La rabia es una lluvia en la garganta que no mana.
Llora también, tras la ventana,
la lluvia que ya no compartiremos.
(¿Contra qué nombres, dónde se precipita
la fiebre, la tormenta a la que un día convergimos?
Haces sangrar mi alma todavía
como garganta contra la acerada
obstinación de la cuchilla.)
Fuiste artesana de mi piel, lluvia de manos,
lengua que rubricaba mi costado.
Hoy sólo queda, tras la lluvia,
mi cuerpo convertido en huella tuya.
(Qué poco amor necesitamos para dar la vida.
Qué poca vida para darnos muerte.
Qué poco tú y qué poco yo para un nosotros.
Qué tenue rayo para tanto trueno.
Relámpago que hiere y que no dura.
Eso hemos sido.)
Llueve la lluvia y nos arroja contra el mundo.
Nosotros no ha sobrevivido a ti y a mí.
La noche está de luto, pero pasa;
vuelve la aurora y no nos reconoce.
Morir es algo más que seguir vivo
y el tiempo no me evita ni me acoge.
lunes, 8 de junio de 2009
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5 comentarios:
que qué?!
No te me sobresaltes, An, que no es
sino literatura. Y lo demás, silencio. ;-)
Un beso.
Querido Fran:
Espero ansiosa alguna novedad en "El sueño de los valientes", tengo tanto que sugerirte...
Por mi parte todo tranquilo, la mudanza está resultando complicada, creo que me veré obligada a permanecer por estos lares.
Un abrazo infinito (o infinitos abrazos, a elegir)
Ya sabe, Don Francisco. Duelen las heridas del amor, y en ocasiones sus cicatrices. Pero yo nunca diría que sobran.
Ingenioso y certero el verso de los pronombres. Encierra todo un tratado de convivencia.
Un abrazo.
Meri,
Los valientes duermen el sueño de los justos.
¿Madrid o Bilbao?
¡No suelo aceptar la ley del tercero excluído!
Un beso. :-)
***
Amigo Andoba,
Llega un momento en que a uno sólo le sobran años, canas, suegras y kilitos de más.
Procuremos mantener a los pronombres alejados de los verbos impersonales.
Un abrazo afectuoso para usted.
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