Ni el silencio ni el discurso (índices de serenidad): en estos tiempos apresurados, vertiginosos, precipitados, el aforismo es el último de los argumentos posibles.
Antes de la interjección igual habríamos de mirar la palabra de verificación, que últimamente me persigue con sus insinuaciones: ahí la tiene, "matedle"... Pero por el momento disfrutemos de esa vaguedad de martillo del aforismo, de la vagancia que lo sustenta... Suyo afectísimo.
Tiene razón: el aforismo es una pasión de perezosos. Pero no es menos cierto que cada declive de la sensibilidad tiene su molde pertinente. La malicia, la ironía, la incertidumbre se vuelcan bien en aforismos. La paz, en el silencio. La rabia, en reiterativas parrafadas. La sorpresa, el éxtasis concupiscente, en interjecciones.
Mi alegría de verlo de nuevo por aquí, en este abrazo. :-)
Francisco perdóneme por ser tan mal hablada, vos dijo que los aforismos se prestan a la incertidumbre y hállome en período incierto, cierto... en cualquier caso un placer leerte siempre :)
Hay tardes enteras que ha pasado hojeando -sin apenas leer, por el entrañable placer de acariciarlos, olerlos, tenerlos cerca- los manoseados volúmenes de sus estanterías. Rara es la semana que ha dejado pasar sin escribir a mano una carta a un antiguo maestro, al que un día temió y hoy aprecia. Alguna vez, algún vecino curioso podría descubrirlo en ensimismada contemplación tras la ventana; podría acaso pensar que alguna melancolía lo aturde o acosa: él sólo escucha una música lejana o el calmado discurrir de sus ritmos interiores. Nunca un café se alargó como aquel que compartía con ella las soleadas e infinitas mañanas de domingo, a la sombra del árbol que plantara su abuelo. Nadie encontrará con más facilidad una excusa para interrumpir sus paseos por la playa en penumbra, tal como los interrumpía con ella, ahora que ella le falta. Jamás un latido ha durado tanto. Sin duda, observadores imparciales que nada saben ni quieren saber de él dictaminarían, con justicia, que ha perdido el tiempo. Él, si tuviera el valor de contestar, sin exigirles comprensión y con no menos justicia, sostendría que ha ganado una vida.
8 comentarios:
En respuesta a:
http://amanecelcantor.blogspot.com/2010/10/animal-de-carga.html
Increíble con qué velocidad ha pasado vd. de engatusador a perplejo.
Después de la interjección sólo nos queda arquear la ceja.
Un saludo y gracias por su post dedicado.
¿Velocidad? Le remito a algo por lo que me llevé más de un sopapo:
http://latorredemontaigne.blogspot.com/2008/05/precox-eyaculator-warholianus.html
(Por otra parte, amigo J.: el aforismo es una historia inverosímil por otros medios. Cada fiesta requiere su máscara adecuada.)
Antes de la interjección igual habríamos de mirar la palabra de verificación, que últimamente me persigue con sus insinuaciones: ahí la tiene, "matedle"... Pero por el momento disfrutemos de esa vaguedad de martillo del aforismo, de la vagancia que lo sustenta... Suyo afectísimo.
Sir,
Tiene razón: el aforismo es una pasión de perezosos. Pero no es menos cierto que cada declive de la sensibilidad tiene su molde pertinente. La malicia, la ironía, la incertidumbre se vuelcan bien en aforismos. La paz, en el silencio. La rabia, en reiterativas parrafadas. La sorpresa, el éxtasis concupiscente, en interjecciones.
Mi alegría de verlo de nuevo por aquí, en este abrazo. :-)
¡Qué afórica soy, joder!!
Francisco perdóneme por ser tan mal hablada, vos dijo que los aforismos se prestan a la incertidumbre y hállome en período incierto, cierto... en cualquier caso un placer leerte siempre :)
[Vaya, esta entrada está trayendo de vuelta a comentaristas clásicos y añorados... :-)]
La incertidumbre tiene "su punto", milady: provoca ansiedad, pero abre caminos. Te deseo una buena travesía hacia lo incierto.
Me alegro de verte de nuevo por aquí.
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