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Hablo con una vieja amiga (la expresión se va volviendo inquietantemente polisémica); está de baja maternal tras haber tenido a su segunda hija (la última vez que la vi, ni siquiera tenía marido). Me cuenta que no celebrará Halloween; pero sí el día de Todos los Santos. Irá a su parroquia a rezar y luego al cementerio. Me digo que no tengo disfraz, no tengo parroquia, ni siquiera sé dónde están enterrados mis muertos. Me digo que ya no tengo edad para Halloween; pero que quizá empiezo a tenerla para creer en ciertas mentiras salvadoras, como Dios o el matrimonio.
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Desde Viena, mi "prima" me pregunta cómo me va en el nuevo instituto.
- ¿Estás más contento? ¿Tus alumnos han cambiado?
- Ellos nunca cambian. El que va cambiando soy yo. Los profesores somos como un río en el que sucesivas e idénticas generaciones se bañan (dejándonos agotados y hechos una ruina, por cierto).
- Qué raro... Aquí los hay que ganan concursos matemáticos internacionales: alumnos modelo, olímpicos.
- Me temo, prima, que mis alumnos son más bien modelo paralímpico.
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Uno de esos estudiantes olímpicos resulta ser su jovencísimo amante, cuyas extremadas virtudes (intangibles y tangibles) me pondera. Consciente del furor competitivo masculino, acaba echándome un capote:
- Bueno, seguro que él y tú tenéis muchas cosas en común...
Intento rememorar mi pasado galante. Muy buena voluntad, teoría elaborada y propaganda persuasiva, pero catastróficos resultados.
- Prima, yo soy como el comunismo, pero en amante.
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Aquí una ventana emergente (y no de esas que acechan tras las páginas pornográficas -no está el horno para bollos-) que me conmina: ¿Le gustaría saber quién fue usted en sus otras vidas?
¿Cómo decirle a los publicistas que uno se conformaría con saber quién es en esta vida...?
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Interrumpo a una tercera amiga que anda viendo Abre los ojos, la película de Amenábar.
- Estoy confusa, Fran: no distingo si todo es real o es sólo un sueño...
Pienso en Calderón, pienso en el mundo de rocío de los poetas zen, pienso en la mariposa de Chuan Zu y en la flor de Coleridge, pienso en la sombra vacilante (nuestro pefil, tan parecido) del actor que durante un breve instante se pavonea en escena, en su cuento lleno de ruido y furia que no significa nada y cargo a mi amiga con una responsabilidad que, con seguridad y para su bien, no percibirá en las palabras con que le contesto:
- Termina de verla, anda. A ver si acabas distinguiendo la realidad de los sueños.
Y añado sin palabras, tan sólo con el pensamiento:
- Y luego nos lo cuentas a los demás seres humanos.
2 comentarios:
¡Jo!
Estas cosas no Francisco... que una las lee y le entra el bajón. Hay que ser positivo con la vida (y con la realidad en las aulas también...).
Y bueno... o se derrumbó un mito o la crisis también ha llegado a tu nómina, ¿un puente sin planes? ¡Dios mío! ¡Dinos quién eres y dónde has escondido al verdadero Sianes! :P
En fin, espero que te adaptes con facilidad al nuevo instituto; y que te toquen alumnos insufribles como lo fuimos nosotros. :)
Saluitos teacher, y cuidate mucho.
Nota: Los profesores no cambian: ¡Todos se graduaron en la misma escuela! :S
Pues sí, Maribel. Sorprendido estoy con mi sedentarismo. Será la vuelta a Sevilla, que me tiene atrapado como a enamorado inocente (valga el pleonasmo).
Schopenhauer decía de los países: "Las naciones se ríen unas de otras... y todas tienen razón". Con la escuela pasa lo mismo: profesores y alumnos se ponen a caldo; y con razón siempre.
El verdadero Sianes, como el poeta de Pessoa y algunos amantes anorgásmicos, es un fingidor: "finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente".
Y con esta conclusión tan mona, te digo adiós. Me alegro de verte por aquí y espero que estés disfrutando de los mejores años de tu vida*.
* [Paul Nizan decía que él había tenido veinte años y que no permitiría a nadie decir que era la mejor época de la vida. Pero es que Paul Nizan era un amargao.]
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