Observé a la niña y encontré al fin a mi madre. La claridad de su rostro, la ingenua posición de sus manos, el sitio que había tomado dócilmente, sin mostrarse ni esconderse y, por último, su expresión, que la diferenciaba como el Bien del Mal de la niña histérica, de la muñeca melindrosa que juega a papás y mamás; todo esto conformaba la imagen de una inocencia soberana (si se quiere tomar esta palabra, según su etimología, que es "no sé hacer daño"), todo esto había convertido la pose fotográfica en aquella paradoja insostenible que toda su vida había sostenido: la afirmación de una dulzura.
(...)
Me importa poco saber si Dios existe o no; pero lo que sí sé y sabré hasta el final es que no debería haber inventado al mismo tiempo el amor y la muerte.
(...)
Me importa poco saber si Dios existe o no; pero lo que sí sé y sabré hasta el final es que no debería haber inventado al mismo tiempo el amor y la muerte.
6 comentarios:
(Roland Barthes. "La cámara lúcida")
Explicación para ECC:
Tras la muerte de su madre, Barthes contempla una foto de su madre, tomada cuando era niña. En el texto, evoca el duelo y el amor por los desaparecidos.
(Siniestro voy a darte yo a ti...)
... no debería haber inventado al mismo tiempo el amor y la muerte... No, no debería haber inventado el amor.
En ese caso, sencillamente, no debería haber inventado.
Porque ¿hay realmente algo si no hay amor?
Decía Paul Klee que el arte no reproduce lo visible: lo hace visible. El amor no adora lo que hay: hace que lo haya.
Ana.
El amor va mucho más allá de la muerte, es más, la muerte es una simple paradoja que tan sólo hace avivar sus llamaradas de momentos que serán, desde aquello que fueron, porque jamás se inventará lo que siempre existió.
Estoy segura.
Fd: Una piratilla, un tanto mística :P
Annabel,
Más que mística, estás pluriempleada. Pero ¿cuántos blogs tienes mujer de Dios? :-)
Un abrazo.
Publicar un comentario