En la noche congelada, mis manos enfebrecidas de haberte buscado sin hallarte.
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Mi camisa quedó tan mojada de ti que abrazarla es lloverte, derramar el rocío de la pérdida.
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Anochecer precipitado, no bastan tus dos manos contra mis ojos. Leal al mediodía, erguido sobre la veleta, el gallo decapitado todavía gruñe.
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Amantes herederos de la noche -la sombra no lastima vuestros ojos-, prolongadnos, vendimiad los racimos de lo que fue gemido en la penumbra.
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Oh amada ante quien enmudezco, ¿me oyes cantar tu nombre cuando callo?
1 comentario:
http://www.youtube.com/watch?v=EIPR_T1TCI0&feature=player_embedded
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