Yo le pondría otro interrogante, amigo Sianes, a saber: Eduardo Mendoza ¿Apocalíptico o Integrado? Ahora ya me dirá vd. si para argumentarlo echamos mano del estilo kafkiano o del cervantino…
Saludos.
(P.S: no le miento: en el momento de incrustar mi comentario en su blog me sale esta palabra de verificación: COMORR. El azar es sabio: en el fondo esto sólo lo puede explicar Chiquito de la Calzada)
Del estilo hegeliano. Mendoza es, como tantos tipos listos (alias listillos), una perfecta síntesis de apocalíptico e integrado. Lleva años viviendo de matar a la novela, a Kafka y a quien se tercie (el bueno de don Eduardo ha comprendido que ser apocalíptico es la forma más rentable de estar integrado).
Mendoza asegura que: "sus libros se componen de un principio brillante" y una lamentable continuación para sostener luego que no sabe comenzar sus novelas. En fin...
Dejando aparte la "titularitis" de Mendoza y la rutinaria idolatría de los kafkianos, me parece evidente que la genialidad (¿o fotogenia?) del checo se hace más patente en las distancias cortas. Sus novelas extensas son monumentos a la polisemia; pero fue incapaz no tanto de desarrollarlas adecuadamente (argumento 2 de Mendoza) como de dotarlas de una forma acabada. De ahí que, en el sentido más amplio del término, quedaran inconclusas. Es en sus cuentos (y, en menor medida, en sus diarios y aforismos) donde merece la definición de Hesse: "Etéreo como un sueño y exacto como un logaritmo". Un forjador de mitos angustiosos.
Por lo demás, Chiquito es mi ídolo: sabe cómo empezar, cómo seguir, cómo acabar.
yo pensaba que provocar el hastío era una herramienta narrativa para evocar determinados ambientes, como el de la metamorfosis... cosa que no cabe en el libro de los abrazos, por ejemplos.
pero me pregunto cuánto le habrán pagado a este buen hombre por esta charla-teatrillo.
Hay tardes enteras que ha pasado hojeando -sin apenas leer, por el entrañable placer de acariciarlos, olerlos, tenerlos cerca- los manoseados volúmenes de sus estanterías. Rara es la semana que ha dejado pasar sin escribir a mano una carta a un antiguo maestro, al que un día temió y hoy aprecia. Alguna vez, algún vecino curioso podría descubrirlo en ensimismada contemplación tras la ventana; podría acaso pensar que alguna melancolía lo aturde o acosa: él sólo escucha una música lejana o el calmado discurrir de sus ritmos interiores. Nunca un café se alargó como aquel que compartía con ella las soleadas e infinitas mañanas de domingo, a la sombra del árbol que plantara su abuelo. Nadie encontrará con más facilidad una excusa para interrumpir sus paseos por la playa en penumbra, tal como los interrumpía con ella, ahora que ella le falta. Jamás un latido ha durado tanto. Sin duda, observadores imparciales que nada saben ni quieren saber de él dictaminarían, con justicia, que ha perdido el tiempo. Él, si tuviera el valor de contestar, sin exigirles comprensión y con no menos justicia, sostendría que ha ganado una vida.
5 comentarios:
Yo le pondría otro interrogante, amigo Sianes, a saber: Eduardo Mendoza ¿Apocalíptico o Integrado? Ahora ya me dirá vd. si para argumentarlo echamos mano del estilo kafkiano o del cervantino…
Saludos.
(P.S: no le miento: en el momento de incrustar mi comentario en su blog me sale esta palabra de verificación: COMORR. El azar es sabio: en el fondo esto sólo lo puede explicar Chiquito de la Calzada)
Amigo J.:
Del estilo hegeliano. Mendoza es, como tantos tipos listos (alias listillos), una perfecta síntesis de apocalíptico e integrado. Lleva años viviendo de matar a la novela, a Kafka y a quien se tercie (el bueno de don Eduardo ha comprendido que ser apocalíptico es la forma más rentable de estar integrado).
Mendoza asegura que: "sus libros se componen de un principio brillante" y una lamentable continuación para sostener luego que no sabe comenzar sus novelas. En fin...
Dejando aparte la "titularitis" de Mendoza y la rutinaria idolatría de los kafkianos, me parece evidente que la genialidad (¿o fotogenia?) del checo se hace más patente en las distancias cortas. Sus novelas extensas son monumentos a la polisemia; pero fue incapaz no tanto de desarrollarlas adecuadamente (argumento 2 de Mendoza) como de dotarlas de una forma acabada. De ahí que, en el sentido más amplio del término, quedaran inconclusas. Es en sus cuentos (y, en menor medida, en sus diarios y aforismos) donde merece la definición de Hesse: "Etéreo como un sueño y exacto como un logaritmo". Un forjador de mitos angustiosos.
Por lo demás, Chiquito es mi ídolo: sabe cómo empezar, cómo seguir, cómo acabar.
¡Cobarde!
Dicho esto: me hace muchísima gracia la elocuencia fatigada, la guasa cansina de Mendoza.
yo pensaba que provocar el hastío era una herramienta narrativa para evocar determinados ambientes, como el de la metamorfosis... cosa que no cabe en el libro de los abrazos, por ejemplos.
pero me pregunto cuánto le habrán pagado a este buen hombre por esta charla-teatrillo.
A saber...
La cuenta de este señor no es corriente: es volante.
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