(Jorge Luis Borges. El otro)
-Señor obispo -dijo con una lentitud que acaso provenía de la dignidad del alma, más que del desfallecimiento de las fuerzas-, he pasado mi vida en la meditación, el estudio y la contemplación. Tenía sesenta años cuando mi país me llamó y me ordenó que me mezclara en sus asuntos. Obedecí. Había abusos, los combatí; había tiranías, las destruí; había derechos y principios, yo los proclamé y los confesé. El territorio estaba invadido, yo lo defendí; Francia estaba amenazada, le ofrecí mi pecho. No era rico, soy pobre. He sido uno de los dueños del Estado; las cajas del Banco estaban llenas de plata y oro, hasta tal punto que fue necesario apuntalar las paredes, casi próximas a hundirse con el peso de los metales preciosos; y, entretanto, yo comía en la calle del Árbol Seco, por veintidós sueldos. He socorrido a los oprimidos, he aliviado a los que padecían. He desgarrado la sábana del altar, pero ha sido para vendar las heridas de la patria. He sostenido siempre la marcha progresiva del género humano hacia la luz, y he resistido algunas veces los progresos crueles. En ocasiones, he protegido a mis adversarios, vuestros amigos. Hay en Peteghem, en Flandes, en el sitio mismo en que los reyes merovingios tenían su palacio de verano, un convento de urbanistas, la abadía de Santa Clara en Beaulieu, al cual salvé en 1793. He cumplido con mi deber, según mis fuerzas, y he hecho el bien que he podido. A pesar de esto, he sido llevado y traído, perseguido y calumniado,ridiculizado, escarnecido, maldito y proscrito. Ya, desde hace muchos años, con mis cabellos blancos, siento que muchas personas creen tener sobre mí el derecho de despreciarme; para la pobre turba ignorante, mi cara es la de un condenado, y acepto, sin por ello odiar a nadie, el aislamiento del odio. Ahora tengo ochenta años; voy a morir. ¿Qué venís a pedirme?
-Vuestra bendición -dijo el obispo.
(Victor Hugo. Los miserables)
Indómito y hermoso como los caballos, Hugo me blande como estandarte de su vértigo, su rabia, su profecía y de una mentira sobre el corazón del hombre en la que, sin embargo, creo.
2 comentarios:
Ay hermano, que el amor os está volviendo un romántico! ¿Cuándo os animaréis a dar el cortazariano paso que tanto espero?
Este es para ti:
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