miércoles, 24 de agosto de 2011

Desazón

Releo a Coetzee con dosis semejantes de admiración literaria y desazón íntima. Él mismo se imputa una "tacañería de espíritu" que me desasosiega durante la lectura de sus obras: una suerte de autismo sentimental que permea y ensombrece y afiebra cuanto escribe; el fabuloso ensimismamiento de un monarca absoluto, de un desesperado. Preocupada por la dimensión moral de la literatura, su obra me empuja a formular un juicio moral: acaso sea Coetzee una de esas personas cuya rectitud, cuya severidad moral no parece puesta al servicio de hacer felices a los otros. Ni siquiera de hacerse felices a sí mismos.

2 comentarios:

J. dijo...

¿Y cree vd., amigo Sianes, que hay juicios morales que puedan hacer feliz a alguien?
Ahí lo dejo.
Un abrazo.

Francisco Sianes dijo...

Los juicios morales sirven para retratarse: ante los demás y ante uno mismo. Yo hablaba de ese temple moral que es nuestra forma de habitar el mundo; una posición ante los otros y ante sí mismo que se filtra en todo lo que hacemos.

Coetzee -y es una intuición que podría ser radicalmente errónea- me transmite una sequedad de espíritu que me desazona. Me pasa con otros grandes escritores (García Márquez, Flaubert, Swift...). El sudafricano, en concreto, se me antoja uno de esos individuos cuyo puritanismo vital es una forma refinada de misantropía. No encuentro en él -y quizá soy miope- verdadero amor por el mundo: no veo auténtica ternura en su retrato de las víctimas (algo que sí encuentro en el -por otra parte- depresivo Sebald).

Puede uno ser un perfecto canalla y escribir maravillosas obras literarias; pero hay tonalidades de espíritu que disuenan inevitablemente con las mías. Reconozco el talento de Coetzee; pero con la fría admiración de aquello que no podemos o no sabemos amar.

Un abrazo.