martes, 25 de enero de 2011

Así

Están sentados relajadamente
cada uno en su lado del sofá,
el uno junto al otro.

La luz de sol
traspasa las ventanas y los mece
en una de esas breves moratorias
que a veces nos concede
la cotidianidad.

Trazaron, convergentes,
sus paralelas soledades
hace apenas semanas.
(Apenas pasan de los veinte años.)

Hay, sin embargo,
una fisura casi imperceptible
en esta tersa calma.

Él pierde su mirada en el vacío,
quizá apacentando musarañas
o bien papando moscas;
pero ella se remueve, inquieta,
con una comezón creciente.

Ahueca los cojines del sofá,
suelta y retoma
un sudoku indeciso,
recoge sus cabellos
(ahora una coleta, ora dos trenzas)
y mira de reojo
a su estrenado compañero,
que de nada se cosca.

Con premeditación alerta,
suelta un suspiro que tampoco altera
la lela compostura del amado.
Sacude, vigorosa, los cojines,
y tensa sus dos trenzas;
busca el solucionario del sudoku
(casi descuajaringa el cuadernillo),
se rasca la nariz y carraspea.
Mira de nuevo de reojo...
y él como si nada.

Así que, ansiosa, capitula.
Se gira en el sofá
y tironea de él
hasta que al fin se vuelve
(rostro de no sé adónde voy
ni sé de dónde vengo)
y suelta de una puñetera vez
la candente exigencia
que la ahoga:

"¡Entretenme!"

Y así comienza todo.

2 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

Muy buen poema y para acabar echa a volar el moscardón. Magnífico.

Salud

Francesc Cornadó

Francisco Sianes dijo...

Francesc,

Uno acaba convirtiéndose, más tarde o más temprano, en la mosca cojonera del amado. En cuanto al "entretenme" -rigurosamente real-, que los dioses nos eviten una prueba tal que haría fracasar al mismo Heracles.

Gracias y bienvenido.