Si pudiera imaginarlo, podría hacerlo; luego no puedo imaginarlo.
2 comentarios:
Ángel Reyes
dijo...
Como podía imaginar que podía hacerlo, hoy me he dado un chapuzón en su Río (ya sabe usted, la briega diaria en la arena educativa -y extraeducativa, que no es poca- no le deja a uno la serenidad de espíritu que su blog requiere).
Lo he pasado muy bien leyéndole de nuevo: risas, reflexión, confusión, y dusfrute con su exquisito verbo.
Pero no le halagaré, no, que ciertamente son más dañinos los halagos que los reproches.
Veo que últimamente usted ha optado por la brevedad. Que incluso se la ha impuesto, que está, según dice, cansado del medio...
Hay tardes enteras que ha pasado hojeando -sin apenas leer, por el entrañable placer de acariciarlos, olerlos, tenerlos cerca- los manoseados volúmenes de sus estanterías. Rara es la semana que ha dejado pasar sin escribir a mano una carta a un antiguo maestro, al que un día temió y hoy aprecia. Alguna vez, algún vecino curioso podría descubrirlo en ensimismada contemplación tras la ventana; podría acaso pensar que alguna melancolía lo aturde o acosa: él sólo escucha una música lejana o el calmado discurrir de sus ritmos interiores. Nunca un café se alargó como aquel que compartía con ella las soleadas e infinitas mañanas de domingo, a la sombra del árbol que plantara su abuelo. Nadie encontrará con más facilidad una excusa para interrumpir sus paseos por la playa en penumbra, tal como los interrumpía con ella, ahora que ella le falta. Jamás un latido ha durado tanto. Sin duda, observadores imparciales que nada saben ni quieren saber de él dictaminarían, con justicia, que ha perdido el tiempo. Él, si tuviera el valor de contestar, sin exigirles comprensión y con no menos justicia, sostendría que ha ganado una vida.
2 comentarios:
Como podía imaginar que podía hacerlo, hoy me he dado un chapuzón en su Río (ya sabe usted, la briega diaria en la arena educativa -y extraeducativa, que no es poca- no le deja a uno la serenidad de espíritu que su blog requiere).
Lo he pasado muy bien leyéndole de nuevo: risas, reflexión, confusión, y dusfrute con su exquisito verbo.
Pero no le halagaré, no, que ciertamente son más dañinos los halagos que los reproches.
Veo que últimamente usted ha optado por la brevedad. Que incluso se la ha impuesto, que está, según dice, cansado del medio...
Un fuerte abrazo, amigo.
Querido Ángel.
Como sabía el poeta: nosotros (usted, yo), los de entonces, ya no somos los mismos.
Eso sí: sigo alegrándome infinito cada vez que lo veo por aquí (y por allá).
Le deseo toda la suerte del mundo (en lo educativo y, sobre todo, en lo extraeducativo).
Un cariñoso abrazo.
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