Amaste una vez, quién lo duda. Encendiste con ella el fuego que cada hombre tiene que prender para amparar su sangre. Pero eso fue hace mucho tiempo. Algo pasó. Te alejaste, se alejó. No pudiste mantener el fuego o fuiste indigno de hacerlo. No lo sabes. Intentaste reencontrarlo en otros cuerpos ante cuyo tacto ardieras como la yesca. Pero en vano. Sólo has encontrado brasas ya casi extinguidas que apenas consiguieron disipar el frío.
Recuerdas hoy a las mujeres -nombre, rostro y su dolor- y las plegarias que trataron de acercarte y mantenerte cerca. ¿Sólo es humo tibio lo que ofrecen a tu carne nunca trémula? ¿O es que son sus labios al besarte los que besan la ceniza?
13 comentarios:
Hoy he amanecido sonámbula con ceniza en los labios. A tientas, tropiezo con un candil oxidado violentamente. Y al despertar te encuentro, una vez más, por mi ventana, volando.
No hay calor porque no hay fuego.
No hay fuego porque no hay calor.
Difícil misión para la llama...
Un beso "fogoso" (por si ayudase a templar -o temblar*- un poco)
* Aunque sea de miedo ;)
Elena,
"Tengo miedo del sueño que, como una ancha sima,
Lleno de un vago horror, me lleva a no sé dónde;
No veo más que infinito en todas la ventanas."
Un beso a la luz del candil.
***
Inés,
"Y todo irá bien,
Absolutamente todo irá bien,
Cuando las lenguas de la llama se enlacen
En el nudo coronado del fuego
Y la llama y la rosa sean una."
Un beso sin miedo.
"Y la llama y la rosa sean una."
Para eso el fuego debe conceder tiempo a la rosa. Pero me temo que los días que corren son más de impaciente llamarada fugaz que de custodiada lumbre. Por eso digo que algunas veces es preferible un poco de contención -sólo un poquito-. ;)
Y aprovechando esta ráfaga lírica, permítame dejar aquí un fragmento del poema que vino a mi memoria al leer su artículo, y ya me voy. (Besos).
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre "¡qué bueno!" han de estar solos.
-Jaime Sabines-
Mi querida amiga,
Qué pocas conocen hoy el misterio de mantener lozanos sus rosales...
Haber amado al menos una vez no parece revocable. Haber amado de verdad, quiero decir. Que es ahí donde casi todas las liebres son gatos. Después de eso, uno puede quedar exhausto durante lustros.
¡Los dioses nos libren de los que siempre andan enamoriscados! Qué bien nos haría volver a aquellos tiempos en los que la amistad -la "philía", ese amor cómplice, admirado y no posesivo- era el sentimiento más elevado que conocía el hombre.
Son los que no conocen la amistad, la verdadera amistad -que también ahí son gatos casi todas las liebres-, los que, infelizmente, merecen este poema de Claudio Rodríguez.
"Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa".
Un amistoso abrazo.
Francisco,
No sabes el recuerdo tan entrañable que me trae este poema.
Gracias por rescatarlo.
Un abrazo.
Por cierto, ¿sabe qué sentimiento guardaba Alcibíades hacia Sócrates? Pues así, más o menos, el mío.
Vivir, como de un gran amor, toda una vida, poco más o menos y será mucho.
Entrañable tu entrada.
Cariños
Dadora de infinito, yo no sé tomar, perdóname.
Francisco,
Infinitas son las cenizas que honran al que ama.
Un beso de buenos días.
Inés,
Aquí tiene otro, quizá más enfático; pero no menos terrible. En la primera estrofa, Brines la clava:
"En este vaso de ginebra bebo
los tapiados minutos de la noche,
la aridez de la música, y el ácido
deseo de la carne. Sólo existe,
donde el hielo se ausenta, cristalino
licor y miedo de la soledad.
Esta noche no habrá la mercenaria
compañía, ni gestos de aparente
calor en un tibio deseo. Lejos
está mi casa hoy, llegaré a ella
en la desierta luz de madrugada,
desnudaré mi cuerpo, y en las sombras
he de yacer con el estéril tiempo.
Vuelve la hora feliz. Y es que no hay nada
sino la luz que cae en la ciudad
antes de irse la tarde,
el silencio en la casa y, sin pasado
ni tampoco futuro, yo.
Mi carne, que ha vivido en el tiempo
y lo sabe en cenizas, no ha ardido aún
hasta la consunción de la propia ceniza,
y estoy en paz con todo lo que olvido
y agradezco olvidar.
En paz también con todo lo que amé
y que quiero olvidado.
Volvió la hora feliz.
Que arribe al menos
al puerto iluminado de la noche".
Confío en que su Sócrates sea más agraciado y menos suicida, amiga.
Un abrazo.
***
Idea,
Espero que el amor, en cualquier caso, nunca me empuje a ser infiel a mi epicúreo talante. No quisiera repetir jamás -ni le deseo que usted repita nunca-, aquello de Vallejo:
“Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga,
porque, como iba diciendo y lo repito,
¡tanta vida y jamás! ¡Y tántos años,
y siempre, mucho siempre, siempre siempre!"
Gracias por esos cariños y bienvenida.
***
Sandman,
No busques el perdón sino el dichoso olvido. O mejor, no busques: tú déjate encontrar tan solo (que es -qué voy a decirte yo- más cómodo).
Si me permites el tuteo, que sé que lo permites.
***
Elena,
I will show you fear in a handful of dust.
Aunque cómo decirle esto a una mujer que nunca tiene miedo...
Querido Francisco, se equivoca. Tengo miedo, pero le miro a la cara.
Por cierto, guarde usted el polvo donde corresponda que yo ya tengo de sobra.
A ver, a ver, no es por ser una aguafiestas a este homenaje y tributo a la Oda... pero venga, va, estáis de coña, no puede ser que esta sensiblería sea cierta, me cuesta creerlo, sobre todo porque no me llega, leo sólo palabras, aunque no tengo que juzgar, obvio.
Perdón por la franqueza, si es que la sinceridad tiene que ser excusada.
Nanit :)
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