jueves, 25 de marzo de 2010

La arquitectura del ocaso (4)

¿QUÉ PODEMOS HACER PARA SALVAR LA ENSEÑANZA PÚBLICA?

Hoy, pese al agónico e inexorable naufragio del sistema, ningún partido político parece dispuesto a reconocer el error y rectificar; ni siquiera los partidos más críticos apuestan por una reforma radical del sistema de enseñanza.

Muchos padres, desorientados, se reconocen sin tiempo ni capacidad (ni ganas) para reconducir la conducta de sus hijos. No menos profesores, desalentados por años de desprotección y desprestigio y entregados a un fatalismo no exento de irresponsabilidad, confían en que las cosas se arreglen por sí mismas. La mayoría de los sindicalistas, sesteando en sus despachos y liberados de dar clases, proponen planes superficiales y demagógicos para salvar la cara ante a sus electores. Las administraciones educativas, inmutables, insisten en invertir más dinero en políticas que han demostrado cumplidamente su inoperancia y en aumentar el control político e ideológico.

La sociedad española está sufriendo ya los frutos de un sistema educativo que ha malogrado a una generación deteriorándola cívica e intelectualmente, educándola en un modelo que entronizó lo lúdico y la libertad sin normas, mientras desprestigiaba los valores de la autoridad intelectual, la disciplina, el esfuerzo, el conocimiento y la excelencia. Llevamos ya demasiado tiempo sufriendo las consecuencias y, si no ponemos pronto remedio, se acentuarán en los próximos años.

¿Qué hacer, entonces? Lo primero: no engañarnos. Nadie solucionará el problema por nosotros.

En el pasado, el claustro perdió muchas de sus competencias. Los docentes no nos pusimos en huelga. Se multiplicó la burocratización inútil (valga el pleonasmo) en los centros, restándonos tiempo para preparar nuestras clases. Los docentes no nos pusimos en huelga. Aumentaron vertiginosamente los conflictos, las faltas de respeto y los episodios violentos en las aulas. Los docentes no nos pusimos en huelga. Las leyes educativas provocaron una bajada sin precedentes del nivel educativo de nuestros alumnos. Los docentes no nos pusimos en huelga.

Ayer, se nos propuso un plan: más dinero a cambio de más aprobados. Los docentes nos pusimos en huelga. El plan resultó un fracaso. Hoy, el nuevo ROC amenaza con eliminar los últimos restos de nuestra dignidad profesional. ¿Qué vamos a hacer?

En el futuro, se nos hará responsables de las decisiones que, cada uno de nosotros (alumnos, padres, profesores, directivos, sindicalistas, políticos, votantes), adoptemos frente al problema educativo de nuestro país. "Ésa es", en palabras de George Steiner, "la democracia de la gracia y de la condenación".

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