Antaño, las parejas constituían un monumento a la paciencia. Vínculos petrificados. Hoy son máquinas de narcisismo que envenenan el ambiente donde el nosotros podría germinar: fábricas de ego que se precipitan, en virtud de su incapacidad de generar y respirar un aire no viciado, en la desesperación morbosa de colaborar en la extinción de sus posibilidades de supervivencia.
miércoles, 20 de julio de 2011
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