miércoles, 11 de abril de 2012

Gafarroñas

Estas vacaciones hemos visitado a una amiga más limpia que los chorros del oro -vive entre peluches, gamuzas esterilizadas y geles con olor a caramelo-. Ayer, en conversación virtual con ella, me hizo sentir como la puta de Babilonia reconvenida por Teresa de Calcuta. Recordaba ella el embarazoso hecho de que tengo siempre las gafas sucias. Por difícil que resulte de creer, me paso el día limpiándolas (cierto es que con mi no esterilizada camiseta); constante empeño pongo en ello; pero todo se me desbarata y queda en sucia nada. Acabamos conviniendo, sin embargo, en que aquella tara personal era tal vez el símbolo de una mutación social. Los tiempos de bonanza crearon un ecosistema -un mimosistema- propicio a la aparición y auge de los gafapastas. Hoy, en tiempos de miseria, contemplar el mundo desde unas gafas sucias nos proporciona una perspectiva menos estética, pero más lúcida. ¿Soy acaso el macho alfa de una nueva tribu urbana, pionero astroso de un ecosistema -un puteosistema- propendiente a la multiplicación de sépticos pero fecundos gafarroñas?

4 comentarios:

la Condesa Descalza dijo...

Yo también tengo casi siempre las gafas sucias... son vintage, y con cristales enormes, con lo que a la mínima se soban y manchan... Un cuadro, vamos. Mi novio no para de decirme todo el rato que las limpie. Yo a veces lo hago y a veces no. Cierta roña hace al mundo ser lo que es.

Francisco Sianes dijo...

Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del gafarroñismo.

Bienvenida al club, Condesa.

Ángel Reyes dijo...

Independientemente de las metáforas aplicables al gafarroñismo, si aplicaras un poco de la pulcritud que empleas en tu literatura a las gafas, estarían relucientes. ;)

Y lo peor no es que no las limpies -la grasilla acumulada puede venir bien como conservante de la lente- sino que las limpies con la camiseta. Cada vez que haces esa limpieza estás arrastando partículas sílíceas -que están por todas partes- que producen, pasada a pasada, un microrrayado que acaba haciendo que la lente pierda su transparencia.

A mí me duran las gafas en ferfecto estado una barbaridad. Acabo desechando las gafas por amarilleamiento a causa del sol, o porque me aumenta la miopía o, ¡ay!, la presbicia.

Cada mañana las limpio del siguiene modo: abro un chorrito de agua del grifo, pongo la gafa debajo, le unto un poco jabón frotando suavemente con los dedos, la enjuago y, finalmente, con un poco papel higiénico las seco más por absorción que por arrastre.

Prueba y verás :)

Francisco Sianes dijo...

Ángel,

Sabe usted más que Briján. Aplicaré su método. Y quedo a la espera de sus fórmulas para mantener:

a) El cuerpo sano y vigoroso.

b) La mente lúcida.

c) Alejada a la suegra.

Abrazos.