; pero son una minoría (y es una minoría formada, mayoritariamente, por pedagogos-profesores). No deja de ser una ironía sintomática de nuestro tiempo que pedagogos "sin clase", que se formaron leyendo a otros pedagogos "sin clase", pontifiquen ante los pedagogos "con clase", con "mucha clase", cuál es la mejor manera de impartir clase.

(Esto, obviamente, no significa que un profesor, por tener mucha experiencia, sea necesariamente buen profesor o un avispado pedagogo; sí significa, obviamente, que tiene infinitamente más posibilidades de serlo que un pedagogo de salón.)

4) Un albañil sabe hacer mezcla y cómo poner labrillos; pero ignora (salvo que sea un albañil muy culto) la base teórica de la ingeniería y la arquitectura. La ingeniería y la arquitectura no emanan directamente de la albañilería (poseen una enorme base matemática, física, etc); el arte de la cocina no emana del lavado de platos. Sin embargo, la base de la pedagogía sí es la práctica docente (a la que habría que añadir unas dosis de psicología, que tampoco es por cierto una ciencia).

Con las analogías sucede lo mismo que con las armas y la indignación: hay que manejarlas con cuidado (las carga el diablo).

Un abrazo.