martes, 9 de noviembre de 2010

Cambiar para que nada cambie

En febrero de 1920, poco más de un año después de la revolución de noviembre de 1918, el levantamiento espartaquista del 5 de enero de 1919 y el asesinato, diez días después, de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, la revolución reapareció en Berlín de la mano de Max Reinhardt, que puso en escena Danton, una obra de Romain Rolland. El crítico Kurt Tucholsky salió del teatro y escribió un poema, "La muerte de Danton":

El acto tercero de la obra de Reinhardt fue impresionante...
Seiscientos extras moviéndose de un lado a otro.
¡Escuchad bien lo que dice el crítico!
Todo Berlín la encuentra estremecedora.
Pero en todo este asunto veo
una parábola, si queréis saberlo.
"¡Revolución!", grita y aúlla el Pueblo.
"¡Libertad, eso es lo que necesitamos!"
Hace siglos que la necesitamos...
nuestras arterias se desangran.
El escenario se estremece. El público se balancea.
Todo acaba a las nueve en punto.

(Greil Marcus. Rastros de carmín)

***

Cambio de rueda (Bertolt Brecht)

Estoy sentado al borde de la carretera.
El chófer cambia la rueda.
No me gusta el lugar de donde vengo.
No me gusta el lugar a donde voy.
¿Por qué miro el cambio de rueda
con impaciencia?

2 comentarios:

fians4k dijo...

¿Tendrá algo que ver con que la acción equivocada es a menudo más satisfactoria que la inacción absoluta? Insisto en el hecho de que todo el mundo espera que el resto haga "algo", por lo que la inacción no suele ser una opción viable.

Se me ocurre también vincularlo con el aspecto de la solución: claramente hay un problema (la rueda pinchada) y debería ser solucionado cuanto antes, solo porque no debería estar en ese estado. Nuevamente, no tiene nada que ver con el ideal del viaje (que de viaje ideal tiene poco), sino con la prisa por la solución a un problema que se presenta como más inmediato (una forma de procrastinación para evitar pensar porque no nos gusta de donde venimos ni a donde vamos).

Francisco Sianes dijo...

Hola,fians4k.

(Creo que ha contestado antes de que completara la entrada con el texto de Greil Marcus.)

Respecto a Brecht: el ser humano es un galeón cuya proa enfila siempre la acogedora orilla del no ser, un destino que nos repele, pero al que nos acabamos casi entusiásticamente resignando.

Impaciente por temperamento como soy, no veo que el problema sea la dificultad de la inacción (problema para el que el budismo es un intento de solución), sino la dificultad de habitar el presente, sin que el pasado nos aprese en la nostalgia y sin que el futuro nos espolee con su promesa.

El poema de Brecht es aun más persuasivo en cuanto revela que, incluso para aquellos que sortean las asechanzas de nostalgia y esperanza, el presente puede ser inhabitable. Esas criaturas, ciertamente condenadas, sólo pueden vivir el ahora como el tiempo de la frustración y del rencor: su vida es el insalvable exilio del presente. No hay viaje: sólo huida hacia delante.

Sea bienvenido al borde este blog, que puede habitar a sus anchas. Una vez que ha llegado aquí, no tenga prisa por cambiar la rueda.