Paseando, he recordado hoy un momento que compartí con mi abuelo pocas semanas antes de su muerte. Tenía en mente el proyecto de plantar tilos en su jardín.
-Abuelo- le preguntaba yo -¿cuánto tardarán en ponerse grandes?-
Él pasaba las botas por el suelo, como buscando una respuesta en la tierra.
-Pues... unos cincuenta años-
Me quedé mirándole a un punto intermedio entre sus ojos y su gorra. Sabía que mi abuelo estaba a esas alturas muy enfermo. Abriendo las manos con un gesto que entonces tenía ya grabado en mi memoria, me dijo:
-Así que podrás verlos bien grandes para cuando tú tengas mi edad...-
Los tilos no han dejado de crecer. Son inmensos, abuelo.
-Abuelo- le preguntaba yo -¿cuánto tardarán en ponerse grandes?-
Él pasaba las botas por el suelo, como buscando una respuesta en la tierra.
-Pues... unos cincuenta años-
Me quedé mirándole a un punto intermedio entre sus ojos y su gorra. Sabía que mi abuelo estaba a esas alturas muy enfermo. Abriendo las manos con un gesto que entonces tenía ya grabado en mi memoria, me dijo:
-Así que podrás verlos bien grandes para cuando tú tengas mi edad...-
Los tilos no han dejado de crecer. Son inmensos, abuelo.
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